Un apunte desde el pensamiento cristiano.
Un apunte desde el
pensamiento cristiano.
Ocean Castillo Loría.
La introducción de este apunte
desde el pensamiento cristiano, es sencillo: en el primer acápite, vemos una
dimensión más política de esa corriente, en el segundo, si se quiere, sin
perder la dimensión social, una faceta más teológica y en el tercero, sacamos
una conclusión más filosófica o desde la sociología de la religión o desde la
fenomenología de ésta, vaya usted a saber.
Sin más comencemos…
I
Todo pensamiento político, tiene
un diagnóstico (“Un ser”) y una propuesta (“Un deber ser”). Tal es el caso del
pensamiento cristiano. El “deber ser” de ese pensamiento, contempla:
-
Que los políticos dialoguen.
-
Que se sientan hermanos en fraternidad por
encima de sus diferencias.
-
Que los enfermos (Esto es clave en tiempos de
pandemia) y los pobres, sean los verdaderos protagonistas de la vida política.
-
Que se transite la senda de una frugalidad
compartida y que Costa Rica, no sea en América, un país líder en las
desigualdades.
-
Que logremos comprender fenómenos globales como
la migración, y que, entendamos que no todo es xenofobia, pero tampoco todo
puede ser, “apertura anárquica”.
-
Que nuestro catolicismo, vuelva a tener una
dimensión social.
-
Que no se borren bajo un falso “extremo centro”,
las diferencias de la derecha y de la izquierda, pero que, pese a ellas, haya
un sano intercambio.
Asimismo, es propio del
pensamiento cristiano, que “el deber ser”, no depende de la “belleza” de los
objetivos perseguidos, sino, de un verdadero cambio de actitud de los actores
involucrados en este caso, en la política.
Esto es clave a la hora de hablar
desde el pensamiento cristiano. Pero además, desde un pensamiento cristiano
Latinoamericano liberador, debe partirse de la realidad (De la praxis) a la
teoría. En el caso costarricense, ese partir de la realidad, no significa dejar
de lado la esperanza, ni caer en “el complejo de inferioridad costarricense”.
Todos somos iguales… pese a que,
desde determinadas teorías de las Ciencias Sociales, hay países mejores que
otros. En el fondo, hay virtudes y errores en el manejo político desde
(Digamos), Haití hasta Alemania.
Lo cierto es que, con Costa Rica,
al ser nuestro país, sentimos una gran responsabilidad…
Así, desde el pensamiento
cristiano: debe procurarse que, los costarricenses seamos más fraternos y menos
partidarios de la “cultura de la muerte”. Por ello, los enfermos (Esto es clave
en tiempos de pandemia) y los pobres, deben ser los verdaderos protagonistas de
la vida política. La vida y sus condiciones (Contrario al pensamiento
economicista), no deben ser ocasión de lujo para los menos, y de pobreza o
miseria para los más.
Desde esa perspectiva, a la
visión cristiana, se une la visión socialdemócrata, en busca del
fortalecimiento y ensanchamiento de la clase media, en donde no se concentre la
riqueza y se normalice la miseria. En este punto, la propiedad deja de ser un
derecho cuando:
1) Desde
la Doctrina Social de la Iglesia: ella (La propiedad), está por encima del
derecho al trabajo.
2) Desde
la Socialdemocracia: no se cumple un Ingreso Mínimo Vital para las mayorías.
El problema en Costa Rica, es que
la política fiscal, ni siquiera contempla el sano control del gasto (En lo cual
tienen razón los liberales), con lo que la ciudadanía mira esa política como un
robo, y no, como debería ser: una devolución de impacto social, de lo que de
por sí, ya es nuestro.
Bajo este contexto, es que Don
José Figueres Ferrer, hablaba en su obra: “La Pobreza de las Naciones”, de la
imperiosa necesidad de una “sociedad frugal”: que se transite la senda de una
frugalidad compartida, y que Costa Rica, no sea en América, un país líder en
las desigualdades.
Asimismo, como bien sabemos,
estamos en plena campaña electoral y no deberíamos volver a la idea de que
estamos en una confrontación entre izquierda y derecha o aun peor: entre
libertad y socialismo.
Esto es clave, porque refleja la más burda manipulación: desde la Antropología, cuando la libertad pierde su dimensión social, se transforma en egoísmo puro, por tanto, la falacia sería: votar entre egoísmo y solidaridad. Súmese que, desde la Ciencia Política, no hay socialismo, sino, socialismos: el utópico, el materialista, el reformista y hasta el cristiano.
Adicionalmente: en esta campaña electoral, se está cayendo en el viejo vicio de hablar de la solución de los problemas nacionales, por medio de frases indiscutibles, de modo tal, que se pueda “tapar”, lo discutible de las soluciones propuestas.
Que nuestros precandidatos, no
crean que todo se resuelve diciendo: “Vamos con todo” o “Costa Rica merece
ganar”. Que no crean los liberales que todo se resuelve con el capitalismo
salvaje (Juan Pablo II) o que los pseudo progresistas, crean que todo se
resuelve con marxismo cultural.
Hoy, el pseudo progresismo, ha
enfermado más el planeta y el capitalismo salvaje, sigue destruyendo los
ecosistemas…
El avance basado en la dignidad
humana y en el bien común, volcado en el bienestar del mayor número, debe ser
colocado por encima del libertinaje de mercado, por encima de la revolución
científico – tecnológica sin ética.
Por otro lado, hemos dicho que:
logremos comprender fenómenos globales como la migración, y que, entendamos que
no todo es xenofobia, pero tampoco todo puede ser, “apertura anárquica”: cuando
se mira este tema desde el “primer mundo”, se podría conducir a la conclusión,
de que ese “primer mundo”, ha explotado al “tercer mundo”, de donde proviene la
migración.
El asunto es que la migración que
recibimos aquí, plantea una dinámica de: “países subdesarrollados a países subdesarrollados”.
Sin embargo, en este punto, cabe una hipótesis: de acuerdo al modelo
monetarista, nosotros ahora, somos un territorio de “renta media”: ¿En razón de
ello, estaríamos obligados a recibir migrantes de países que no lo son?
En otro orden de cosas: “estamos
en el año del bicentenario” y es verdaderamente doloroso, que un gobierno como
el actual, haya querido manipular este concepto: primero: en la improvisación
de un gabinete, que llamaron: “gobierno del bicentenario” y luego, hablando de
200 años de vida independiente, pero a la vez, hundiendo al país, cada vez más
en dependencia, fruto del mal manejo de la política fiscal.
Quizás suene herético, pero para
un cristianismo liberador, la verdadera patria, deben ser: los pobres y las
víctimas del sistema neoliberal. Cuando un país está dividido, no puede
pensarse en la lógica de la imposición, menos sustentados en argucias jurídicas.
Por eso de nuevo: todos debemos dialogar.
Este diálogo, debe aceptar que el
fin no justifica los medios y que, las metas no pueden ser logradas por formas
anti éticas, lo cual puede acabar de manera desastrosa. No se trata de decir,
que: “unos somos malos” y “otros somos buenos”.
II
En este apunte, no podemos dejar
de hablar de la responsabilidad de los medios de comunicación. Es
verdaderamente triste, que actualmente nuestra televisión abierta, se basa en
programas de chismorreo. Desde el cristianismo, la difamación es pecado grave,
y más grave, que las fornicaciones que son “comidilla” en este tipo de
programas.
Sí, como se acaba de leer… aunque
el cristianismo liberador sea acusado de comunista…
Por otra parte, no se puede
olvidar que, la religión institucionalizada tiende a trocarse en fariseísmo, y
este pecado es el que más denuncia el Evangelio (No en balde, por esas
denuncias, mataron a Jesús de Nazaret)
Ya en España y también en Costa
Rica, ha habido pastores y sacerdotes que han hablado de persecución política,
porque la COVID – 19, ha obligado a suspender o restringir los actos de culto
público (Al momento de escribir este texto, la Iglesia Católica costarricense,
ha suspendido por un nuevo año, “la Romería”)
Asimismo, desde la Teología
Católica, cabe reiterar que: Dios no requiere de nuestro culto, somos nosotros
los que requerimos los sacramentos, para acercarnos a Dios, pero, además, el
principal sacramento es el amor entre nosotros. Y si bien, en un futuro Estado
Laico, las “leyes” no deben ser cristianas, esa situación, tampoco debería ser
utilizada para aislar a los creyentes, de la esfera política.
Pasando esta página: vale hacer
notar que hemos pasado de una obsesión sexual moralizante a una obsesión sexual
libertina, que tampoco nos ha ayudado a resolver nuestros problemas en esta
materia.
Los novios y los matrimonios,
deberían entender que: “calidad sexual, no puede ser cambiada por cantidad
sexual”, lo cual no logra satisfacción, pero sí, claros escenarios de esclavitud.
Además, en esto ha perjudicado el pseudo progresismo: la sexualidad femenina y
la masculina son distintas. La segunda funciona por la dinámica: “estímulo –
respuesta”. Esto podría hacernos caer en réplicas de tipo machista, lo cierto,
es que, en vez del juicio y la represión, debería de trabajarse, empezando por
los medios de comunicación, los cuales presionan por alimentar una masculinidad
opresiva.
Abordando otro tema: esperaríamos
que pasando esta experiencia de la pandemia y posteriormente, revaloremos a la
educación y a los educadores. Esto es fundamental, tomando en cuenta nuestras
reservas educativas en la actual coyuntura:
-
Parece que no hemos pasado por la educación
preescolar.
-
Fiestas juveniles irresponsables, que nos deben
hacer preguntar: ¿Cómo está educando el sistema?
-
Políticos dispuestos al engaño, montando
“cortinas de humo”, para desviar la atención de la agenda verdaderamente
urgente de este país.
En fin… entre más se estudia la
historia de la humanidad, más se descubre que, los grandes problemas de ella,
no son resueltos por las armas o por “grandes líderes” del tipo: “Costa Rica
merece ganar”.
Los grandes problemas se
resuelven desde un Espíritu diferente.
Desde ese Espíritu, que denuncia
lo incorrecto y anuncia la esperanza.
Pero que, precisamente por eso,
los hombres y las mujeres que lo encarnan, son rechazados y etiquetados, con
las censuras de cada época (Es interesante que en pleno siglo XXI, a los
reformistas, los marxistas nos llamen neoliberales y los neoliberales, nos digan:
¡comunistas!)
Ahora bien: uno de los grandes
errores de la educación costarricense, es habernos enseñado que nuestra
democracia es un modelo ya hecho: la democracia es un proceso: en este momento,
la verdadera celebración del bicentenario (Un suspiro en la historia), debería
hacernos recordar a los que se han jugado la vida por ella, en los diversos
periodos de nuestro devenir.
Nuestra política necesita
personas como Moisés, como Mandela, como Luther King, como Kennedy, como
Monseñor Romero…
III
Y es que los necesitamos, porque
en buena teoría: el sistema político, por principio (El uso legitimado de la
fuerza), debería subordinar a los otros subsistemas sociales: entre ellos, la
economía. Pero desde hace tiempo, estamos al revés: la economía subordina a la
política.
En esa subordinación, la corrupción,
en muchas ocasiones, “corre a sus anchas”: es el dinero sucio, que no puede “terminar
de limpiarse del todo”, bajo el desenfreno del capitalismo salvaje”: frente a
esto, muchas veces, los ciudadanos y los consumidores, “somos tratados como
tontos”, en una realidad que se convierte en “cínica comedia”.
Frente a ello, se nos presenta la
realidad de las migraciones y la destrucción de los ecosistemas. A unos, los
une la ambición; a otros, nos separan las barreras humanas. Todo esto en medio
(Por la pandemia), de la lucha por la supervivencia: estamos pues, ante lo peor
del alma humana (Mas, aunque no lo hemos reseñado aquí, también por la
pandemia, hemos estado ante lo mejor)
Desde el pensamiento cristiano,
desde la filosofía o ciertas filosofías cristianas, se nos presenta la experiencia
de Dios como una especie de “sufrir”. Pero digamos que ese sufrir, esa experiencia
de luces y sombras, que estamos viviendo, es una experiencia de lo sagrado:
experiencia que el laicismo radical, no entiende.
Eso sí: no saldremos de esta
prueba, por ser cristianos o no ser cristianos. Por ser ateos o no serlo.
Saldremos de esta prueba, por la
solidaridad: por ser hermanos y hermanas. Y en eso sí, Jesucristo, tiene mucho
que enseñarnos. Dicho lo anterior, entonces: los que nos decimos cristianos, deberíamos
ser más responsables, deberíamos estar más dispuestos al servicio y a la solidaridad.
Ese es el desafío de nuestra fe.