Del Cónclave a la elección de León XIV: un intento de reflexión desde la fe.
Del Cónclave a la
elección de León XIV: un intento de reflexión desde la fe.
Ocean Castillo Loría.
I
Uno de los riesgos de formarse en
Teología, es que, elementos de fe (La Biblia, la tradición, el Magisterio, la
dinámica de la iglesia, su historia etc.), se conviertan en meros instrumentos
de trabajo.
Además, esto, puede ser
alimentado por los diversos modelos teológicos (La Teología de la Salvación, la
Teología Histórico – Critica, la Teología Latinoamericana etc.); en suma, el
riesgo es: “menos experiencia real de la fe, más intelecto para el análisis de
ella”.
Así, intentaremos en este
escrito, hablar más desde la fe que desde el intelecto: en nuestra niñez, el
Papa vigente, era Pablo VI, éste nos “parecía un adulto serio”: “por algo debe
ser Papa” pensábamos.
Juan Pablo II, fue el Papa de
prácticamente, gran parte de nuestra vida: un hombre carismático, un Papa al
que pudimos ver: como se intitula un documental costarricense: “Juan Pablo II:
un santo que vio Costa Rica”. El Papa visitó Centroamérica en 1983.
Luego vendría a la región en
otras ocasiones, pero a Costa Rica no volvió: no podemos olvidar que, uno de
los sacerdotes de la Catedral Metropolitana, nos decía a los feligreses, que:
“El Papa no viene a Costa Rica, porque los católicos nos portamos muy mal”.
En nuestro paso del colegio a la
universidad, teníamos inquietudes teológicas (Fuimos educados en una escuela -
colegio cristiano no – católico: el tema es que, desde las doctrinas de esa
institución educativa, el Papa era el anticristo. Esta “corriente cristiana”,
es profundamente anticatólica). Esto, nos condujo a prepararnos para “la
Primera Comunión”, con un primo catequista, quien nos abrió, con cierta
profundidad, la fe católica.
Decimos que, con cierta
profundidad, porque la formación bíblica que recibíamos en la escuela, era muy
superior a la propia de la formación catequética de la iglesia católica,
entonces, este servidor, llevó la formación propia del sacramento de iniciación
y, “unos complementos más profundos”. Mi primo le decía a mi madre: “es que él
está más preparado que los aspirantes promedio, vale la pena hacerlo avanzar un
poco más en la catequesis”.
No puedo olvidar el primer día de
esas lecciones avanzadas, me dijo mi primo: “ahora vamos a ver, materias, que
no se ven para preparar “Primera Comunión”, pero es que a veces, usted sabe más
que yo, vale la pena, que avancés en la fe”. Eran materias que trataban las
diferencias entre catolicismo y protestantismo.
Ya en el colegio, por currículo, se
profundizaba la formación en teología no – católica. En los dos últimos años de
secundaria, llegó un pastor guatemalteco, que nos daba verdaderas clases de
teología: gracias a él, pude tener cierta profundización en Teología Bíblica y
Cristología (rama de la teología, que estudia a Jesucristo).
Por tres años, ya en la
universidad, nos entregamos más al estudio de las ciencias exactas, lo que nos
hacía, desde la perspectiva del catolicismo, “creyentes promedio”, luego
vendrían otros caminos, los de las ciencias sociales, el trabajo con
organizaciones populares. Y en ese proceso, conocí a un teólogo y sociólogo,
con el que compartía inquietudes de fe. El tema es, que mi amigo, estaba
formado en “Teología Latinoamericana de la Liberación”.
Esto nos abría otros caminos, la
visión crítica al Papado de Juan Pablo II, la mediación socio – analítica del
marxismo, la Opción Preferencial (Y radical) por los Pobres; las diferencias
entre “el Cristo de la Fe” y “el Jesús Histórico” etc.
Como puede verse, paralelamente a
nuestros estudios en ciencias sociales (Específicamente las ciencias
políticas), se profundizaban nuestras inquietudes teológicas. Y vendría el
“milagro” o “signo extraordinario”: gracias a un convenio entre la Escuela
Ecuménica de Ciencias de la Religión de la Universidad Nacional; y la
Universidad Estatal a Distancia (UNED), se podía estudiar teología: ¡A
distancia! Esto era maravilloso para mí, estaba terminando mis estudios en
Ciencias Políticas, y, quería seguir estudiando, pero, ya no en el modelo
tradicional (“Sentado en un pupitrico”).
Así, entramos en nuestros
estudios formales en Teología, además, teníamos la ventaja de que ya conocíamos
la metodología de la universidad, pues, habíamos estudiado un tiempo,
administración de servicios de salud.
La formación era de muy buena a
excelente: sobre todo, por el constante ejercicio de la criticidad. En varios
cursos, se presentaba la siguiente dinámica: en la primera parte, se enseñaba
“la teología tradicional”; pero en la segunda parte, la idea central era:
“¿Recuerda lo que acaba de aprender?: olvídelo”: se entraba en la criticidad,
el debate, los postulados más actuales y modernos. Esto, incluso, frente a las
mismas ciencias políticas: el curso de Antropología, hablaba de “las
desviaciones politicístas”.
II
Pues bien, ante la muerte de Juan
Pablo II, no dejaba uno como católico, de experimentar una orfandad, esto, pese
a las críticas que se le podían y pueden hacer al largo Pontificado del polaco.
El día que fue electo el Cardenal Joseph Ratzinger, trabajábamos para la que
era: “Radio Sonora”, propiamente, para una productora independiente, dentro de
la estación.
Nos encontrábamos a la espera del
inicio de una conferencia de prensa, cuando apareció: “la fumata blanca”, la
conferencia se atrasó, nos dio tiempo de ver salir, a quien sería Benedicto XVI:
ya este servidor, terminaba sus estudios en Teología. Como católico
aperturista, en la línea de la Teología Latinoamericana, era triste ver, que el
catolicismo, abrazaba con más fuerza el conservadurismo. Quienes me acompañaban
en aquel momento, no entendían la razón de mis emociones.
El tiempo dio la razón, tanto
desde la ya mencionada Teología Latinoamericana, como desde la visión de muchos
vaticanistas, que señalaban el conservadurismo del Pontífice. Ya teniendo
nuestro propio proyecto radiofónico, renunció Benedicto XVI, llegaría
Francisco: de esos temas hablábamos en ese programa (Luego vendrían las
persecuciones políticas y la crisis del medio).
Con Francisco, renacía la
esperanza, regresaba la “primavera eclesial”, se daban aperturas a la Teología
de la Liberación: Gustavo Gutiérrez, José María Castillo, Leonardo Boff (Quien
claramente asesoró “Laudato SI”).
En esta ocasión, en medio de
situaciones familiares, nos dimos cuenta de la muerte de Francisco. Se abría la
incertidumbre, “podía acabarse la primavera eclesial, que casi había venido del
fin del mundo”.
Entremos en la fe: la santidad de
la iglesia es de Dios; el pecado en la iglesia, es de los seres humanos. Con
Francisco, sentimos al Espíritu Santo, trabajando en la iglesia, es el momento
de estudiar y profundizar su obra.
Pero la cabeza de la Iglesia es
Cristo, la “Barca de Pedro”, es navegada por sus pastores. Desde los “ojos
humanos”, la iglesia es una institución, política y social. En el caso
costarricense, era sorprendente ver a periodistas “con catecismo de primera
comunión”, pretendiendo saber más que los expertos (Sociólogos de la religión y
teólogos).
En otro orden de cosas, si algo
ha quedado claro, es que, con Francisco, se ha observado, la inmensidad de la
Barca de Pedro, pero también su heterogeneidad: por más que se quiera decir
que, los conceptos de “conservador” y “aperturista”, no se aplican en la
iglesia, esto no es cierto.
Era interesante: católicos en
redes sociales, pedían conservadores del perfil del Cardenal Sarah. Por nuestra
parte, pedíamos “un Papa, en la línea de Francisco”; desde la fe, “Dios es el
Señor de la historia”, entonces: León XIV, es Papa, por la voluntad de Dios.
Él debe dejarse guiar por el
Espíritu de Cristo, él, debe dejarse llenar y llevar por el “Espíritu del Buen
Pastor”, “el que da la vida por las ovejas”; hoy, para decirlo en términos de
ciencias sociales: “Francisco, era de centro izquierda, más a la izquierda, que
al centro”. León, sería de “centro - izquierda”, pero “más al centro que a la
izquierda”.
Como puede verse, nos es difícil
hablar solo desde la fe, pero lo cierto, es que, en la diversidad de los
Cardenales electores, se refleja la diversidad de la iglesia: esto, es claro desde la conformación del Nuevo
Testamento, así como con el grupo iniciador del Movimiento de Jesús (Donde
había, desde pescadores, hasta cobradores de impuestos y guerrilleros Zelotes).
Por otro lado, en efecto, se debe
rezar por el Papa, pero el Pueblo de Dios, no puede dejar de ser crítico ante
su principal servidor, ante la jerarquía de la iglesia; no se puede olvidar que
el mismo Pablo, señaló los fallos de Pedro ante los gálatas (Gálatas 2: 11 –
13). No se trata de un rol de pasividad, por el deseo de Francisco “de que
hagamos lío”, por la misma esencia de la “Sinodalidad”, no se puede abandonar
la criticidad.
La iglesia es una institución,
desde las ciencias sociales, parte de la sociedad (Aunque parezca o sea
redundante); en ese sentido, como toda estructura colectiva, posee a lo interno
fuerzas conservadoras y fuerzas de avanzada (No decimos “progresistas”, pues
esta palabra, en su significado, ha sido muy distorsionada por el marxismo
cultural).
El tema es, que las primeras,
entre otras cosas, gustan y requieren de alianzas con otros actores, uno de
ellos, el político. En términos de eclesiología (Rama de la teología que
estudia la iglesia en sus funciones, naturaleza y misión), esto genera lo que se
denomina: “Régimen de Cristiandad”.
El punto es, que un “régimen” de
este tipo, entrega la iglesia a lo que en el Evangelio y las Cartas de San
Juan, llaman el “mundo”: es decir, un sistema de dominación y opresión: una
política y una economía egoístas, así como una cultura esclavizante basada en
el individualismo.
Pero una vez más: por principio
del Evangelio, se acepta la diversidad, pero también por la vía de la
misericordia, se va llegando a la unidad: lo contrario, es el énfasis en la
ortodoxia (Esto, nos recuerda los tiempos de Benedicto XVI).
Así, en el Cónclave, se movieron
distintas fuerzas: las conservadoras (Que, entre otras cosas, unen el Concilio
Vaticano II con la Tradición, la esencia de los Pontificados de Juan Pablo II y
Benedicto XVI); los de avanzada o los que, denominamos aperturistas (En el
espíritu de apertura del Concilio, el propio de Juan XXIII, Pablo VI y
Francisco) y hasta ultra conservadores (Los que desean regresar al Concilio
Vaticano I).
Todo esto, en medio del accionar
de los seres humanos (Los Cardenales electores): si partimos de la teología católica
tradicional, ellos, poseen la marca del “pecado original” (Recordamos en esta
tesis a San Agustín); entonces: muchos de ellos, priorizan el tema del poder
egoísta.
Este tópico, lo vemos en la misma
oferta de “la serpiente” en el Génesis: “Seréis como dioses” (Génesis 3: 5); ese
deseo de dominio, no es original de los pensamientos filosóficos del siglo XIX,
es propio de la Teología del Antiguo Testamento. De ese deseo, el nacimiento de los imperios:
basta observar el inicio del libro del Éxodo, los israelitas, caen en la
esclavitud bajo el imperio egipcio.
Esa ambición de poder, también es
la que ofrece Satanás a Jesús, en lo que la feligresía conoce como el pasaje de
“las tentaciones”, en Mateo, Marcos y Lucas. El adversario, le dice al Nazareno,
que le entregará todos los reinos del mundo, “…si postrado me adoras” (Marcos
1: 12 – 13; Mateo 4: 1 – 11; Lucas 4: 7).
Ante esta realidad, es por la que
los laicos y laicas del mundo, hemos pedido que el Espíritu Santo iluminase a
los Cardenales (Ese Espíritu, que ellos recibieron en los sacramentos de
iniciación cristiana y que, nosotros también hemos recibido).
Aquí es donde cabe una aclaración
fundamental: los científicos sociales embestidos de laicidad (Lo cual es
correcto, las ciencias no deben ser confesionales); hasta se burlan del
principio de que: “El Espíritu Santo, ilumina a la Asamblea en Cónclave”.
A los conservadores y ultra
conservadores, les sirve, que el común, piense que hay “una especie de magia en
esa participación de la Tercera Persona de la Santísima Trinidad”; pero, la
realidad es otra, Monseñor Oscar Arnulfo Romero, habla de la iglesia: “como
cuerpo de Cristo en la historia”, es decir, en la acción de los Cardenales
electores en Conclave, actúa el Espíritu; pero también debe constar que el
Espíritu, puede ser contristado y rechazado.
Es decir, la Providencia de Dios
puede ser aceptada o rechazada. ¿Cuál es la “piedra de toque”, para saber si el
Espíritu fue aceptado o rechazado?: si la iglesia colabora con el avance del
Reino de Dios, hubo aceptación; lo contrario, mostraría el rechazo.
¿Y en qué consistiría el avance
del Reino?:
-
Un subraye de acciones de servicio.
-
Un claro acento en la solidaridad.
-
La construcción de una cultura de libertad y
liberación, basada en el servir.
En esta línea, León XIV, debe
hacer avanzar la Sinodalidad, la participación de los laicos y las laicas; en
abrir mayor espacio a la participación de la mujer; debe profundizarse, la
iglesia, “como hospital de campaña”, no “como iglesia triunfante”; debe concretarse
“la iglesia en las periferias” y no, “la iglesia y teología del “rebaño
pequeño” o remanente” (Propia, por ejemplo, de Benedicto XVI).
Debe ser la iglesia, que basada
en la Doctrina Social y la Teología de la Liberación, concrete la economía
solidaria, cercana al Reino; esto, con una ecología integral, de modo, que el
clamor de la tierra, sea aplacado, como debería ser aplacado, el grito de los
pobres (Laudato SI).
Ya entrados en la utopía (Dice el
autor del libro del Eclesiastés, que, todo tiene su tiempo, es tiempo de
soñar); el Papa debería seguir caminando en la orto praxis de “Fiducia
Suplicanns”; debería debatirse con plena apertura, el tema de la diaconía de
las mujeres.
Pero, si regresamos al espacio de
lo posible, reiteramos: León XIV, podría ir: “más hacia el centro que, hacia la
izquierda”, dicho en otras palabras: podría avanzarse en las reformas de
Francisco, pero, con menos celeridad (Este tema de las “velocidades”, parece
increíble visto desde fuera de la estructura eclesial).
Aquí, es donde entran las
hipótesis: “con León XIV, habrá continuidad en relación a Francisco” o “con
León XIV, habrá continuidad en ciertos temas y freno en otros”; conteste a la
primera afirmación: “si la mayoría de los cardenales del colegio, fueron
elegidos por el argentino, ellos estaban en su línea”.
Para otros, esto no era
necesariamente así. En esta misma lógica, “muchos Cardenales, pudieron haber
sido elegidos por Francisco, pero no necesariamente, compartir su línea
pontificia”; de igual manera, algunos especialistas, hablan de “la necesidad de
un compromiso”, entre conservadores y aperturistas.
¿Compromiso con quiénes?: con los
conservadores. En esta lógica, quizás fueron rechazados “Papables” como Tagle o
Zuppi; lo cierto es, que quienes nos sentimos afines a la línea de Francisco,
con su muerte, vivimos la incertidumbre de si en este cónclave, volverían los
“Juan Pablos II o los Benedictos XVI”. Pero, al fin llegó el humo blanco, en
nuestro caso particular, este evento, siempre nos llena de profunda emoción.
Véase que la revelación del nuevo
Papa, se da poco a poco, la Fumata blanca, el anuncio, la salida a la Plaza de
San Pedro; lentamente, se va revelando, la voluntad de Dios, a través de la
decisión del Cónclave; o como ya lo hemos dicho en su defecto, el resultado de
contristar o rechazar al Espíritu Santo.
En el caso de León XIV, los que
estaban siguiendo con seriedad más de cerca el evento de la elección Papal,
para el 6 de mayo, decían que: Robert Francis Prevost, estaba logrando amplia
concertación entre los Cardenales de los Estados Unidos.
Esto, parecía increíble
(¿Milagro?, ¿Signo?), Prevost, estaba logrando acuerdos, en un bloque
polarizado entre “Trumpistas” y “Anti Trumpistas”, es decir, un bloque, donde
se veía claramente, la lucha y tensión entre conservadores y aperturistas
(“Franciscanistas”, para colocar denominaciones de tipo político).
Tal parecía que los Cardenales
Latinoamericanos, valoraban su cercanía, su español impecable (Lo veríamos en
su primera alocución en la Plaza de San Pedro); y su valentía. Contrario a lo
que “la mano conservadora” pretendía presentar, Prevost, se puso de lado de las
víctimas del “Sodalicio de Vida Cristiana” en el Perú, tema que merece un
trabajo aparte y estructura que fue suprimida por el Papa Francisco, casi, como
su última medida de gobierno. Esto, es
evidencia de que Prevost, se enfrentó al poder. Esto es evidencia, de que
tendrá enemigos en la Conferencia Episcopal del Perú.
Prevost, tenía un bajo perfil
mediático, pero, además, viendo sus primeros mensajes, presenta una alta
capacidad de síntesis, entre posiciones aperturistas y conservadoras. De nuevo,
caminando más “hacia el centro”.
Por otra parte, algunos
especialistas, no dejan de caer en la tentación del uso de ciertas categorías
politológicas. Así, dijeron que: “Prevost, era alguien que parecía venir de
‘fuera del círculo de los favoritos para ser Papa’” (“Un outsider”, dicen los conocedores).
Lo cierto, es que, en términos
estrictos, Prevost, “no estaba fuera del círculo de los Papables”; lo que sí es
veraz, es que León XIV, refleja la dinámica misma de la globalización:
norteamericano - latino (Nacionalizado
peruano), moderado para los aperturistas, de confianza, para los conservadores.
Y, por cierto, de madre española (El Cardenal, era Prevost Martínez).
Como lo diría el periodista y
sacerdote Jesús Bastante, su perfil es transversal y su biografía “es de
puentes”. Cuando se observa el estilo de León, se observa de buenas a primeras,
espíritu de diálogo, humildad, deseo misionero; no deja de ser esto,
“continuidad con Francisco”, signo de combate al clericalismo y cercanía con el
Pueblo de Dios (Categoría acentuada y rescatada, por el Papa gaucho).
Por otro lado, se sabía desde
antes del inicio del Cónclave, que los cardenales africanos, abrazan una visión
muy conservadora (Mucha gente con conocimiento y otros, muy ignorantes, en
redes sociales, pujaban por el Cardenal Robert Sarah); pero, tal parece que,
los africanos, vieron en Prevost, un siervo, que no cae en extremos, capaz de
escuchar, respetuoso de la diversidad eclesial: Los conservadores, buscando
subrayar la Tradición, los aperturistas, buscando subrayar la misericordia.
Súmese que, Francisco era
latinoamericano, Prevost, estuvo 20 años en Perú, primero como misionero, luego
como Obispo de Chiclayo, lugar de periferias y pobrezas; de religiosidad
popular; un ejemplo de los desafíos de Latinoamérica.
Creo que, Juan Pablo II, nunca
dijo qué modelo teológico era el de su visión doctrinal, el de Benedicto XVI,
era más que evidente, y Francisco, hablaría de la Teología del Pueblo (Rama de
la Teología de la Liberación); ya veremos si León hablará de esto, por lo
pronto, periferias, pobrezas y religiosidad popular, dan espacio al avance de
modelos teológicos aperturistas.
La praxis pastoral de Prevost, permitió
que Francisco, primero, le hiciera Cardenal (2023) y luego le encomendara, la
renovación del episcopado mundial; esto es clave, Francisco se encontró un
obispado polarizado (Polarización que se ocultaba bajo la imagen mediática de
Juan Pablo II y, la sutileza de acción de Benedicto XVI. Por cierto, el
segundo, no dejaba de ser un burócrata de la Curia Romana).
Como Prefecto para el Dicasterio
de los Obispos; y Presidente de la Comisión de la Pontificia Comisión para
América Latina, el hoy Papa, es arquitecto de una nueva generación de obispos:
cercanos, humildes, con compromiso social (Diríase desde la Doctrina respectiva
de la iglesia); con compromiso liberador (Diríase desde la Teología de la
Liberación); con compromiso con el pueblo (Diríase desde la Teología del
Pueblo).
Regresando a términos políticos,
“los Franciscanistas”, lo ven como garantía de la primavera eclesial de la que
ya hemos hablado: garante de la Sinodalidad, garante de concretar “la iglesia
en salida”; pero, también, en términos de “la política como ciencia de
realidades”: los conservadores, esperan que, “en su camino al centro”, se
vuelvan a atraer a los donantes de Estados Unidos, aquellos que se alejaron
porque: “hay un montón de obispos radicales y había un Papa, con tufo marxista”
(Conste, esa acusación se la hicieron en el pasado, a Juan XXIII y Pablo VI).
Por lo pronto, León XIV, nos
trasmite paz (Su mensaje central) y serenidad. A los creyentes, nos refuerza el
gozo, como fruto del Espíritu Santo; León es pastor (Como Francisco); un hombre
de confianza del Papa recién fallecido, conocedor del estamento del Orden, pero
también, del estamento de los laicos y las laicas. Se ha movido en la
institucionalidad, pero también en el carisma de la vida fraterna.
Asimismo, para los que nos
sentimos a gusto con muchas de “las teologías de la Liberación” (Esto es digno
de un trabajo aparte); la elección de su nombre, nos dice mucho: León XIII, fue
el iniciador de la Doctrina Social de la Iglesia; esto quiere decir que los
pobres, siguen en el corazón del sucesor de Pedro.
III
Pero también la escogencia del
nombre, recuerda a León Magno: esto nos lleva a retornar a la historia de la
iglesia: Philippe Henne, en su biografía de esta personalidad (Del año 2015),
nos dice, en términos generales lo siguiente: León Magno, fue elegido Papa a
mediados del siglo V (440 – 461), no solo fue el Papado más largo del siglo V,
sino, también de los más gloriosos, pero no exentos de revueltas sociales,
eclesiales y teológicas. Pese a ello, es el primer Papa, al que se le da el
título de “Magno”.
León I, tenía una preocupación
clave: confesar y predicar a Jesucristo, Dios y hombre verdadero. Como es
sabido por la historia eclesiástica, los Concilios, fueron precisando postulados
esenciales del cristianismo, León Magno, fue maestro de este postulado, esta
tesis, encontró precisión teológica y validez canónica, en el Concilio de
Calcedonia.
León Magno, tiene como sus
antecedentes, el haber asistido a la escuela romana, donde tuvo una profunda
formación teológica. Esto, junto al estilo retórico de los autores clásicos.
Luego hará labor diplomática y, precisamente estando en ello, muere en Roma, el
Papa Sixto III (El 19 de agosto del 440).
Así, la iglesia, decidió elegir
como Papa, al diácono León. El 29 de septiembre del 440, fue consagrado obispo
de Roma. Ese día celebrará la Misa con todos los obispos sufragáneos de la
diócesis de Roma.
Este Pontificado coincide con uno
de los periodos más complejos de la historia: el imperio romano, caminaba hacia
una debacle ineludible, además, la iglesia combatía una serie de herejías: el
arrianismo, el semipelagianismo y el pelagianismo, digamos completo; además,
resurgía el maniqueísmo y el nestorianismo. Ya en pleno Papado de León I,
surgirá el monofisismo.
Por su parte, políticamente, los
bárbaros, ejercían presión en todas las fronteras del imperio. El Papa León
Magno, tiene claro que, siendo sucesor de Pedro, “debe confirmar en la fe a los
hermanos”; esa confirmación, tiene que ver, con la fe en Cristo Jesús. Del
mismo modo, debía reafirmar la cohesión interna de la iglesia.
De seguido, se dará un evento
clave en su pontificado: Atila, atraviesa los Alpes, y entra en Italia. El
Huno, estaba dispuesto a asediar la ciudad de Roma. El emperador Valentiniano
III, no contaba con ninguna fuerza militar, que le permitiese tener
posibilidades de triunfo. Con tal situación, se decide que, el Papa, encabece
una delegación, que frene el avance de Atila. La reunión, se llevará a cabo en
la ciudad de Mantua.
El Papa era creyente que Dios,
ayuda a la gente de piedad. Atila quedó impresionado ante la presencia del
Papa, se retiró al otro lado del Danubio, firmando la paz. Se cuenta que,
Atila, tuvo una visión mientras hablaba con el Papa. Esto lo dejó representado
Rafael, en unos frescos, que están en las instancias vaticanas: en la visión,
Pedro y Pablo, con las espadas desenvainadas, amenazaban a los Hunos. Esta
leyenda alimenta la decisión del bárbaro antes expuesta. Atila muere el 454.
León I, tuvo contacto con obispos
españoles que, tenían que pastorear territorios dominados por arrianos. Ante
esta situación, ellos dependían constantemente del Vaticano. Pero fue Oriente,
el que presentó mayores problemas disciplinares y dogmáticos. En ese proceso,
el Papa fallece.
En Constantinopla, mantuvo
constantes contactos con el Patriarca Flaviano, pero el que más se conoce, está
relacionado, con el tema de la Cristología: la influencia de los monasterios,
iba ganando terreno en esa ciudad: un monje, Eutiques, fue acusado de no ser
fiel a la fórmula de: “Cristo, Dios y hombre verdadero”.
Eutiques, dice que sus tesis no
son entendidas. Acude al Papa. León, pide informes a Flaviano y pide que se
convoque a un Concilio, pues en el fondo, lo que decía el monje, era que,
Cristo, une dos naturalezas, pero no que las posee. Eutiques, comenzó a
propagar su “cristología”.
En el Concilio, se pidió que se
leyera la carta que León I, había dirigido a la asamblea, pero, se objetó que,
primero había que leer una serie de cartas, hechas por el emperador. Aumentó la
tensión. Entonces, uno de los participantes, dijo: “Si alguien dice: ‘de dos
naturalezas’, sea anatema” (Quien así se expresa es de nombre: Dióscoro, que en
otras palabras, dice: quien siga la formula cristológica, aceptada por la
iglesia, sea maldito, que es el significado de: “anatema”).
Con esto, entra la jugada
política: Flaviano, abraza la ecuación eclesial (Dos naturalezas), por lo
tanto, debe ser: “anatema” y en tanto, “maldito”, debe ser depuesto del gobierno
de la urbe. A los dos días, fue depuesto y desterrado.
En el noveno aniversario de la
elección de León, en Roma, se realiza un Sínodo: en éste, se critica las
decisiones tomadas en Éfeso (Lo teológico y lo político); Dióscoro, terminará
enfrentando a todo Oriente con Roma.
Véase lo fuerte de la situación:
lo decretado en el Concilio de Éfeso, era negado por el Sínodo de Roma, es
decir: “la autoridad del Papa, está por encima de la del Concilio”, es
tremendo: un Concilio, no es confirmado por el Obispo de Roma; es decir, no
será recibido por la iglesia universal (católica).
León piensa en la convocatoria de
un nuevo Concilio, pero en Italia. Una vez más: “En efecto: la autoridad del
Papa, está por encima de la del Concilio”, pero León, es claro, en que no puede
quitarse de la instancia conciliar, para regular un tema doctrinal – dogmático,
más uno, de esa magnitud (Uno de los pilares de la Cristología católica).
El 17 de mayo, el Concilio es
convocado en Nicea, pero termina realizándose en Calcedonia. En él, se dio la mayor asistencia de la
antigüedad: cerca de 600 obispos, incluidos, tres legados pontificios y dos
obispos, huidos de África. Eso sí, la inmensa mayoría, eran orientales (Los
legados y los escapados del “Continente Negro”, eran occidentales).
En la segunda sesión: “la misión
Papal”, pide la redacción de una fórmula de fe. Los obispos se niegan,
abrazados a las conclusiones llegadas en Éfeso, así, se lee lo escrito por el
Papa a Flaviano (“Tomus ad Flavianum”: “El Tomo a Flaviano”); la manera en la
que el Papa expresa que Cristo, es Dios y hombre verdadero, muestra la
evidencia de que: “esta es la fe de los Padres. Esta es la fe de los Apóstoles.
Así lo creemos todos.”.
De ahí, la famosa frase expresada
por el Concilio: “¡Pedro ha hablado por León!”; Pedro, por León, sustenta la fe
de los Apóstoles. Pedro por León, sigue legitimando la doctrina Patrística (Periodo
que va, más o menos, del año 100 al siglo VIII).
¿Quién es el anatema?: el que no
cree como Pedro, el que no cree como los Apóstoles, el que no cree como los
Padres: el que no cree como el Papa: “Jesucristo es verdadero Dios y verdadero
hombre. Hijo de Dios, por tanto, Dios mismo, Hijo del Padre, hombre es
Jesucristo, hijo de María”.
Los años que siguieron, fueron
difíciles para León I, las sublevaciones en Oriente, se intensificaron. Es el
momento ya dicho de la invasión de los Hunos, pero también, los Vándalos,
invadieron Roma. Por su parte, en los monasterios de Palestina, se extendía la
herejía ya condenada del Monofisismo.
En otro orden de cosas, León se
entregó a predicar; los sermones, los escribía él mismo. Ellos, en mucho, serán
la base de la Teología Litúrgica actual. Por ejemplo, no dejan de encontrarse
evidencias, del actual “Año Litúrgico” en el Papado de León.
Asimismo, es interesante que,
esos sermones son cortos. Valga decir, que el primer sermón de León XIV, fue
corto: es decir, León I, Francisco y León XIV, resultarían ejemplos de
elocuencia sagrada: eso sí, en el caso del Magno, su fuerza doctrinal, viene de
la Liturgia.
La dinámica de León I era: vivir
la fe (La praxis), explicarla en sus cartas y sermones (Teología) y,
condensarla en fórmulas dogmáticas; de ahí derivaría el ya citado “Tomo a
Flaviano”; como lo dijera quien fuera Obispo de Córdoba, España, Demetrio
Fernández: León era: “…santidad vivida, en su liturgia bien celebrada, de ahí
su fuerza para gobernar”.
En suma: geopolíticamente, el
mundo de León I, se derrumbaba. La iglesia estaba en una profunda crisis. Pero
el Magno avanzaba, cumpliendo con su deber. León tiene claros los conceptos del
honor, propios de la cultura romana, pero también discierne el bien común,
fruto de su fe cristiana.
Ante los maniqueos, el Papa es
implacable: conforme los va conociendo, los va fulminando: ellos, desfiguran el
verdadero culto, pero, además, se entremezclan de manera maligna, entre el
pueblo creyente.
Frente a la fortaleza del Papa,
se oponía la debilidad del emperador (Valentiniano III); más que cristiano,
Valentiniano es un “ocultista”, su madre, Gala Placidia y su general, Aecio,
son fuertes: ellos ven que: “el imperio tiembla, pero todavía no se derrumba”. Pero
ambos morirán y Valentiniano, es objeto de un homicidio.
En Oriente, como ya lo hemos
visto, el emperador – niño, Teodosio II, es superado por Eutiques y Dióscoro.
Esta es la palestra del Papado de León I. En su fuerza, la iglesia va
adquiriendo autonomía. Ante la debilidad del emperador, debe asumir roles
políticos (Ya hemos visto su encuentro con Atila).
Así, la magnanimidad de León, se
encuentra en la justicia y la misericordia; inclusive, puede sonar esto
contradictorio, pues hemos dicho que, León con los maniqueos, fue implacable:
esto, porque ellos, se endurecieron; la dinámica del Papa es: “el error es
perdonable, el endurecimiento no”.
En estas situaciones, llama la
atención que, león I, pueda identificarse, con un Papado pastoral: él vela por
el bien del rebaño que le ha sido encomendado, la firmeza de los propósitos, se
combina con la simplicidad de la expresión (¿No hemos visto mucho de esto en Francisco
y, no parece ser esa, la senda de León XIV?).
IV
Regresemos a la actualidad: a
Juan Pablo II y Benedicto XVI, les agradaba la pompa. Francisco, freneará eso
en lo que puede: con León XIV, regresarán las vestimentas tradicionales:
regresó la muceta, esta especie de capa de color rojo, que el Papa lleva sobre
los hombros.
Se dice que la muceta es signo de
autoridad pontificia, pero también significa el rol pastoral (“Apacentar las
ovejas”); la estola Papal, es autoridad sacerdotal, pero también, “el yugo del
Señor”, la responsabilidad de servir a Cristo y a su iglesia; es signo de
entrega y obediencia total al Evangelio. La estola, además, reflejaría la
vocación obispal, vocación que compartiría, el colegio episcopal. Súmese que la
estola, es signo de dignidad espiritual (La victoria sobre el mal), esa
victoria, como fruto de la gracia de Dios.
Juan Pablo I, fue el último
Pontífice que usó la silla gestatoria; la tiara, fue eliminada por Pablo VI.
Eso sí, Benedicto XVI, la recuperó en su escudo. Lo cierto, es que, con León, parece
que vuelven las vestimentas tradicionales: “¿Un giro de la izquierda al centro,
para dar gusto a los conservadores?”.
Pero: “el hábito no hace al
monje”: cuando se enfocó el rostro del Papa, se le veía profundamente
emocionado: no era una imagen triunfalista, era la imagen de quien acepta la
vocación, una vocación que implica las oscuridades de los profetas (La
persecución, la depresión de Elías, la denuncia de lo incorrecto, que no
siempre es comprendida); una vocación, que, como la de Jesús, tiene su pasaje
por Getsemaní.
El Papa ha hablado y de su boca,
han salido palabras de paz y esperanza. Habla en nombre de su Señor, “el
Resucitado”. En términos de Teología Bíblica, uno de los títulos de Jesucristo,
es el de: “León de la tribu de Judá”, ese león, en el Apocalipsis, es digno,
ese león, es el que en la Parusía (La Segunda Venida de Cristo), gobernará la
tierra, pero es (Lo dice el profeta Isaías), “Príncipe de la paz”.
Este representante del León de la
tribu de Judá, nos referimos aquí al Papa, nos dice que, como lo expresara su
predecesor, en la iglesia, caben: “todos, todos, todos”; repetimos: debe
concretarse “la iglesia en las periferias” y no, “la iglesia y teología del
“rebaño pequeño” o remanente” (Propia, por ejemplo, de Benedicto XVI). Es la
iglesia Sinodal, que iniciara Francisco.
Por cierto, esa Sinodalidad, la
muestra León XIV, en la cita de su maestro espiritual: San Agustín: “con
ustedes soy cristiano y para ustedes obispo”. Se renueva el voto, por la lucha
contra el clericalismo.
El Papa ha rezado junto a la
feligresía: ¿Cómo no hacerlo si se ha amparado al Cristo resucitado?: como
creyentes, hay gozo, pero también hay expectativa: ¿Cuán al centro irá León
XIV, viniendo desde la izquierda?
Recuerda uno, a aquel personaje
de la miniserie, “Jesús de Nazaret”, “Zerah”, quien le diría a Judas Iscariote,
“interesante tu maestro, seguiremos observando su misión”: la misión del Papa,
seguirá siendo observada.
El Papa, como Pedro, debe guiar
la Barca. En esa guía, los componentes de la barca, pueden hacer avanzar al
mundo, un poco más cerca del Reino de Dios. Todo claro está, con su gracia. Por
lo que se ve, el Cónclave se abrió a la acción del Espíritu Santo, con lo dicho
aquí, está claro que, la fe y la razón, no se separan (Esto deberían saberlo
muchos científicos sociales, a los que, con humildad les recomendamos, la
lectura de la Carta Encíclica: “Fides et Ratio” de Juan Pablo II).
Una evidencia de lo antes dicho
es, que los Cardenales electores, tuvieron claro que, Francisco, mostró que
“todos, todos, todos”, en la iglesia, pueden encontrar espacio vital, Evangelio
(Buena Noticia) y seguridad.
Con lo expresado, es claro que,
“León XIV, no es Francisco II”, Prevost, ya va mostrando su forma, su pensar,
su estilo. Pero lo cierto es que, desde una visión liberadora: “el ser fiel al
Evangelio, significa seguir el programa que Jesús presentara en la sinagoga de
Nazaret” (Lucas 4).
Ahora, regresando a las
facciones, tal parece que, en un momento determinado del Cónclave, los
conservadores, vieron que no podrían hacer ganar a su candidato o candidatos.
Dada la elección de León XIV, una de las grandes conclusiones que se podrían
extraer, es que cardenales como Burke o Sarah, deberían ir buscando su retiro.
Por otro lado, se sigue rompiendo el eurocentrismo, América seguiría siendo “el
continente de la esperanza”.
Finalmente, no se puede olvidar
que, la gran revolución de Francisco, es el retorno a la senda del Concilio
Vaticano II. Ya León, les ha señalado a los Cardenales, la plena adhesión al
camino iniciado por Juan XXIII.
De éste, la Sinodalidad y el
abrazo a la Opción Preferencial por los Pobres. en estas materias, el Papa León,
abraza “Evangelii Gaudium” y en esto, vemos elementos de la Teología del
Pueblo: piedad popular, cuidado de los débiles y el diálogo con el mundo
contemporáneo.
Asimismo, Francisco y León, se
conectan con las tesis de Pablo VI: que la fe y el amor, guíen a la humanidad
de buena voluntad, con lo que se podría alimentar la solidaridad, y recibir las
bendiciones de Dios, su fuerza que todo lo santifica.
Como puede notarse: Francisco
veía a Pablo VI; León está viendo a Francisco, con lo que, en el fondo se está
reivindicando la figura de Montini, aquel que tuvo que comenzar a concretar el
Concilio Vaticano II, en medio de las “tormentas de conservadores y
aperturistas”.