Reflexión de Navidad: Del Adviento a la Misa de la Noche (I)
Reflexión de Navidad:
Del Adviento a la Misa de la Noche (I)
Ocean Castillo Loría.
Introducción.
Con Cristo se realizan las
promesas mesiánicas y alcanzan su plenitud los hechos de salvación del Antiguo
Testamento. Con él se inaugura el año del Señor, el hoy diario y perenne de la
salvación en Cristo a lo largo de la historia.
Desde la perspectiva católica, el
año litúrgico se basa en la historia de la salvación y fue creado por la
Iglesia para que podamos vivir sacramentalmente, el hoy de Cristo. Eso no significa
que hay un tiempo sagrado y otro profano, pues todo tiempo es de Dios. Al
revivir cada año distintos momentos del misterio de Cristo, la liturgia nos
ayuda a progresar en nuestra vida cristiana.
En la presente reflexión de
Navidad, recorremos varios niveles: en el primer acápite, repasamos algunos de
los elementos de la primera parte del tiempo de la preparación para la Navidad
(Es decir, el Adviento); así, por ejemplo, en ese acápite, referimos a la
figura de Juan el Bautista.
En el segundo acápite, repasamos
los elementos propios de la liturgia de la Palabra de Adviento del 17 al 24 de
diciembre. En esta etapa, fueron los Evangelios los que marcaron el ritmo y nos
condujeron hacia la Navidad. La organización de esas lecturas es:
-
La genealogía de Jesús, según San Mateo (17 de
diciembre 2020)
-
El anuncio a San José (18 de diciembre)
-
El anuncio a Zacarías en el templo (19 de
diciembre)
-
El anuncio a María (20 de diciembre)
-
La visitación de María a su prima Isabel (día
21)
-
El cántico de María (día 22)
-
El nacimiento de Juan el Bautista (día 23)
-
El cántico de Zacarías (24 de diciembre)
El centro de los Evangelios de
estos días, es la Virgen María, las primeras lecturas, preparan al contenido de
los Evangelios (Esperamos ver esta dinámica en el acápite II de esta reflexión)
En el acápite III, reflexionaremos en torno a las lecturas de las tres
Eucaristías del 24 de diciembre.
Ahora
bien, el relato del nacimiento de Jesús, se presenta en los Evangelios
de San Mateo y San Lucas (Litúrgicamente, el de Mateo, se lee en la Misa
Vespertina de la Vigilia y el de Lucas, propiamente, en la Misa de la noche).
En la presente reflexión,
abordaremos ambos relatos, desde la teología bíblica (Católica y Protestante.
Dicho sea de paso, este abordaje ecuménico también lo hacemos en otros acápites
de este trabajo). Así las cosas, entraremos a profundizar San Mateo 1: 18 – 25
y San Lucas, 2: 1 – 14.
Estos textos, están dirigidos a
un conjunto de creyentes que saben que Jesucristo vive (Resucitado) y que ellos,
lo conocen por la oración y por su vida misma. Así, ellos miran el cumplimiento
de las profecías de Dios. Con los relatos del nacimiento, se mira que la luz de
Dios irrumpe con fuerza. Estos relatos son verdadera “Buena Nueva”.
Las falencias históricas sobre la
infancia de Jesús, eran de tal grado, que se inventaron leyendas sobre esta
etapa (Tal es el caso de la redacción griega, del evangelio apócrifo de Tomás,
donde el niño hacía pajaritos de barro y dándoles un golpecito, les infunde la
vida y los hecha a volar)
Seamos claros, “en términos de
historia pura”, no conocemos exactamente el día en que nació Jesús, los
primeros cristianos no estaban interesados en ello, de hecho, la primera fiesta
cristiana, era la Pascua. Para el siglo III (Días de Hipólito, Obispo de Roma),
se siente la necesidad de celebrar la Natividad por separado. Ya en el año 336,
en el “Depositio Martyum Filocaliana”, se cita la Navidad de Cristo, el 25 de
diciembre. Pero es interesante, que, desde antes, ya en el siglo II, María era
llena de alabanzas. De esa época, es la siguiente oración: “María por encima de
ti, solo Dios; por debajo de ti, todo lo que no sea Dios”.
Los cristianos de aquel ayer,
tomaron espontáneamente el tiempo del año en el que los días comienzan a
crecer: el 25 de diciembre (Fecha escogida desde el siglo IV) y el 6 de enero
(Esta última es la fecha escogida por Hipólito), son desde antiguo, las fechas
de la primera manifestación de Jesús sobre la tierra.
Así se cristianizan fiestas
paganas, lamentablemente esto que es secundario se ha convertido en lo
principal entre muchos críticos del cristianismo. La principal razón de las
fechas es más humana y sencilla: la nueva luz viene a la naturaleza. Con ella,
se celebra la luz que no se extinguirá jamás, es una luz espiritual.
Conste que, en la escogencia de
la fecha, hay un elemento de rebelión política: se desafiaba al emperador
Aurelio, que se hacía adorar en esas fechas como “el sol naciente”. Era (Es),
Jesucristo el sol de justicia, el astro que nace de lo alto, para iluminar a
los que viven en tinieblas y sombras de muerte.
Lo cierto es que Jesús nace en el
marco de la historia, por ello, a pesar de que una visión laicista quiere
olvidarlo, la historia se divide en antes y después de Cristo. En esta
construcción temporal, Dionisio, el Exiguo (El pequeño), monje del siglo VI,
sustituye la antigua numeración que iniciaba en la fundación de Roma.
¿Pero cómo hizo Dionisio?: leyó
Lucas, capítulo 3, versículo 23: “Jesús tenía unos treinta años cuando comenzó
su actividad…”. El asunto es que Dionisio interpretó: “Jesús tenía 30 años
cuando comenzó su actividad…”. Es decir, pasó por alto que el Evangelio
presenta una edad aproximada. En ese marco, Dionisio pensó que Cristo nació en
el 753, de la fundación de Roma, cuando el evento pudo haber sido entre el 747
y 749.
El resultado es que el monje
falla entre 4 y 7 años en su cálculo, pero eso no tiene en términos de
veracidad tanta importancia (Aunque en términos de exactitud, sí lo tenga); hay
un mensaje que es el importante: con Jesús, la humanidad comienza una era nueva
(Esto es respaldado por teólogos como San Ambrosio)
En términos de géneros
literarios, los relatos de Mateo y Lucas, son definidos como “midrash”, en
ellos, se mira como Jesús viene a ser la culminación del plan de Dios que se
viene concretando desde el Antiguo Testamento.
Punto
aparte, esta amplísima reflexión, nace bajo la idea inicial, de que esta
Navidad, será más silenciosa, lo que favorece la cavilación y la lectura más
profunda…
Quizás
sea muy semejante a aquella primera Navidad que aquí reflexionaremos y que, nos
relata con sus bemoles, tanto San Mateo, como San Lucas…
Quizás
haya pocas luces en la tierra, pero la Estrella de Belén, nos ha de seguir
guiando…
Tal
vez, las particularidades de esta Navidad, nos coloquen como aquellos pastores
en los campos, que vigilantes en la noche, oyeron el mensaje de los ángeles y
encontraron la verdad…
Esta es
una Navidad diferente: en muchas familias, no habrá grandes mesas ni banquetes,
pero habrá lágrimas… habrá ausencias… en ellas, a lo mejor, podremos volver al
portal y teniendo en nosotros al niño Jesús, encontremos consuelo. Quizás,
mirando al niño, podamos decirle, como dijera San Felipe Neri: “Jesús, sé Jesús
para mí”.
Que no
estén llenas nuestras calles de gente… pero que nuestro corazón esté encendido
en el fuego del Espíritu, que nos ha permitido la espera (El Adviento) y su
llegada (La Navidad)
Hay
Navidad, porque Dios está con nosotros (El niño Jesús, es Dios – con –
nosotros); porque nos llama a la liberación: porque, atención, en todos estos
años, hemos olvidado que Jesús no nace iluminado por lucecitas de portal, sino,
que nace, en un comedero de animales, pobre y compartiendo su pobreza.
Pobreza
que es hoy para nosotros: prueba, lloro, angustia y ausencia…
Queridas
amigas y amigos: hay Navidad, porque necesitamos una luz en medio de esta
oscuridad, de esta penumbra. Fijemos los ojos en el niño Jesús, llenos de amor
y de gracia. En esos ojos, en ese amor, en esa gracia, hasta el temible Covid –
19, pierde su fuerza.
¡Hay
Navidad… Dios nace y nos trae libertad!
I
En tiempos como los que estamos
viviendo, no podemos olvidar que tanto la espera de la Navidad, como la Navidad
misma, son un llamado a la confianza. Dios nos quiere salvar a todos, en medio
de la incertidumbre que vivimos. Si ponemos buena voluntad, podremos ver los
caminos de salvación, para ello, resulta fundamental que, los creyentes vivamos
como vivió Jesús.
De lo contrario, veremos esa luz,
en gentes y ambientes que “no se consideran cristianos”. Recordamos al
centurión romano, que pide a Jesús que sane a su sirviente (Mateo 8: 5 – 13);
con esa misma humildad, deberíamos pedir que Jesús, sea nuestra perenne
Navidad.
Este tema de la humildad es
central. Quizás, este año que hemos vivido el azote de la Covid – 19, podamos
ser más humildes, de modo que podamos vivir el amor de Dios, de modo que
podamos acercarnos a ese “comedero de animales”, donde fue puesto Jesús y,
viendo a este niño en medio de la pobreza, nos sea revelado por el Padre, el
Hijo de Dios.
Quizás este año sea diferente,
porque por primera vez en mucho tiempo, los “sabios”, los “orgullosos”, los que
por años no se han preparado para la Navidad, puedan verla, a la luz de la
impotencia que nos produce la pandemia.
Dijo el profeta Isaías: “Y brotará un retoño del tronco de Isaí, y un vástago de sus
raíces dará fruto.” (Isaías 11: 1); ¿Qué puede significar ese retoño para
nosotros?: más paz, más reconciliación, más justicia. Eso en nuestro país, en
el sistema internacional, en nuestra casa, en nuestra familia, en nuestra
comunidad de fe, en nuestro trato con los demás, aunque sean muy diferentes a
nosotros.
Así
se podrá anunciar que el Salvador, ya está en medio de nosotros, que nos hemos
preparado para su venida (El tiempo litúrgico de adviento) y para la Navidad.
Podremos decir, amparados al profeta: “Del tronco que parecía seco, ha brotado
un renuevo, y dará fruto y nos invitará a la esperanza.”
Por eso, este tiempo litúrgico del
adviento (La preparación para el tiempo fuerte de la Navidad), nos ha recordado
no solo la fecha cercana (Esta Natividad del 2020), sino, nuestra esperanza más
allá: la segunda venida de Nuestro Señor Jesucristo (La Parusía)
Así las cosas, el tiempo de
preparación y este tiempo fuerte de la Navidad, nos convoca a optar por la
esperanza, pero nos convoca y nos invita a optar desde nuestra historia propia,
desde nuestra vida cotidiana.
Como dice el Evangelio según San
Marcos: “algunos lo reconocieron, y
se pusieron a recorrer toda la comarca; cuando se enteraba la gente dónde
estaba Jesús, le llevaba los enfermos en camillas.” (Marcos 6: 54 – 55); ellos,
los que buscaban a Jesús, tenían un gran cansancio, no solo en su cuerpo, sino,
también en su alma.
No nos
cabe duda, que hoy, los que tenemos que buscar a Jesús, somos nosotros,
cansados, quizás enfermos (No olvidemos que estamos en tiempos de pandemia,
pero no por ello, el resto de enfermedades y condiciones de salud, se han
detenido), quizás cansados en nuestra alma (Agobiados por problemas económicos,
personales, familiares); quizás estamos cansados, desorientados, quizás
fracasados (Tal vez en la realidad, tal vez, solo en el sentimiento)
Pero de
nuevo, el tiempo de preparación (El Adviento) y este tiempo de Navidad, nos
debe hacer nacer la esperanza, una vez más, nos dice el profeta Isaías: “Pueblo de Sión, que vives en Jerusalén: ya no llorarás más.
El Señor tendrá compasión de ti al oír que gritas pidiendo ayuda, y apenas te
oiga, te responderá.” (Isaías 30: 19); eso ha sido el Adviento para nosotros,
eso es la Navidad para nosotros, y con Cristo que nace, con Cristo que vendrá
por segunda vez, esa cercanía de la que nos habla el profeta, es mucho mayor.
Además, dice Isaías: “cuando el Señor vende la herida de su
pueblo
y cure las llagas de sus golpes» (Isaías 30:
26); eso era lo que hacía el Jesús histórico en su tiempo, y es lo que debimos
hacer, los que creemos en él, en el tiempo de adviento y es lo que debemos
hacer, en este tiempo de Navidad.
Así,
este es tiempo de reconciliación (Personal y comunitaria), es tiempo de perdón
y de vida renovada. Es tiempo de cambio (Conversión profunda, “metanoia”, se
dice en griego), es tiempo de caminar hacia la libertad (Tiempo de éxodo):
salimos de donde estábamos (En el rompimiento con Dios, con el prójimo, con la
naturaleza) y caminamos, hacia el servicio y la solidaridad, como verdadera
libertad (Esta es la promesa de conversión de la tierra); hacia metas de mayor
calidad humana y espiritual. Es una liberación total, la que Dios nos ofrece en
este tiempo. Es el regreso de los destierros a los que nos han llevado nuestras
propias debilidades (El egoísmo puro)
Pero
ese regreso, solo es posible, viviendo la experiencia de Juan el Bautista (Una
de las personalidades que se nos presentaba en el tiempo de preparación para la
Navidad): reconociendo a Jesús: “vio Juan a Jesús
que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del
mundo.” (Juan 1: 29). En el caso de los católicos, ese reconocimiento se da en
cada Eucaristía. Para nosotros, cada Misa es Adviento y Navidad.
Nótese
que Jesús llegó a Juan: Dios nos busca. Dice Jesús en el Evangelio según San
Mateo: «¿Qué os parece? Suponed que un
hombre tiene cien ovejas: si una se le pierde, ¿no deja las noventa y nueve en
el monte y va en busca de la perdida? Y si la encuentra, en verdad os digo que
se alegra más por ella que por las noventa y nueve que no se habían extraviado.
Igualmente, no es voluntad de vuestro Padre que
está en el cielo que se pierda ni uno de estos pequeños». (Mateo 18: 12 – 14)
Jesús nos busca y nos espera. A los
alejados, pero también a nosotros, a los creyentes que nos creemos cercanos,
los que creemos que le seguimos, pero necesitamos también, el estímulo de las
llamadas de su gracia y de su amor: confiemos en Dios, celebremos su perdón,
aprovechemos la gracia de la Navidad. Conste que es Dios, quien ha estado en
espera, en búsqueda de nosotros, pero ha llegado la hora de acercarnos
nosotros, a ese comedero de animales, donde han puesto al niño Jesús.
Además, es valedero que depende de
nuestra actitud como cristianos, que, para muchas personas, esta Navidad sea
reencuentro con Dios: debemos ser como
los pastores, del relato del nacimiento de Jesús, según el Evangelio de San
Lucas: “Todos los que escucharon a los pastores quedaron maravillados de lo que
decían” (Lucas 2: 18); y ese reencuentro, no se debe dar, tanto por nuestros
discursos, sino, por nuestra cercanía y nuestra acogida.
Pero aprovechemos este momento de nuestra reflexión, para
volver a esa figura gigante y humilde de Juan el Bautista. Dice el Evangelio
según San Mateo: «En verdad os digo que no ha nacido de mujer uno más grande
que Juan el Bautista; aunque el más pequeño en el reino de los cielos es más
grande que él.
Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora el reino de los cielos sufre
violencia y los violentos lo arrebatan. Los Profetas y la Ley han profetizado
hasta que vino Juan; él es Elías, el que tenía que venir, con tal que queráis
admitirlo. El que tenga oídos, que oiga». (Mateo 11: 11 – 15)
Juan el Bautista, desde el tiempo de Adviento, nos viene
invitando a una vivencia de la Navidad, activa y exigente. Esa vivencia, nos
implica que: la Navidad no debe ser experimentada como cosa de poesía y
sentimentalismo. El adviento, la Navidad y hasta la Epifanía (Lo que comúnmente
se conoce como el “Día de los Reyes Magos”); debe encontrarnos en plena
disponibilidad, en plena apertura a la vida que Dios nos quiere comunicar.
Aprovechemos pues, este tiempo para, como nos llama el
Bautista:
-
Enderezar nuestros caminos.
-
Ser solidarios.
-
Buscar la conversión.
Como puede verse, si para los creyentes la Navidad es
“fiesta sin esfuerzo” y es solo eso: “fiesta”. Creemos que se debe, como bien
lo dice el padre Pascual Aldazabal: “…porque no hemos profundizado en su
significado sacramental”. Nosotros agregaríamos, no hemos profundizado en un
significado histórico y teológico (Cosa a la que aspiramos más adelante en esta
reflexión)
Navidad es: que Dios nos envía a su hijo como regalo. Pero
ese regalo es a la vez, tarea y compromiso.
Es palabra de consuelo y de conversión. Pero la realidad es otra, y la
plantea muy bien Jesús, en el capítulo 11, del Evangelio según San Mateo,
versículos, del 16 al 19:
«¿Pero, con quién compararé a esta
generación? Se parece a los chiquillos que, sentados en las plazas, se gritan
unos a otros diciendo:
"Os hemos tocado la flauta, y no
habéis bailado, os hemos entonado endechas, y no os habéis lamentado."
Porque vino Juan, que ni comía ni bebía, y
dicen: "Demonio tiene."
Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y
dicen: "Ahí tenéis un comilón y un borracho, amigo de publicanos y
pecadores." Y la Sabiduría se ha acreditado por sus obras.»
Aquellos del siglo I, no creyeron en
Juan, ni tampoco creyeron en Jesús: ¿Cuál será nuestra excusa para vivir una
verdadera Navidad?: quizás, los más beatos digan: “pero si nos hemos preparado,
pero si estamos celebrando: hemos introducido cantos propios de este tiempo en
la Misa, se ha cambiado el color de los vestidos en la liturgia, hemos colocado
coronas y velas, junto al Libro de la Palabra”.
Pero…: ¿Nos hemos preparado
seriamente para la venida del Señor a nuestras vidas?: esta es la verdadera
gracia de la Navidad, pero no nos hemos dado cuenta de los signos de esta
venida (Cosa que nos parece el colmo, tomando en cuenta este contexto de
pandemia); los signos están allí: en los enfermos, en los desempleados, en los
pobres. El problema es que ni con estas personas, ni con las situaciones que
viven, nos sentimos interpelados a renovarlo todo. Y cuando decimos todo, es
todo: lo personal, lo familiar, lo comunal, lo político, lo económico, lo
social.
Si no entramos en esta dinámica, no
hay tiempo litúrgico que valga: va pasando el tiempo y van envejeciendo los
calendarios, pero no se concreta, no se profundiza la gracia de Cristo, que es
el servicio y la solidaridad.
Entonces, la pregunta se torna
incómoda: nosotros lo sabemos y hasta lo recitamos en el Credo: que el Enviado
de Dios, Cristo Jesús, nació de la Virgen María y que ese Cristo, resucitado,
sigue entre nosotros. Pero…: ¿Lo hemos acogido, lo estamos acogiendo de veras,
estando dispuestos en Espíritu y en Verdad, a celebrar la Navidad?
En el Evangelio según San Lucas,
leemos: “…En aquella hora Jesús curó a muchos
de enfermedades, achaques y malos espíritus, y a muchos ciegos les otorgó la
vista.
Y respondiendo, les dijo:
«Id y anunciad a Juan lo que habéis
visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios y
los sordos oyen, los muertos resucitan, los pobres son evangelizados. Y
¡bienaventurado el que no se escandalice de mí!». (Lucas 7: 21 – 23)
Este es el pasaje en el que Jesús,
responde a unos enviados que le había remitido Juan el Bautista. En ese
momento, el programa mesiánico no se ha cumplido todavía, no reinaban como lo
habían dicho los profetas, la justicia y la paz, pero lo cierto es que ese
programa quedaba inaugurado, comenzaba su marcha hasta el final. Esto nos
compete, pues somos nosotros, los que tenemos que llevarlo adelante, así, este
tiempo de Navidad nos debe permitir ser motores de justicia y esperanza.
Sigamos leyendo ese pasaje: Cuando se marcharon los mensajeros de Juan, Jesús se puso a hablar a la
gente acerca del Bautista:
«¿Qué salisteis a contemplar en el desierto?
¿Una caña sacudida por el viento? Pues ¿qué salisteis a ver? ¿Un hombre vestido
con ropas finas? Mirad, los que se visten fastuosamente y viven entre placeres
están en los palacios reales.
Entonces, ¿qué salisteis a ver? ¿Un profeta? Sí,
os digo, y más que un profeta. Este es de quien está escrito:
“Yo envío me mensajero delante de ti,
el cual preparará tu camino ante ti”.
Porque os digo, entre los nacidos de mujer no
hay nadie mayor que Juan. Aunque el más pequeño en el reino de Dios es mayor
que él».
Al oír a Juan, todo el pueblo, incluso los
publicanos, recibiendo el bautismo de Juan, proclamaron que Dios es justo. Pero
los fariseos y los maestros de la ley, que no habían aceptado su bautismo,
frustraron el designio de Dios para con ellos.” (Lucas 7: 24 – 30)
Como puede
verse, para ser motores de justicia y esperanza, Juan el Bautista nos es un
ejemplo:
-
Seguidor
recio y fiel de los planes de Dios.
-
No
sigue la moda, lo fácil, lo que halaga, lo que hacen todos.
-
Es
sincero con Dios.
-
Fiel
a su amor.
Así las cosas,
es claro que, esta Navidad, es una ocasión para revisar nuestra vida y como lo
dice el libro del Apocalipsis, poder volver al amor primero…
La experiencia
de ese amor primero, no tiene que ver con raza o límites nacionales: no en
balde, en el salmo 67 (66), se sostiene que todos los pueblos conocerán a Dios,
por ello, le alabarán y conocerán sus caminos, porque Dios está cerca y la
“tierra ha dado su fruto”. Esta es la base del por qué, hacia el final del
tiempo litúrgico de la Navidad, celebraremos explícitamente la manifestación de
Jesucristo a los paganos, representados en los magos de oriente.
Esto nos hace
entrar en un tema que hoy, es sensible (O altamente sensible): para Dios no hay
extranjeros, pero para nosotros, que nos decimos cristianos, sí los hay. Dios
no hace acepción de personas, pero nosotros, sí lo hacemos.
Dios se no ha
manifestado en esta Navidad y ojo, se nos ha manifestado a todos, no solo a los
creyentes, sino a los seres humanos, de buena voluntad (Sobre esto, esperamos
volver cuando reflexionemos a profundidad el relato de la Navidad, según San
Lucas); pero resulta que nuestra actitud “cristiana”, no es tan universalista.
Dice el profeta
Isaías, que a los extranjeros: “los llevaré a mi cerro santo y haré que se
sientan felices en mi Casa de oración…” (Isaías 56: 7). Pero, quizás, nosotros
que nos decimos cristianos, realizamos algún tipo de discriminación: vital,
social, política, económica o hasta eclesial (Nosotros, que en nuestra
“beatitud”, somos tan dados a decir: “pero yo voy a la Misa o al culto”)
II
El pasado 17 de diciembre, el Evangelio que la Iglesia nos
presentaba, era el de la genealogía de Jesús según San Mateo, esta lectura, la
volvemos a escuchar en la Misa de la Vigilia de Navidad, el 24 de diciembre por
la tarde.
¿Qué elementos podemos extraer de esa lectura?:
a)
El
autor del Evangelio, organiza a los antepasados de Jesús, en 3 grupos,
liderados por Abrahán, David y Jeconías (Éste por ser el primero, después del
destierro)
b)
El
objetivo de la genealogía es mostrar que Jesús es descendiente de la Casa de
David. Es decir, de la Casa de Judá, porque bien lo decía, la primera lectura
que se nos proponía ese día: “No se apartará de Judá el cetro ni el bastón de
mando entre sus rodillas, hasta que le traigan tributos y le rindan homenaje
los pueblos” (Génesis 49: 10)
c)
Pero
se va más allá, en las personas de la lista, se observa cómo Dios interviene en
la vida. El culmen de esa intervención es el Emmanuel (“Dios con Nosotros”)
d)
El
texto nos demuestra que el Hijo de Dios (“El Verbo hecho carne”, dice San
Juan), se ha encarnado plenamente, en un pueblo concreto: Israel.
e)
Si
se estudiase a profundidad (Cosa que no es el propósito de la teología pastoral
de la lectura); nos daremos cuenta que, esos hombres y mujeres, no son santos:
hay personas famosas y desconocidas, algunos ejemplos de honestidad y otros no.
f)
Se
pueden observar rasgos, de “un principio de marginalidad”:
-
La promesa
mesiánica, no comienza con el primogénito de Abrahán (Ismael), sino, con el
menor: Isaac.
-
Ella no sigue con
el hijo mayor de Isaac (Esaú), sino, con el menor: Jacob, quien le hace honor a
su nombre: engañador, pues con trampas, le quita la primogenitura a su hermano.
-
Cuando se llega a
la etapa de los reyes:
I)
David, es una
mezcla de “santidad y pecado”.
II)
De ahí, la lista
de reyes, es claramente decadente (Va de más a menos), de donde deriva el
destierro a Babilonia.
III)
Quizás “podemos
salvar” de esta tesis a Ezequías y a Josías: ¿El resto?: su “hoja de vida”,
muestra: idolatras, asesinos, libertinos.
IV)
La crisis moral y
religiosa puede ubicarse al final: desde el regreso del destierro, pero se
llega a los nombres santos de José y María.
g)
En la lectura hay
5 mujeres: las primeras cuatro tienen “sus defectos”:
I)
Rut, es buena y
religiosa, pero es extranjera (Ya sobre el tema de la discriminación humana,
hemos reflexionado algo, en el acápite I, de esta reflexión)
II)
Raab, es una
prostituta, de buen corazón, pero, al fin y al cabo, prostituta.
III)
Tamar, es una
tramposa que engaña a su suegro Judá, para tener descendencia (para conocer
detalles, véase el capítulo 38, del libro del Génesis)
IV)
Betsabé, quien
comete adulterio con el rey David.
V)
María, quien sí
es santa, madre de Jesús y esposa de José.
h)
De todo lo antes
expuesto, se observa que Dios construye la historia de la salvación, pero
contando con las personas, Jesús se ha hecho solidario con una humanidad,
concreta, débil y que, en sus actos muestra la ruptura con Dios y con el
prójimo.
i)
Quizás este año,
en razón de la pandemia, caigamos en la cuenta, de que nosotros también somos
esa humanidad débil y capaz de romper con Dios, con el prójimo, con la
naturaleza misma, que no somos para nada santos, pero Dios nos da la gracia del
tiempo de Navidad.
j)
Así como Dios no
nos desprecia, nosotros, no podemos despreciar a nadie. Jesús ha venido a
buscar y salvar “lo que se había perdido” (Lucas 19: 10); para nosotros, esto
es un llamado a la confianza, de cara a los demás, una invitación a la
tolerancia.
k)
Así las cosas, la
humanidad es santa y pecadora. Del mismo modo, la comunidad de fe (La Iglesia),
es santa y pecadora. Como puede verse, no se trata de mitificar la historia (Y
esa desmitificación, la practicaremos más adelante en esta reflexión, con los
relatos de la Navidad, conforme a Mateo y a Lucas); esta Navidad, debería ser un
buen tiempo, para que las comunidades de fe católicas y las no católicas,
hiciesen un examen de conciencia, para pedir perdón por nuestros pecados y
recibir la gracia del perdón de Dios. Ya lo diría San José Gabriel Brochero:
“La gracia de Dios es como la lluvia, que a todos moja”.
Para el
18 de diciembre de 2020, la Iglesia, nos presenta el pasaje del Evangelio del
anuncio a San José: lo primero que hay que decir, es que, sobre la actitud de
José, hay dos vertientes interpretativas (Hablamos aquí, desde la Teología
Académica y desde la misma Teología Pastoral)
Esas dos
vertientes son:
a)
Una que podríamos
llamar más “humana”: José duda de María, cree que, a pesar de estar
comprometida con él, le ha sido infiel. La ley le da el derecho de denunciarla
y permitir que muera apedreada, pero él, desea dejarla “en secreto” (Sin
denuncia legal)
b)
Otra, que
podríamos denominar “mística”: San José
no duda de la honradez de María, él sabe del embarazo, intuye que hay “algo
milagroso” en él, pero no termina de entender y de ahí las dudas: ¿Debe seguir
con alguien sujeto de la gracia de Dios?; ¿Es digno de ser parte del misterio?
Por
nuestra parte, nos sentimos más partidarios de la primera tesis que de la
segunda, esto por cuanto somos firmes creyentes, de que, en materia teológica,
debemos partir de una base histórico – crítica y de allí, ir hacia la fe.
Queremos
hacer notar lo que dice el Evangelio: “José, hijo de David, no tengas reparo en
llevarte a María tu mujer” (Mateo 1: 20), la referencia a que José, es hijo de
David, no es gratuita: San Mateo, quiere subrayar que el nacimiento del niño,
es el cumplimiento de la profecía de Jeremías: “Mirad que llegan días en que
suscitaré de David un vástago legítimo… En su día se salvará Judá” (Jeremías
23: 5 y 6. Que dicho sea de paso, fue la primera lectura, propuesta el pasado
18 de diciembre)
Ahora
bien, independientemente de la tesis interpretativa que asumamos, lo primero
que le dice el ángel a San José, es que la concepción de María, es fruto del
Espíritu. Pero de nuevo, Dios construye la historia de la salvación, junto a
los seres humanos: José no puede irse. Dios cuenta con él.
Es por
San José, que Jesús “viene de la casa de David”; además, como padre – adoptivo
del niño, tiene derecho a ponerle el nombre (Aquí cabe otro elemento histórico
fundamental: en el Israel del siglo I, no hay distinción entre padre carnal y
padre adoptivo, los derechos y deberes del padre, los cumple éste,
independientemente de la forma en que llega a la paternidad)
Otro
elemento que es admirable en San José es que: “Cuando despertó, hizo lo que le
había mandado el ángel” (Mateo 1: 24); así como María se muestra disponible a
la voluntad de Dios (Evangelio según San Lucas), José también lo está: no tiene
él discursos (Diríamos teologías), no tiene posturas heroicas, ni siquiera hace
preguntas (Lo que sí se mira en otros relatos de “vocación” en la Biblia)
San José
hace… en el silencio… sin pretensiones…sin interrogantes…
San José
hace… ama a Dios y ama a María…
En ese
amor, José le deja el protagonismo a Dios – Padre.
En su
momento, a María se le hizo una alabanza: “Feliz tú porque has creído” (Lucas
1: 45); esta alabanza, es totalmente extensible a José…
Hay otro
punto que es esencial: dice el Evangelio, en el versículo 21, del capítulo 1 de
San Mateo, que el nombre de Jesús, significa: “Yahvé salva”, es una salvación
que se dirige a la raíz del mal, que toca el corazón del ser humano y registra
un salto cualitativo, una ruptura con la humanidad antigua, hija y heredera, de
como dijera San Pablo: “el primer Adán”. Cristo viene del Espíritu Santo,
directamente de Dios – Padre, por ello, al nacer, el niño Jesús, nos permite
ser parte de una nueva humanidad.
Pero
volvamos a la figura de San José: la actitud del padre de Jesús, nos hace surgir
una pregunta: ¿Acogemos nosotros en nuestras vidas los planes de Dios?: porque
el plan de Dios, comienza con Abrahán (Volvemos a recordar la genealogía de
Jesús, según San Mateo), pero sigue con nosotros: la Iglesia y el mundo, deben
ser llenos de la gracia de la Navidad.
Esa
gracia, puede verse de manera individual o de manera colectiva:
-
Dios nos quiere
librar de nuestras esclavitudes, pequeñas o grandes.
-
Nos quiere llenar
de una esperanza activa.
-
Nos ha urgido
(Tiempo de Adviento), a preparar los caminos de su venida (Que nuestro corazón
sea pesebre y que también, se prepare para su glorioso regreso, para juzgar a
vivos y muertos)
-
Él, que nos ha
llamado, nos acepta. Aceptémosle nosotros y como los pastores y los magos de
oriente, corramos a su encuentro.
En esta
Navidad, seamos nosotros como San José: mensajeros del Evangelio, además de
colaboradores en la historia de la salvación, esto, empezando por nuestros
entornos más cercanos. Así vale la pena preguntarnos: ¿A quién ayudaremos en
estos días a sentir el amor de Dios y a celebrar la alegría de la Navidad
cristiana?; en esta dinámica, no somos nosotros los protagonistas. Como con
José, es el Espíritu Santo, el que debe actuar.
A partir
del 19 de diciembre, la iglesia católica nos propone en la Liturgia de la
Palabra, dos lecturas que nos permiten establecer paralelismos y contrastes muy
claros, según el estilo de las “vidas paralelas”, con el objeto de comprender
los planes de Dios.
Ese 19 de
diciembre, escuchamos el nacimiento de Sansón y Juan el Bautista: así, la
primera lectura es del libro de los Jueces y el Evangelio, es el propio de
Lucas. Una vez más, desde la perspectiva eminentemente histórica, quizás Sansón
haya sido un campesino fuerte, con hechos increíbles o exagerados por los relatos
populares.
Pero
desde la fe, Sansón es elegido por Dios para concretar sus planes. Él nace de
padres estériles, que, orando a Dios, éste les escucha, le da fuerza al niño y
es consagrado, por medio de un voto especial (El nazireato).
Hemos
hablado antes en esta reflexión de un principio que hemos denominado de
“marginalidad”: en esta ocasión, ese “principio”, podría mirarse desde la
esterilidad de los progenitores de Sansón, porque éste, no se cumple en el
forzudo hombre, él es conocido y reconocido, el afamado Sansón, es escogido por
Dios, para ser un instrumento de liberación: debe liberar a Israel de los
filisteos.
Véase
esto que es clave: Sansón es fuerte, en la medida que es un instrumento de
liberación de Dios, pero cuando el hombre, sustituye a Dios de su corazón, por
su orgullo personal, Dios le retira su bendición. El liberador, termina
oprimido, cayendo en manos de sus enemigos.
Ahora
bien, ese 19 de diciembre, se nos ofrecía como salmo responsorial, el salmo 71
(70): en él se nos dice que, Dios es nuestra roca y nuestro refugio (Esto lo
deberíamos reconocer humildemente, sobre todo, en estos tiempos de pandemia);
quizás como aquel día, preparándonos para la Navidad, hoy debamos reconocer
que, Dios nos ha librado de dificultades y desde nuestra concepción, nos ha
conocido y nos ha acompañado a lo largo de nuestra vida.
Con esto
en mente, entramos en el repaso del Evangelio de hace solo unos días atrás:
como con Sansón, Dios interviene para que nazca el precursor de Jesucristo:
Juan el Bautista: también los futuros padres son estériles, de nuevo, Dios es
el protagonista de nuestra salvación.
Veamos
algunas características de Juan:
-
Llenará de
alegría a todos.
-
Como Sansón, Juan
será consagrado por el nazireato: por ejemplo, no beberá vino.
-
Estará lleno del
Espíritu Santo.
-
Convertirá a
muchos israelitas.
-
Será precursor de
Jesús.
Dice el
ángel: “E irá delante de él con el espíritu y el poder de Elías, para hacer
volver los corazones de los padres a los hijos, y de los rebeldes a la
prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto.”
(Lucas 1: 17)
Pues
bien: ¿Qué podemos decir de todo esto?:
-
Primero: Dios
salvó en el pasado: por medio de Sansón, por medio del mismo Juan. Dios nos
salva hoy: no es el poder político el que salva, no es el poder económico el
que salva, no es el conocimiento científico el que salva. De nuevo: cuando nos
llenamos de orgullo, Dios se aparta de nosotros, en esto Juan nos es ejemplo,
él nunca se creyó el Mesías, solo una voz que le anunciaba. El Adviento, nos
debió haber servido para estar frente a Dios, en humilde confianza.
-
Segundo: Dios oyó
la oración de la madre de Sansón, Dios oyó la oración de aquellos dos ancianos
estériles, que serían los padres de Juan. Si oramos con el espíritu de ellos,
Dios oye nuestras oraciones, nos llena de alegría, pero, además, como a Sansón,
como a Juan, nos invita a nosotros, a ser colaboradores suyos, en la gracia
salvadora de esta Navidad. Somos nosotros, como Juan, los que debemos anunciar
al niño Jesús. Pero no solo eso, como él, como Sansón, deberíamos ser
instrumentos de liberación.
-
Tercero: ¿Y en
qué consiste esa liberación?:
a)
En formas de
convivencia basadas en el servicio.
b)
En formas de
intercambio económico basadas en la solidaridad.
c)
En formas
culturales, que basadas en el servicio y la solidaridad, nos conduzcan a una
libertad integral.
-
Cuarto: cada
creyente colabora conforme a sus dones y capacidades en esa liberación, lo que
sí es fundamental, es que sea dentro de ese proyecto liberador, que vivamos la
Navidad: como una gracia, para nosotros, para nuestra familia, para nuestra
comunidad.
-
Quinto: ¿Y cuáles
pueden ser los signos de esa liberación en esta Navidad?:
a)
Que haya una
mayor alegría en nosotros.
b)
Si preparamos los
caminos del Señor.
c)
Si hacemos que haya
reconciliación en las familias.
d)
Si colaboramos
para que seamos más sensatos.
Lo cierto
es que, como hemos visto, el amor de Dios, sobrepasa nuestros límites (Siendo
el común de las lecturas, el ejemplo de la esterilidad) y nuestros méritos,
encontrando su máxima expresión, en el regalo que Dios nos hace del Verbo
Encarnado. Sin la fe, sin su amor, nuestra vida carece de sentido, es muda como
Zacarías, que puso en duda las palabras del ángel del Señor.
Por su
parte, el pasado 20 de diciembre (IV domingo de Adviento), en
el Evangelio, San Lucas, nos invita a interpretar este pasaje, con una gozosa
convicción: “En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una
ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado
José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María. El ángel, entrando en
su presencia, dijo: "Alégrate, llena de gracia, el Señor está
contigo." Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era
aquél. El ángel le dijo: "No temas, María, porque has encontrado gracia
ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por
nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará
el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su
reino no tendrá fin." Y María dijo al ángel: "¿Cómo será eso, pues no
conozco varón?" El ángel le contestó: "El Espíritu Santo vendrá sobre
ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va
a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar
de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban
estéril, porque para Dios nada hay imposible." María contestó: "Aquí
está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra". Y la dejó el
ángel.”.
La Virgen es María de
Nazaret y su hijo, el Mesías (El Cristo), es Jesús. Estamos pues, ante una de
las escenas más densas y significativas del Evangelio; por esto, aquella misa
del 20 de diciembre, es el testimonio más antiguo de un primitivo ciclo
litúrgico de preparación a la Navidad. En la historia de la Iglesia, esta
preparación es más antigua, que la misma celebración de la Anunciación, que se
realizó el pasado 25 de marzo.
María, tiene la
experiencia religiosa más trascendental de la historia. Véase estas palabras
del ángel: “…la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra…”; así cubría
Dios, como una nube, el tabernáculo donde estaba el arca de la alianza. Así,
María es el arca de la Nueva Alianza. Cristo es la Nueva Alianza. Él es camino,
verdad y vida.
Además María, es el
símbolo de diálogo de Dios (Por medio de su mensajero, su ángel), con la
humanidad y es, un diálogo positivo: el Todopoderoso, presenta su “sí” de
salvación y la humanidad (Representada en María), da su “sí”, de aceptación:
“…hágase en mí según tu palabra…”.
Del “sí de Dios” y del
“sí de la humanidad”, brota la obra del Espíritu Santo: Jesús, el verdadero:
"Dios-con-nosotros". Con esto claro, la teología católica presenta la
siguiente tesis: si, conforme lo dice San Pablo, Jesús es “el nuevo Adán”, con
su aceptación, María es la “nueva Eva”.
Por ello, el ángel le
dice: “…llena de gracia…” y decimos los católicos, desde la religiosidad
popular: “bendita entre las mujeres”, con una maternidad que no viene de las
fuerzas humanas, ni siquiera de simiente humana (Ya hemos hablado en esta
reflexión, de la paternidad de José); la maternidad de María, es obra del
Espíritu Santo: Jesús es Hijo de Dios.
Punto aparte: así, como
desde las primeras páginas del Evangelio, se comienza a dibujar un retrato de
Jesús, desde esas mismas páginas, se comienza a dibujar un retrato de su madre:
una mujer disponible a Dios, desde aquel “sí”, en Nazaret, hasta el aquel “sí”,
al pie de la cruz.
Jesús encarna la vida
cristiana (Todos deberíamos ser Cristos), María es la primera maestra de esa
vida (Aparte de ser el primer templo cristiano) …
Volvemos entonces al
Evangelio del pasado 17 de diciembre: vimos que, algunos hombres y mujeres, le
dijeron “sí” a Dios (Otros definitivamente le dijeron “no”); pero aún entre los
que le dijeron “sí”, el modelo espiritual no era acabado, esto mismo sucede con
nosotros: se supone, que le hemos dicho “sí” a Dios, pero, como lo dice San
Pablo, se da en nosotros la lucha entre la “carne y el Espíritu”. Este no es el
caso de María: así, en oposición: ella nos presenta el modelo acabado de
espiritualidad cristiana: la entrega total.
Aquí es donde comienza
el desafío para nosotros, intentemos resumirlo en los siguientes puntos:
-
María dijo “sí”: nosotros debemos
decir “sí” a Dios. En nosotros, debe continuar el: “…hágase en mí según tu
palabra…”, superando las visiones superficiales de nuestra sociedad en estos
días: una política y una economía egoístas, una cultura opresiva, una sociedad
“del y para” el espectáculo. En nuestras comunidades de fe, debe estar presente
el “sí” de María, debe estar presente el niño Jesús, que, con su Espíritu, nos
permite encarnar, nada más y nada menos, que la vida de Dios.
-
Desde el Adviento, el ángel se
nos ha presentado a nosotros: "Alégrate, llena (O lleno) de gracia, el
Señor está contigo." Se nos invita a acoger a Dios en nuestras vidas,
nuestra respuesta debería ser, que vamos a celebrar la Navidad: “…según tu
palabra", superando (Para decir lo menos), el consumismo de estos días (A
pesar de la depresión económica fruto de la pandemia)
-
Celebrar la Navidad, según la
Palabra de Dios, es que el niño Jesús, no solo nazca en nuestros portales,
sino, que de verdad nazca en nuestros corazones. Que de verdad sea: “Dios – con
– nosotros”, y ese estar con nosotros, no es solo estar, no es solo protegernos
(Empezando del Covid – 19), no es solo bendecirnos, es darse a nosotros: el
principal regalo, no es el que nos damos entre la familia, entre los amigos: el
principal regalo, es Dios, que se nos da a sí mismo. Él es la respuesta de todo
lo que podemos desear, nos invita a convivir con Él, a ser hijos suyos.
Nuestros deseos son cortos, a la par de lo que Dios nos ha reservado (Como lo
dice San Pablo)
-
Jesús es Dios – con – nosotros,
esta Navidad, debería permitir que “nosotros estemos con Dios”, ese es el
verdadero gozo, ese es el verdadero cambio del sentido de nuestra vida.
-
Esta realidad, en el
catolicismo, nos presenta un escenario fundamental: ¿Dónde está Dios – con –
nosotros?: en la Eucaristía, ya desde la misma reunión de los creyentes, lo
dice Jesús: “Porque donde están dos
o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de
ellos.” (Mateo 18: 20); luego al recibir la comunión: Jesús, el pan vivo bajado
del cielo, al que debemos recibir, con la misma confianza con la que María dijo
“sí”, de este modo, ese pan, se hará fecundo en nuestra vida y será nuestra
salvación.
-
De nuevo, esa salvación es liberación, que el
Cordero de Dios, libere nuestra historia, que nos libere de nuestras prisiones,
de nuestros cautiverios, de nuestras oscuridades y de nuestra muerte.
El 21 de diciembre, la
Iglesia nos propone como primera lectura, dos opciones:
1)
Cantares 2: 8 – 14.
2)
Sofonías 3: 14 – 18.
Dada esta situación,
pasaremos a reflexionar ambos pasajes, desde la teología bíblica…
Dice Cantares 2: 8 – 14:
“¡Oigan, que llega mi amado, saltando sobre los
montes, brincando por los collados! Es mi amado como un gamo, es mi amado un
cervatillo. Miren: se ha parado detrás de la tapia, atisba por las ventanas,
mira por las celosías. Habla mi amado y me dice: «¡Levántate, amada
mía, hermosa mía, ven a mí! Porque ha pasado el invierno, las lluvias han
cesado y se han ido, brotan flores en la vega, llega el tiempo de la poda, el
arrullo de la tórtola se deja oír en los campos; apuntan los frutos en la
higuera, la viña en flor difunde perfume. ¡Levántate, amada mía, hermosa mía,
ven a mí! Paloma mía, que anidas en los huecos de la peña, en las grietas del
barranco, déjame ver tu figura, déjame escuchar tu voz, porque es muy dulce tu
voz, y es hermosa tu figura».
1)
Primero, un apunte sobre la
imaginería erótica hebrea: hay que hablar de este tema, para comprender el
libro del que proviene esta lectura: el “Cantar de los Cantares”, habla de
amor, pero no de un amor platónico: habla del amor entre un hombre y una mujer,
ese amor, se manifiesta por medio de acciones de profundo contenido erótico.
Esto no debe escandalizarnos, en Israel, no hay distinción entre lo sagrado y
lo profano: en suma, se habla de lo sagrado, desde lo que nosotros, podríamos
considerar profano. Así: el mundo para los israelitas, y todas sus
experiencias, son manifestación de Dios. Dios lo penetra todo y está presente
en todo, por eso Dios se puede representar como “un enamorado”. Además, estas
imágenes reflejaban la vida cotidiana de los israelitas. De esta forma, sobre
todo, los poetas hebreos, logran un amplio conjunto de imágenes, que relaciona
la fe en Dios, con situaciones de la vida.
2)
Segundo: el libro del que
proviene esta lectura, es el “Cantar de los Cantares”, lo que quiere decir, que
es el libro de “la mejor canción” o “la canción definitiva”. Otros nombres de
este libro son: “el Cántico de Salomón” o “el Cántico de los Cánticos” y como
es claro, es un libro de poemas, poemas y canciones de amor.
3)
Tercero, este texto, se puede
denominar: “la voz del amado”: véase que la palabra “voz” o “sonido” es central
en el texto:
a)
“¡Oigan,
que llega mi amado…!” (Otras versiones de la Biblia traducen: “¡La voz de mi
amado!”)
b)
“…el arrullo de
la tórtola…”: el arrullo, es la “voz”, el “sonido” de la tórtola.
c)
“…déjame
escuchar tu voz…” es la petición del novio a la novia.
En suma, que la palabra
“voz” o “sonido”, aparece al principio, al medio y al final del texto. Súmese
que el tema de este cántico se desarrolla en torno a ella: el deseo de cada uno
de los enamorados, de oír la voz del otro y de comunicarse libremente en medio
de la naturaleza.
4)
Cuarto: el texto dice: “¡Oigan, que llega mi amado, saltando sobre los montes,
brincando por los collados! ...”: el amado salta y brinca, porque es guiado por
el amor. La fuerza de ese amor para la amada es clara: él desea superar
rápidamente los estorbos, él corre rápidamente hacia ella. Atención: el amor
puede superar los montes.
5)
Quinto, una nota de traducción,
véase que el texto dice: “…llega el tiempo
de la poda…”, el verbo hebreo, dependiendo del contexto, se puede traducir como
“cantar” o como “cortar” (De ahí algunas traducciones, hacen la traslación a
“poda”), pero la frase, también se puede traducir como: “llega el tiempo del
canto” o de “cantar”. Véase que ambas traducciones caben en el contexto: la
primavera trae consigo la responsabilidad de podar o cortar las ramas para que
haya más abundancia de frutos en el otoño. Pero, además, trae los cantos, en
particular cantos de amor; así, cualquiera de los dos significados se aplica
aquí. Es más, avanzando en una
interpretación cristiana de la frase traducida como: “…el tiempo de la canción
ha llegado”, nos ofrece los siguientes elementos:
-
Antes de la venida de Cristo,
estábamos en un invierno espiritual.
-
El Evangelio de Cristo, calienta
lo que estaba frío.
-
Lo que estaba muerto o estéril,
pasa a ser fructífero.
-
Dejemos entrar en nosotros a
Cristo esta Navidad, para que nos llene de su belleza y su gloria.
-
Con la Navidad, la gracia del
Evangelio ha llegado.
6)
Noten lo que dice el texto: “¡Oigan, que llega mi amado, saltando sobre los montes,
brincando por los collados! Es mi amado como un gamo, es mi amado un
cervatillo…”: la novia se imagina al novio, su voz, lo imagina saltando por los
montes: así podemos imaginar a Jesús, que viene a nuestro encuentro (En esta
Navidad y llegará en su segunda venida)
7)
Otro tema: véase el contenido
del contexto: la novia es la que habla: ella está entre sus parientes en la
ciudad. El novio viene del campo, se presenta ante la ventana. Él le hace una
petición a su amada: que se reúna con él. Pero esa invitación es hermosa, no es
un lamento (Lo que era muy propio de las poesías egipcias y griegas); el novio
hace la invitación, describiendo los atractivos de la primavera, del tiempo de
las flores, de los pájaros y de los amores (Desde una perspectiva histórica: el
tiempo del destierro ha terminado). Para los enamorados, el encuentro de amor
es una primavera de la vida: borra el pasado, las penas, todo lo ilumina: es un
sentimiento basado en la naturaleza, una frescura. Y literariamente, estas
figuras poéticas, son modernas en relación a otros pasajes del Antiguo
Testamento.
8)
La segunda parte lírica, hace
referencia al canto de la tórtola: “…el
arrullo de la tórtola se deja oír en los campos…” y después dice: “…ven a mí!
Paloma mía, que anidas en los huecos de la peña, en las grietas del barranco…”:
la amada está escondida como verdadera paloma, que el amado desea ver y oír.
9)
Véase que ese encuentro de los
enamorados, que es como la primavera, que borra el pasado, las penas, que todo
lo ilumina, es el mismo encuentro de los creyentes con Dios: ese encuentro, es más alegre y más profundo, entre más se
haya sufrido pasando por la cruz (Valga preguntarse: ¿Este tiempo de pandemia,
no ha sido nuestra cruz?); este cuadro nos puede servir para ilustrar, el
encuentro de la Iglesia, en esta Navidad, con su Salvador y Esposo: Cristo,
Jesús. En ese encuentro, Jesús nos invita a vivir una nueva vida.
10) Nótese que es una primavera de Anunciación: el
amor viene a buscar a la amada. Para el novio han terminado el tiempo de las
pruebas: “… Porque ha pasado el invierno, las
lluvias han cesado y se han ido…”: para el novio, esas pruebas no tienen fin,
ni sentido (Pero también estas frases pueden ser interpretadas como que, con
las lluvias, la tierra está preparada para que brote la vida) El amante se
complace cantando la belleza de su amada. He aquí un poema de esperanza.
11) Para
nosotros, esa primavera que se inicia, es la época del Reino de Dios, que
comienza con la venida de Cristo, el invierno que es su ausencia, ha pasado. Ha
venido la Navidad: se han de mostrar las flores en la tierra. En una
interpretación mística que ha hecho la Iglesia, cuando se dice que: “despuntan
las flores en la vega”, lo que está diciendo es que despunta Jesucristo mismo,
despunta su Santísima Madre.
12) El
novio también dice: “…apuntan los
frutos en la higuera, la viña en flor difunde perfume…”: los frutos de la higuera,
son los higos, que son dulces y se cosechaban dos veces al año, la primera, a
finales de la primavera, esa primera cosecha, por lo general, se consumía
fresca. Pero el texto también dice: “…la viña en flor difunde perfume…”: de la
viña, las uvas, de las uvas, el vino y el vino, es relacionado con el amor, en
poemas antiguos.
13) Véase
que, en el texto, los enamorados celebran su gozo en la creación y en su amor.
Dios ha creado el mundo. Pese al pecado, este mundo sigue reflejando belleza.
Dios nos dio sentidos para disfrutarlo. No debemos permitir que los problemas,
los conflictos o la falta de tiempo, nos impidan disfrutar los regalos de Dios
(Esto es muy importante, tomando en cuenta que estamos en tiempo navideño);
dediquemos tiempo a disfrutar el mundo que Dios ha creado (Obviamente, sin
olvidar las medidas que debemos tomar en este tiempo de pandemia)
14) La
novia expresa: “Habla mi amado y me dice: «¡Levántate,
amada mía!”: aquí cabe otro apunte de traducción, las palabras “amada mía”,
reflejan la simplicidad de la relación, pero también reflejan el deseo.
15) También
dice la novia: “Miren: se ha parado detrás de la
tapia, atisba por las ventanas, mira por las celosías…”: la ansiedad del amado
lo lleva a tratar de mirar a la amada, mientras ella se prepara para reunirse
con él (Pero atención: hemos dicho antes que: el amor puede saltar los montes,
pero no puede escalar la tapia: el amor es fuerte, pero no usa la violencia).
16) Basados en este texto, podemos ir más allá: ¿Cuáles son las
tapias?: quizás los sufrimientos que nos quieren separar de Él (Por eso debemos
luchar, contra todo lo que nos quiera separar, de nuestro encuentro con Dios),
pero a pesar de ellos, inclusive a pesar de estar oculto por ellos, Jesús mira
por nosotros y no nos abandona. Jesús está ahí, dispuesto a ayudarnos
benignamente. A través de las ventanas de la fe (A veces oscuras), se deja ver.
17) Dice
también el texto: “Habla mi amado y me dice: «¡Levántate,
amada mía, hermosa mía, ven a mí!”: en un momento, en el proceso en el que la
figura de Jesús no es clara, llegará un momento en el que el Señor se verá con
claridad, estando tras las ventanas de la fe; la idea es que nosotros, nos
acerquemos a Él. Este llamado: “…ven a mí…”, nos refiere a la segunda venida de
Cristo; Él nos llamará como al “nuevo Israel”, nosotros iremos a él. Véase que,
el novio le dice a la novia: “…hermosa mía…”: cuando estamos vestidos de la
justicia de Cristo, somos hermosos, estamos adornados de las gracias del
Espíritu Santo, hemos de florecer bajo los rayos del sol de la justicia, que es
el mismo Cristo. En ese florecimiento, nosotros, que estábamos bajo el dominio
de la muerte, debemos resplandecer. En la segunda venida de Cristo, le diremos
eternamente adiós al invierno de la muerte. Será una gloriosa entrada a una
eterna primavera.
18) Veamos
el versículo 14: “ven a mí! Paloma mía…”: esta
referencia a la paloma, tiene varios elementos:
-
En algunas culturas del Cercano
Oriente (Que no incluyen a Israel), la paloma representaba la diosa del amor.
-
En el judaísmo clásico, la
paloma es Israel, en el cristianismo primitivo, el novio es Cristo, la amada
(La paloma), es la Iglesia amada por Jesús, su esposa, inocente y sin mancha.
-
Este texto sigue diciendo: “…ven a mí! Paloma mía, que anidas en los huecos de la peña, en
las grietas del barranco…”: si la paloma es la iglesia, entonces, “…los huecos
de la peña…”, “…las grietas del barranco…”, aluden alegóricamente, el
escondedero de la iglesia, en la “Roca”, que es Cristo o en todo caso, su
deseo, de buscarla y atraerla hacia él (Más adelante avanzaremos en esa
interpretación de que Jesús busca y atrae, a su amada hacia Él). No se puede
hallar seguridad y reposo, sin Cristo, sin él: solo hay culpabilidad, miedo y
condenación.
19) Lo
acabamos de decir: en el cristianismo primitivo, el novio es Cristo: entremos
un poquito en esta idea: el Señor Jesús es el amado, siendo así:
a)
Aprovechemos esta Navidad, para
sentarnos a su sombra (Cantares 2: 3)
b)
Oigamos su voz (Cantares 2: 8 y
10)
c)
Traigámosle frutos (Cantares 4:
16)
d)
Abrámosle la puerta (Cantares 5:
6)
e)
Hablemos y testifiquemos
(Cantares 5: 10)
f)
Esperemos en Él (Cantares 8: 2)
g)
Estemos seguros en Él (Cantares
8: 5); nótese que este punto es central, en estos tiempos de pandemia.
20) Volvamos
a la literalidad del verso 14: le dice el amado a la amada: “…déjame ver tu figura, déjame escuchar tu voz, porque es muy
dulce tu voz, y es hermosa tu figura»: un hombre enamorado siempre va encontrar
en su amada, elementos atractivos y seductores: Jesús está enamorado de su
Iglesia, a pesar de sus pecados.
21) En esta línea, el versículo completo dice: “…Paloma mía, que
anidas en los huecos de la peña, en las grietas del barranco, déjame ver tu
figura, déjame escuchar tu voz, porque es muy dulce tu voz, y es hermosa tu
figura». El orden que se observa es hermoso:
a)
La esposa, a
los ojos de Cristo es como una paloma, a pesar de sus pecados, pero en Él, la
Iglesia es: irreprensible, sencilla y sin mancha (Como una paloma)
b)
Cristo la
busca, mientras ella está: “… en los huecos de la peña, en las grietas del barranco…”,
la amada es llamada por su amado: “…déjame ver tu figura…”: Él con ternura
conquista la Iglesia, hasta llevarla a su presencia: “…déjame escuchar tu
voz…”.
c)
El enamorado
(Jesús), le muestra a la amada (La Iglesia), que ella es dulce y hermosa: “…porque
es muy dulce tu voz, y es hermosa tu figura.».
d)
Estas palabras
tiernas, son dirigidas a nosotros y serán dirigidas a nosotros en la segunda
venida de Jesús: de nuevo, el rostro de los creyentes para Él, es hermoso y la
voz, dulce en amor maravilloso: Él desea primero, ver el rostro y luego,
escuchar la voz. Esto nos debe animar muchísimo en nuestra oración: ¡Jesús nos
ama!; le encanta ver a su pueblo acercarse a Él y les encanta conversar con
ellos.
22) El amor humano es elevado en la Biblia, a símbolo y
encarnación del amor de Dios a su pueblo.
23) Como
puede verse, el texto refiere a una relación amorosa: evitemos en esta Navidad,
actitudes egoístas. Intentemos ser generosos en nuestra relación con los demás:
entreguemos: tiempo, palabras, sonrisas… ciertamente, es hermoso que en medio
de la “Navidad pagana”, que tiene como centro el comercio, que tiene como
centro el cálculo comercial, Dios nos presente su amor como el novio, en medio
de la primavera.
La otra lectura, que la
Iglesia nos propuso como la Primera en la Misa del pasado 21 de diciembre, fue:
Sofonías 3: 14 – 18. Realicemos pues, el mismo ejercicio, como lo hicimos con
la lectura anterior: dice este texto bíblico:
"¡Grita de gozo, oh hija de Sión, y que se oigan tus aclamaciones, oh
gente de Israel! ¡Regocíjate y que tu corazón esté de fiesta, hija de
Jerusalén! Pues Yavé ha cambiado su suerte, ha alejado de ti a tus enemigos. No
tendrás que temer desgracia alguna, pues en medio de ti está Yavé, rey de
Israel. Ese día le dirán a Jerusalén: «¡No tengas ningún miedo, ni te tiemblen
las manos! ¡Yavé, tu Dios, está en medio de ti el héroe que te salva! El
saltará de gozo al verte a ti y te renovará su amor. Por ti danzará y lanzará
gritos de alegría como lo haces tú en el día de la Fiesta.» Apartaré de ti ese
mal con el que te amenacé, y ya no serás humillada."
1)
Véase que este
es un himno o canto de alabanza que celebra el reinado del Señor en Sión:
históricamente, Sión es Jerusalén, porque la ciudad también es conocida, por el
nombre del monte en el que fue construido el templo. Sión, alegóricamente es la
Virgen María, pero también somos nosotros, la Iglesia (Históricamente, expresan
las grandes esperanzas de los que volvieron a reconstruir Sión de vuelta del
Exilio de Babilonia. Por ello, hay gozo en la ciudad restaurada): Yavé ha
cambiado nuestra suerte, ha retirado la sentencia de muerte contra nosotros
fruto del pecado: “No tendrás que temer desgracia alguna, pues en medio de ti
está Yavé, rey de Israel.” Dice el texto: “¡Yavé, tu Dios, está en medio de ti
el héroe que te salva!”. Esto es lo que verdaderamente celebramos en Navidad.
Dios, en el niño Jesús, es Santo, pero no se presenta como una autoridad
celosa, es un niño, como lo vimos en la lectura del Cantar de los Cantares, es
un enamorado. Tal es la alegría de Dios que: “… Por ti danzará…”.
2)
Acabamos de
decir algo que vale la pena profundizar: Sión es alegóricamente la Virgen
María: la tradición católica ha dado a María, el título de “excelsa hija de
Sión”, pues la salvación llega por su medio: por eso María, es el primer templo
cristiano; los católicos reconocemos a María, como intercesora ante Cristo
(Recuérdese Juan 2: 5), además, madre de la comunidad eclesial (Recuérdese
Hechos 1: 14); súmese que en estos reconocimientos el catolicismo, admira el
valor de la mujer ante Dios. Pidamos a María, que nos acerque a Jesús y
alegrémonos, porque a través de María, Jesús está con nosotros.
3)
Dice el texto:
"¡Grita de gozo, oh hija de Sión…”: aunque no fue parte del Evangelio de
ese día, este llamado al gozo, esta conciencia de la presencia de Dios, es lo
que le dice el ángel a María, en la anunciación (Lucas 1: 28): aún más, veamos
de nuevo los versículos 14 y 15: "¡Grita de gozo, oh hija de Sión, y que
se oigan tus aclamaciones, oh gente de Israel! ¡Regocíjate y que tu corazón
esté de fiesta, hija de Jerusalén! Pues Yavé ha cambiado su suerte, ha alejado
de ti a tus enemigos. No tendrás que temer desgracia alguna, pues en medio de
ti está Yavé, rey de Israel.” He aquí una invitación a la alegría. Estos
textos, evocan toda la estructura de Lucas 1: 26 – 38.
4)
Volvamos al
centro culminante del oráculo: “Pues Yavé ha cambiado su suerte, ha alejado de
ti a tus enemigos. No tendrás que temer desgracia alguna, pues en medio de ti
está Yavé, rey de Israel.”: Dios mismo reina en medio de su pueblo. De él
brotan gozo, seguridad, el nombre glorioso.
5)
Este texto, nos
presenta dos ideas centrales:
a)
Los pueblos
reconocerán al Dios de Israel, como Señor Universal (Volveremos litúrgicamente
sobre esta idea, en la fiesta de la Epifanía)
b)
Una vez más:
Dios gobierna en medio de su pueblo, lo que garantiza su ayuda eficaz.
6)
Dice el
versículo 16: “Ese día le dirán a Jerusalén: «¡No tengas ningún miedo, ni te
tiemblen las manos!”: las situaciones de temor o angustia, debilitan y hacen
perder fuerza. Pero esto no volverá a suceder porque ahora Dios está aquí y
controla la situación.
7)
Profundicemos
en el versículo 17: “¡Yahvé, tu Dios, está en medio de ti el héroe que te
salva! El saltará de gozo al verte a ti y te renovará su amor. Por ti danzará y
lanzará gritos de alegría como lo haces tú en el día de la Fiesta.»: él es:
“…el héroe que te salva…”: Dios por amor, no nos abandona, porque como lo dice
San Pablo: nada nos puede separar del amor de Cristo (Romanos 8: 38 – 39); Dios
es héroe, que canta para celebrar la victoria en la batalla. Pero, además, dice
este versículo: “…El saltará de gozo al verte a ti…”: “la conversión de los
pecadores y el consuelo de los santos… son el gozo de Dios mismo” (palabras de
Matthew Henry, teólogo, escritor y comentarista evangélico)
8)
Israel antes se
vio debilitada, ahora está delante de Dios, Yavé, el poderoso, que, a
diferencia de los guerreros y héroes humanos, no desfallece, no huye ante el
peligro, sino, que es verdaderamente un Salvador.
9)
Otra parte del
texto dice: “…El saltará de gozo al verte a ti…”: Dios se deleita en su pueblo,
cuando este le busca (Cuando nosotros lo buscamos), cuando sigue sus caminos
(Cuando seguimos sus caminos), cuando confían (Confiamos) y se alegran (Nos
alegramos) en Él. Véase que la celebración no es fría ni distante: “…El saltará
de gozo…”: la celebración de Dios es desbordante: “…Por ti danzará y lanzará
gritos de alegría como lo haces tú en el día de la Fiesta…»
10) En esta lectura, vemos como Sofonías, anticipa el día en el
que Dios liberaría a su pueblo: Este es el día de la Navidad. Pero además nos
lanza hacia adelante: vendrá el Reino de Dios (Mensaje central en la vida
pública de Jesús), Dios moraría en medio de su pueblo, esto es lo mismo que nos
dice el Apocalipsis: él morará con nosotros; y nosotros seremos su pueblo y
Dios mismo estará con nosotros como nuestro Dios. (Apocalipsis 21: 3); el
profeta invita a su pueblo (Nos invita a nosotros) al regocijo, al gozo; invita
al regocijo y al gozo de Dios mismo. Como bien lo decía Lutero: “Sofonías
profetiza, en forma sobremanera gloriosa y clara del gozoso y bienaventurado
reino de Cristo, que se debía extender a través de todo el mundo…”.
11) Otra vez: somos el pueblo de Dios, debemos regocijarnos por
nuestra salvación. Ese regocijo, es sobrenatural, es el resultado de la acción
salvadora de Dios en nuestra vida. ¿Por qué debemos alegrarnos?:
a)
Porque somos
perdonados, ya no seremos castigados por los pecados (Ese deseo de buscar la
felicidad alejados de Dios)
b)
Nuestro enemigo
ha sido derrotado, somos libres de la esclavitud de Satanás y del pecado.
c)
Dios está con
nosotros, brindándonos su comunión, gracia y ayuda a lo largo de nuestras
vidas. Este es el verdadero gozo: como respuesta a la oferta de Dios, debemos
seguirlo y obedecer su Palabra, con fidelidad. para los que somos de Dios, su
Palabra final no es de ira, es de amor, ese amor, es el que lleva al regocijo.
d)
Somos objeto
del gran amor y del regocijo de Dios.
12) Gracias a la Navidad,
tenemos condiciones para el regocijo, porque tenemos conocimiento de lo que
Dios ha hecho para nosotros por medio de Cristo (Efesios 1: 17 – 18; 3: 16 –
20); pero nuestro regocijo llegará a su apogeo, en aquel día en que Dios
manifieste su plena gloria y majestad en la tierra, en su segunda venida
(Isaías 35: 1 – 10)
13) En este momento cabe peguntarse: ¿Hemos tenido la experiencia
de sentirnos salvados por Dios, de sentirnos perdonados después de alguna falta
grave?
14) En este momento podemos orar: “Te damos gracias Señor, por tu
paciencia y por tu generosidad. Por ellas cuidas a la humanidad, esto lo hemos
sentido sobre todo este año. Gracias porque nos cuidas, a pesar de nuestras
faltas”.
15) Esta Navidad, realicemos gestos generosos y gratuitos que
contribuyan a que alguien se sienta un poco más feliz. Esto será motivo de
alegría para Dios.
16) En esta Navidad, aceptemos la invitación que nos hace el
profeta, de no temer. Alegrémonos en la salvación que se nos hace presente en
el niño Jesús, seamos pues testigos del amor de Dios y de su misericordia. Dios
nos ha redimido en Cristo. Él siempre estará con nosotros y algún día nos
llevará a la Jerusalén celestial.
17) En esta Navidad podemos orar: “Señor Dios, hazme un testigo
valiente de tu poder salvador. Amén.”
18) Sigamos orando: “…El
saltará de gozo al verte a ti y te renovará su amor. Por ti danzará y lanzará
gritos de alegría como lo haces tú en el día de la Fiesta…»: tú Señor, saltas
de gozo por mí, tú me renuevas. Ha nacido tu Hijo: danza con nosotros, lanza
gritos de gozo con nosotros. Tú y nosotros, estamos de fiesta: la verdadera
Navidad”.
19) Esa verdadera Navidad, debería llenar todos los días de
nuestra vida, de encantos, de felicidad, de verdadero gozo (Recordamos en esta
idea, lo que en su momento llegara a decir María de San José, primera Beata
venezolana)
20) También nos lo dice el Papa Francisco: “Quizás la invitación
más contagiosa (A la alegría) sea la del profeta Sofonías, quien nos muestra al
mismo Dios como un centro luminoso de fiesta y de alegría que quiere comunicar
a su pueblo ese gozo salvífico. Me llena de vida releer este texto” (Evangelii
gaudium n. 4)
21) Esta lectura de Sofonías es pues, un cántico de júbilo, en
eso, este pasaje se parece a muchos Salmos, que, en medio del dolor y el
sufrimiento, se exhorta al pueblo a alabar y dar gracias al Señor por la
salvación anunciada. Esa exhortación, es actual para nosotros hoy, en tiempos
de pandemia.
En el
Salmo 33 (32), dijimos: “aclamad, justos, al Señor, cantadle un cántico nuevo”.
Nosotros hemos esperado a Jesucristo, con él se alegra nuestro corazón, pues,
en su nombre que es santo, que es nombre sobre todo nombre, confiamos.
Una vez
hecho estos análisis, podemos hacer algunas anotaciones sobre el Evangelio de
aquel día: Lucas 1: 39 45: “En
aquellos días, se puso en camino María y se fue con prontitud a la región
montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.
En cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno,
Isabel quedó llena de Espíritu Santo y exclamó a gritos: «Bendita tú entre las
mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que venga a verme la
madre de mi Señor? Porque apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó
de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas
que le fueron dichas de parte del Señor!»
-
María visita a
Isabel: cuántos ecos bíblicos tiene este pasaje: solo recordaremos una: 1
Crónicas 13: 14: “El arca de Dios se quedó tres meses en casa de Obed-edom, y
el Señor bendijo a la familia de Obed-edom y a todas sus cosas.”
-
María es
ejemplo de servicio: ella está embarazada, pero: “…fue con prontitud a la región montañosa,
a una ciudad de Judá”: Atraviesa las montañas para ayudar a su prima con su
preñez. Tomemos ese ejemplo, para ser servidores en esta Navidad.
-
Dios se
manifiesta en la sencillez del pueblo, María e Isabel son dos mujeres de ese
sencillo pueblo. Dos mujeres en disposición de la voluntad de Dios.
-
Muchos
comentaristas y sacerdotes católicos, dicen que ellas también son símbolos:
Isabel, la anciana (El Antiguo Testamento), que espera; y María (El Nuevo
Testamento), que es la plenitud de la Buena Nueva.
Desde
aquel 21 de diciembre, vemos lecturas llenas de alegría, pero sobre todo de la
alegría de Dios: como ya lo hemos dicho: actúa en plena fiesta (Sofonías); que
actúa como el novio enamorado, aquel que puede ver a su novia, después de la
separación del invierno (Cantar de los Cantares)
En esta
Navidad, pese a lo duro que ha sido este año, podemos dar gracias al Espíritu
Santo, experimentar el gozo que Dios nos quiere comunicar. Quizás la dureza de
este año, nos permita poner en acción los ojos de la fe, solo de este modo,
podemos ver a Dios en los demás y en los acontecimientos de la vida.
Quizás,
la pandemia, sea motor de un cambio en nosotros: que podamos vivir la Navidad
con gozo interior, ir más allá de las palabras, de los cantos, de los regalos…
La
invitación se nos ha hecho, no lo podemos negar: la ha hecho Sofonías, los
novios enamorados del Cantar de los Cantares, la ha hecho Isabel y su hijo
Juan; la misma María y su fruto, el fruto de su vientre, Jesús.
Esta
Navidad no es, no puede ser, como “otras Navidades” …
María
visitó a Isabel…
Le
llevó su alegría…
Eso
debemos hacer nosotros con los demás…
Seamos
portadores de la Buena Noticia de Jesús…
Esto se
hace más con hechos que con palabras…
Vamos
al encuentro.
Comuniquémonos.
Compartamos
en solidaridad…
El 22
de diciembre, las lecturas nos presentan dos cantos, el de Ana y el de María…
Recordémoslos: “Después
de haberlo destetado, lo llevó consigo, con un novillo de tres años, un
efa de harina y un odre de vino, y lo trajo a la casa del SEÑOR en Silo,
aunque el niño era pequeño.
Entonces sacrificaron el novillo, y trajeron el niño a Elí.
Y ella dijo: ¡Oh señor mío! Vive tu alma, señor mío, yo soy la mujer que
estuvo aquí junto a ti orando al SEÑOR.
Por este niño oraba, y el SEÑOR me ha concedido la petición que le
hice.
Por lo cual yo también lo he dedicado al SEÑOR; todos los días de su
vida estará dedicado al SEÑOR. Y adoró allí al SEÑOR.”
No lo olvidemos: Ana es la madre de Samuel…
Veamos el otro canto: María dijo: "Proclama mi
alma la grandeza del Señor, mi espíritu festeja a Dios mi salvador, porque se
ha fijado en la humildad de su esclava y en adelante me felicitarán todas las
generaciones. Porque el Poderoso ha hecho proezas, su nombre es sagrado. Su
misericordia con sus fieles continúa de generación en generación. Su poder se
ejerce con su brazo, desbarata a los soberbios en sus planes, derriba del trono
a los potentados y ensalza a los humildes, colma de bienes a los hambrientos y
despide vacíos a los ricos. Socorre a Israel, su siervo, recordando la lealtad,
prometida a nuestros antepasados, en favor de Abrahám y su linaje por
siempre". María se quedó con ella tres meses y después se volvió a casa.”
Ana y María, reconocen la intervención de Dios, de sus labios
surgen unas alabanzas poéticas y propias de sus corazones…
Ana da gracias por el nacimiento de Samuel, quien es un actor
fundamental en la historia de Israel.
Su canto fue el Salmo responsorial de aquella Eucaristía: “Mi corazón se regocija por el Señor, mi poder se exalta por
Dios; mi boca se ríe de
mis enemigos, porque gozo con tu salvación.
Se rompen los arcos de los valientes, mientras
los cobardes se ciñen de valor; los
hartos se contratan por el pan, mientras los
hambrientos engordan; la mujer estéril
da a luz siete hijos, mientras la madre de
muchos queda baldía.
El Señor da la muerte y la vida, hunde en el
abismo y levanta; da la pobreza y la
riqueza, humilla y enaltece.
Él levanta del polvo al desvalido, alza de la
basura al pobre, para hacer que se
siente entre príncipes y que herede un trono de
gloria.”
Aquí es donde se mira que, las ideas de Ana y de
María, son muy semejantes: Dios exalta a los humildes y humilla a los
soberbios…
Recuérdese que el canto de María es conocido en
la tradición católica como: “el Magnificat”, hagamos nuestras primeras
reflexiones en torno a él, basados en una catequesis de San Juan Pablo II:
a)
La propuesta de
Dios, se da en el pasaje que conocemos como la “Anunciación”. La respuesta de
María es el Magnificat.
b)
El nombre de este
cántico (Magnificat), es de una palabra latina, derivada del griego, que
contiene el significado de celebración de la grandeza de Dios.
c) Dios es grande, María es pequeña: "Proclama
mi alma la grandeza del Señor, mi espíritu festeja a Dios mi salvador, porque
se ha fijado en la humildad de su esclava…”. Lo que en este texto se traduce
como: “humildad” y que, algunas versiones de la Biblia, traducen como: “humillación”,
es el término griego: “tapeinosis” y parece un término tomado del cántico de
Ana (Recuérdese que, el Antiguo Testamento, fue escrito en hebreo y traducido
al griego; y el Nuevo Testamento es escrito propiamente en griego)
d) Sigue diciendo María: “y en adelante me
felicitarán todas las generaciones…”: la primera en hacer esto es la misma
Isabel, lectura del día anterior en el Evangelio y que, nosotros ya hemos
analizado aquí. Pero María dice que esa proclamación, irá más allá de Isabel,
esa proclamación, es la base de la veneración que el cristianismo primitivo
tuvo por María y que, en la línea de la Apostolicidad, ha continuado en la
Iglesia Católica.
e) Sigue diciendo María: “Porque el Poderoso ha
hecho proezas, su nombre es sagrado. Su misericordia con sus fieles continúa de
generación en generación…”: se pregunta San Juan Pablo II: ¿En qué consisten
esas proezas?: en principio, el tema de la liberación. No lo dice el Pontífice,
pero lo decimos nosotros, esas proezas están relacionadas con el proyecto
liberador de Jesús.
f)
En el Magnificat,
se revela la experiencia de Dios que tiene María: Dios poderoso y
misericordioso…
g) Sigue diciendo María: “Su poder se ejerce con
su brazo, desbarata a los soberbios en sus planes, derriba del trono a los
potentados y ensalza a los humildes, colma de bienes a los hambrientos y
despide vacíos a los ricos”: María habla desde la sabiduría de Israel. Desde
esa sabiduría, se revela lo que intelectualmente parece inalcanzable: el
misterio de la acción de Dios. Él juzga distinto a como lo hace el mundo,
digámoslo en términos muy latinos: “Dios vuelca la tortilla”: los que quedan
arriba, son los pobres y los pequeños (Los marginados); los que quedan abajo,
son los ricos y los poderosos. Los que son colmados de bienes son los humildes,
los que le han entregado su existencia (Hacemos eco en este punto a Redemptoris
Mater, n. 37)
h) Del punto anterior se deriva que, lo que atrae a Dios, es la
humildad del corazón.
i)
Termina el
cántico: “…Socorre a Israel, su siervo, recordando la lealtad,
prometida a nuestros antepasados, en favor de Abrahám y su linaje por
siempre". María se quedó con ella tres meses y después se volvió a casa.”:
se exalta el cumplimiento de las promesas y la fidelidad de Dios hacia el
pueblo elegido, que también somos nosotros (María se solidariza con el pueblo).
Estos dones son manifestación de la misericordia de Dios, también para la
Iglesia. En ella, Dios cumple sus promesas, de manera sobreabundante.
j)
Basados en el punto anterior, no
es ocioso decir, que este cántico refleja la reflexión de la Iglesia a la que
se dirige Lucas, refleja también la oración de esa Iglesia en el adviento.
k) Con
María inicia la intervención divina, la encarnación de Jesucristo, esto es lo
que celebramos en Navidad. El cumplimiento del Magnificat, se da en la palabra
y obra, de Jesucristo liberador.
Hagamos algunos apuntes finales sobre ambos cánticos:
-
Alabemos a Dios con alegría
agradecida, esto nos lo enseñan Ana y María.
-
Estas lecturas nos permiten
recordar un punto clave en el catolicismo: quienes critican el rezar,
desconocen, que la Iglesia propone esta actividad, pues el dirigirse a Dios, no
es solo pedir, también se debe agradecer, pero no estamos acostumbrados a ello,
por tanto, rezamos para alabar a Dios no solo pidiendo. Para esto, también
resultan fundamentales muchos Salmos.
-
María alabó a Dios ante la
primera Navidad: en ello resume la fe del Antiguo y del Nuevo Testamento, esa
fe, implica la liberación de las opresiones personales, políticas, económicas,
sociales.
-
María nos fue maestra en la
espera del tiempo de Adviento. María nos es maestra en la alegría de la
Navidad, en esa alegría, volvemos a la oración agradecida, esa oración debe
hacerse con humildad y confianza. De ella, vendrá la convicción de la presencia
del niño Jesús entre nosotros y actúa en nuestra historia.
-
Más que esperar la lotería
navideña, debemos entender que los cristianos, pegamos todos los años la
lotería: nace el niño Jesús (Dios – con – nosotros), María alaba a Dios…
acompañémosla nosotros en esta Navidad.
El 23 de diciembre, las lecturas son del profeta Malaquías y del
Evangelio según San Lucas. Leámoslas:
“ESTO dice el Señor Dios:
«Voy a enviar a mi mensajero, para que prepare
el camino ante mí.
De repente llegará a su santuario el Señor a
quien vosotros andáis buscando; y el mensajero de la alianza en quien os
regocijáis, mirad que está llegando, dice el Señor del universo.
¿Quién resistirá el día de su llegada? ¿Quién se
mantendrá en pie ante su mirada? Pues es como el fuego de fundidor, como lejía
de lavandero. Se sentará como fundidor que refina la plata; refinará a los
levitas y los acrisolará como oro y plata, y el Señor recibirá ofrenda y
oblación justas.
Entonces agradará al Señor la ofrenda de Judá y
de Jerusalén, como en tiempos pasados, como antaño.
Mirad, os envío al profeta Elías, antes de que
venga el Día del Señor, día grande y terrible. Él convertirá el corazón de los
padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, para que no
tenga que venir a castigar y destruir la tierra».
Esta lectura del profeta Malaquías, es
evidentemente una profecía: Dios enviará un mensajero, este es el paralelo del
Evangelio de ese día, leámoslo:
“A Isabel se le cumplió el tiempo del parto y
dio a luz un hijo. Se enteraron sus vecinos y parientes de que el Señor le
había hecho una gran misericordia, y se alegraban con ella.
A los ocho días vinieron a circuncidar al niño,
y querían llamarlo Zacarías, como su padre; pero la madre intervino diciendo:
«¡No! Se va a llamar Juan».
Y le dijeron:
«Ninguno de tus parientes se llama así».
Entonces preguntaban por señas al padre cómo
quería que se llamase. Él pidió una tablilla y escribió: «Juan es su nombre». Y
todos se quedaron maravillados.
Inmediatamente se le soltó la boca y la lengua,
y empezó a hablar bendiciendo a Dios.
Los vecinos quedaron sobrecogidos, y se
comentaban todos estos hechos por toda la montaña de Judea. Y todos los que los
oían reflexionaban diciendo:
«Pues ¿qué será este niño?»
Porque la mano del Señor estaba con él.”.
Malaquías, vive en un tiempo de restauración
política, pero sin renovación religiosa, el profeta habla de los abusos que hay
en el pueblo y en las autoridades. Los sacerdotes, son desidiosos, el profeta
anuncia reformas, aún más, dice que enviará un mensajero, que preparará el
camino del Señor mismo. En el texto, la venida del Señor, será gracia y juicio:
fuego fundidor que purifica.
Las preguntas que hace el profeta, es
totalmente actual: “… ¿Quién resistirá el día de su llegada? ¿Quién se
mantendrá en pie ante su mirada?” ...
Veamos una característica fundamental de ese
mensajero: “Él convertirá el corazón de los padres hacia los hijos, y el
corazón de los hijos hacia los padres…”.
Pasemos al Salmo de esa Eucaristía: “Señor,
enséñame tus caminos,
instrúyeme en tus sendas:
haz que camine con lealtad;
enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador.
El Señor
es bueno y es recto,
y enseña el camino a los pecadores;
hace caminar a los humildes con rectitud,
enseña su camino a los humildes.
Las sendas del Señor son misericordia y lealtad
para los que guardan su alianza y sus mandatos.
El Señor se confía a los que lo temen,
y les da a conocer su alianza.”.
Véase que este texto, suaviza el tópico de la
venida del Señor, recuérdese como nuestra respuesta a este Salmo fue: “Levantaos,
alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación.”; eso sí, para que podamos levantar la cabeza y que se acerque nuestra
liberación, debemos comprometernos, a caminar por las sendas de Dios, con
lealtad y rectitud.
Ahora bien, la
personalidad anunciada por Malaquías, ese mensajero, que preparará la senda del
Señor, fue interpretado por los judíos como el profeta Elías. Jesús hace una
interpretación alegórica de esta idea: el mensajero de la profecía de
Malaquías, es un mensajero que alistará la senda del Señor; ese mensajero es
Elías, ese Elías es Juan el Bautista.
Esto nos lleva al
Evangelio: el nacimiento de Juan el
Bautista, ese Evangelio se completará el 24 en la Misa de la mañana, cuando
leamos el Canto de Zacarías, del que hablaremos más adelante en esta reflexión.
Con el nacimiento de Juan, Dios comienza a
actuar y las voces comienzan a recorrer la comarca de Ain Karem (Pueblecito
donde sabemos nació el Bautista), ya los vecinos le auguraban grandeza: «Pues
¿qué será este niño?» Porque la mano del Señor estaba con él.”.
No en balde, desde el acápite I de esta amplia
reflexión, estamos hablando de Juan el Bautista, un personaje central del
Adviento. Desde el mismo nombre, se refleja el carácter del hombre (Recuérdese
o sépase que, en la Biblia, el nombre implica el carácter de la persona. Esto
en el catolicismo, alimenta una tradición: la de tomar un nuevo nombre en la
confirmación)
El nombre del Bautista es Juan, que significa:
“Gracia de Dios”, “favor de Dios”, “misericordia de Dios”. Nadie en la familia
había tenido ese nombre, pero el Señor tiene caminos, que no son los caminos
nuestros.
Una vez más: Juan nos llama a la conversión. En
la Navidad Dios se hace uno con nosotros, se encarna: el llamado, es a dejarnos
amar por Él, a dejarnos salvar por Él, a dejarnos liberar por Él…
El tiempo de preparación a la Navidad, nos ha
invitado a no dormir, a vigilar, a tener los ojos puestos en el futuro de Dios,
el oído puesto en la escucha de la Palabra; por ello, en el caso de la Misa
Católica, siempre repetimos la petición del Apocalipsis: “¡Ven Señor Jesús!”.
En nuestra vida, en nuestra familia, en nuestra
política, en nuestra economía, en nuestra cultura, hay cosas que tienen que
cambiar. Hay actitudes que se deben purificar, hay caminos que deben
enderezarse.
A pesar del año que hemos pasado, que estamos
pasando: que la Buena Noticia (El Evangelio de la Navidad), corra entre
nuestras familias, nuestros amigos, nuestros vecinos y que haya un inmenso gozo
interior. Quiera Dios, que en este tiempo resuenen las voces de los profetas,
como Malaquías y el Bautista. Ellos clamaron por la salvación que venía,
nosotros en esta Navidad, tenemos por Cristo, esa salvación. Esta es la Navidad
auténticamente cristiana.
Quiera Dios que nosotros por nuestros actos,
seamos anunciadores de Jesús, evangelizadores, capaces de denunciar lo
incorrecto y anunciar la esperanza, ese anuncio, debería llevarnos a una
transformación colectiva:
-
Una política de
servicio.
-
Una economía
para la solidaridad.
-
Una cultura
para la verdadera libertad.
Volvemos a la lectura de Malaquías: “…Él
convertirá el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos
hacia los padres, para que no tenga que venir a castigar y destruir la tierra».
Que esta Navidad, sea de reconciliación: en la familia, con los vecinos, con la
comunidad. Tristemente, hay que decirlo, nuestro gobierno, no busca esa
reconciliación. Busquémosla y hagámosla nosotros.
Estamos en Navidad, podemos hacer la petición,
si se quiere desesperada: ¡Ven a salvarnos!
Entremos en las liturgias propias del 24 de
diciembre…
III
En este acápite, reflexionaremos en torno a las
lecturas de tres Eucaristías:
a)
La que se
conoce como la feria mayor de Adviento, Misa que se desarrolla hasta las tres
de la tarde.
b) La Misa Vespertina de la Vigilia.
c)
La Misa de la
Noche.
Adentrémonos en la Palabra de Dios…
A)
La que se
conoce como la feria mayor de Adviento, Misa que se desarrolla hasta las tres
de la tarde.
Lectura del segundo libro
de Samuel (7,1-5.8b-12.14a.16):
CUANDO el rey David se asentó en su casa y el
Señor le hubo dado reposo de todos sus enemigos de alrededor, dijo al profeta
Natán:
«Mira, yo habito en una casa de cedro, mientras
el Arca de Dios habita en una tienda».
Natán dijo al rey:
«Ve y haz lo que desea tu corazón, pues el Señor
está contigo».
Aquella noche vino esta palabra del Señor a
Natán:
«Ve y habla a mi siervo David: "Así dice el
Señor: ¿Tú me vas a construir una casa para morada mía?
Yo te tomé del pastizal, de andar tras el
rebaño, para que fueras jefe de mi pueblo Israel. He estado a tu lado por donde
quiera que has ido, he suprimido a todos tus enemigos ante ti y te he hecho tan
famoso como los grandes de la tierra. Dispondré un lugar para mi pueblo Israel
y lo plantaré para que resida en él sin que lo inquieten, ni le hagan más daño
los malvados, como antaño, cuando nombraba jueces sobre mi pueblo Israel. A ti
te he dado reposo de todos tus enemigos. Pues bien, el Señor te anuncia que te
va a edificar una casa.
En efecto, cuando se cumplan tus días y reposes
con tus padres, yo suscitaré descendencia tuya después de ti. Al que salga de
tus entrañas le afirmaré su reino. Yo seré para él un padre, y él será para mí
un hijo.
Tu casa y tu reino se mantendrán siempre firmes
ante mí; tu trono durará para siempre"».
Esta lectura (La promesa de
una dinastía eterna a David) y el Evangelio, del que ya hablaremos, nos
preparan para la noche: el nacimiento del Mesías, Cristo Jesús…
David al fin, logra la
estabilidad política, logra la estabilidad militar… entonces con buena
intención, el rey quiere hacerle una casa a Dios (Un templo), donde estaría el
Arca de la Alianza. Terminaban la inestabilidad y las peregrinaciones.
David quiere asegurarle a
Dios, una casa. Pero la cosa resulta al revés, Dios es el que, le da a David
una casa y una descendencia duradera: “…Pues bien, el Señor te anuncia que te
va a edificar una casa… Tu casa y tu reino se mantendrán siempre firmes ante mí;
tu trono durará para siempre"».
Cuando Dios le asegura una
casa a David, no solo habla de una edificación material, habla de una
descendencia… Dios es Señor de la historia…
Leamos el Salmo…
Salmo
Sal
88
Cantaré eternamente las misericordias del Señor,
anunciaré tu fidelidad por todas las edades.
Porque dijiste: «La misericordia es un edificio eterno»,
más que el cielo has afianzado tu fidelidad.
«Sellé una alianza con mi elegido,
jurando a David, mi siervo:
Te fundaré un linaje perpetuo,
edificaré tu trono para todas las edades».
«Él me invocará: “Tú eres mi padre,
mi Dios, mi Roca salvadora”;
Le mantendré eternamente mi favor,
y mí alianza con él será estable».
Con
este Salmo cantamos el agradecimiento a la fidelidad de Dios: Cantaré
eternamente tus misericordias, Señor y
subrayemos lo que dice el texto: «Sellé una alianza con mi elegido,
jurando a David, mi siervo: Te fundaré un linaje perpetuo, edificaré tu trono
para todas las edades».
Estas
palabras se cumplieron con Cristo, Jesús es el Hijo de David, Él pertenece a la
casa de David (Pero conste que, en el siglo I, esa casa, estaba muy venida a
menos) …
Veamos
el Evangelio…
Lectura del santo evangelio según san Lucas (1,67-79):
En aquel tiempo, Zacarías, padre de Juan, se
llenó de Espíritu Santo y profetizó diciendo:
«“Bendito sea el Señor, Dios de Israel”,
porque ha visitado y “redimido a su pueblo”,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.
Es la salvación que nos libra de nuestros
enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la “misericordia que tuvo con
nuestros padres,
recordando su santa alianza”
y “el juramento que juró a nuestro padre
Abrahán” para concedernos
que, libres de temor, arrancados de la mano de
los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia, en su
presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante “del Señor a preparar sus
caminos”,
anunciando a su pueblo la salvación
por el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas y en
sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos por el camino de la
paz».
El 23
de diciembre, se caviló el Magníficat, nosotros, ya lo hemos hecho en esta
amplia reflexión. En esta Misa de la mañana del 24 de diciembre, el Evangelio
es otro cántico: “el Benedictus”.
Volvemos
a las catequesis de San Juan Pablo II, para nuestras primeras notas sobre este
texto:
a) Este
es un cántico profético, por lo que viene del Espíritu Santo: “En aquel tiempo, Zacarías, padre de Juan, se llenó de
Espíritu Santo y profetizó…”; el cántico es una bendición ante las acciones
salvíficas y de liberación de Dios, a su pueblo. Así, la historia, es leída
proféticamente, es decir, bajo la idea de que esa historia, es guiada por Dios,
esa guía entrelazada con la debilidad del ser humano.
b) En el
original griego, el cántico tiene solo dos frases, vamos a citarlas:
1) «“Bendito sea el Señor, Dios de Israel”,
porque ha visitado y “redimido a su pueblo”,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.
Es la salvación que nos libra de nuestros
enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la “misericordia que tuvo con
nuestros padres,
recordando su santa alianza”
y “el juramento que juró a nuestro padre
Abrahán” para concedernos
que, libres de temor, arrancados de la mano de
los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia, en su
presencia, todos nuestros días.”.
2) “…Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante “del Señor a preparar sus
caminos”,
anunciando a su pueblo la salvación
por el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas y en
sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos por el camino de la
paz».
Ahora
bien, después de la introducción, caracterizada por la bendición de alabanza,
se puede identificar el cuerpo del cántico, en tres estrofas, que exaltan temas
variados, para articular la historia de la salvación:
-
La alianza de David: “«“Bendito sea el Señor, Dios de Israel”,
porque ha visitado y “redimido a su pueblo”,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.
Es la salvación que nos libra de nuestros
enemigos
y de la mano de todos los que nos odian…”
-
La alianza con Abraham: “…realizando la “misericordia que tuvo con nuestros
padres,
recordando su santa alianza”
y “el juramento que juró a nuestro padre
Abrahán” para concedernos
que, libres de temor, arrancados de la mano de
los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia, en su
presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante “del Señor a preparar sus
caminos”…”
-
El Bautista nos introduce en la
nueva alianza con Cristo: “…Y a ti, niño, te
llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante “del Señor a preparar sus
caminos”,
anunciando a su pueblo la salvación
por el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas y en
sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos por el camino de la
paz».
El ápice del cántico, es el versículo 78: “…Por la entrañable
misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto”.
c)
En el original
griego, la frase: “sol que nace de lo alto”, es “anatolé”, ese vocablo
significa: “el sol que nace”, pero también: “el germen que brota”. En la
tradición bíblica ambas imágenes, tienen un importante peso:
Ya
hemos visto que Isaías habla del “Dios – con – nosotros” y nos recuerda que: «el pueblo que caminaba en tinieblas vio una
luz grande; habitaban tierras de sombras, y una luz les brilló» (Is 9,1). Por
otro lado, refiriéndose también al rey Emmanuel, lo representa como el «renuevo
que brotará del tronco de Jesé», es decir, de la dinastía davídica, un vástago
sobre el que se posará el Espíritu de Dios (cf. Is 11,1-2).
-
Por
tanto, con Cristo aparece la luz que ilumina a toda criatura (cf. Jn 1,9) y
florece la vida, como dirá el evangelista san Juan uniendo precisamente estas
dos realidades: «En él estaba la vida y la vida era la luz de los hombres» (Jn
1,4).
d)
La
humanidad, que está envuelta «en tinieblas y sombras de muerte», es iluminada
por este resplandor de revelación (cf. Lc 1,79). Como había anunciado el
profeta Malaquías, «a los que honran mi nombre los iluminará un sol de justicia
que lleva la salud en sus rayos» (Ml 3,20). Este sol «guiará nuestros pasos por
el camino de la paz» (Lc 1,79).
Con esto, las
cosas han cambiado: la luz de Cristo y que es Cristo, sostiene al ser humano,
que a pesar de tener “otras luces”, caen y entran en oscuridad…
A esta altura,
Juan Pablo II cita a Beda el Venerable: démosle la palabra al Santo Padre: “Ahora
damos la palabra a un maestro de la Iglesia, a uno de sus doctores, el
británico Beda el Venerable (siglo VII-VIII), que en su Homilía para el
nacimiento de san Juan Bautista, comentaba el Cántico de Zacarías así: «El
Señor (...) nos ha visitado como un médico a los enfermos, porque para sanar la
arraigada enfermedad de nuestra soberbia, nos ha dado el nuevo ejemplo de su
humildad; ha redimido a su pueblo, porque nos ha liberado al precio de su
sangre a nosotros, que nos habíamos convertido en siervos del pecado y en
esclavos del antiguo enemigo. (...) Cristo nos ha encontrado mientras yacíamos
"en tinieblas y sombras de muerte", es decir, oprimidos por la larga
ceguera del pecado y de la ignorancia. (...) Nos ha traído la verdadera luz de
su conocimiento y, habiendo disipado las tinieblas del error, nos ha mostrado
el camino seguro hacia la patria celestial. Ha dirigido los pasos de nuestras
obras para hacernos caminar por la senda de la verdad, que nos ha mostrado, y
para hacernos entrar en la morada de la paz eterna, que nos ha prometido».
e)
Seguimos oyendo a San Juan Pablo II: Por último,
citando otros textos bíblicos, Beda el Venerable concluía así, dando gracias
por los dones recibidos: «Dado que poseemos estos dones de la bondad eterna,
amadísimos hermanos, (...) bendigamos también nosotros al Señor en todo tiempo
(cf. Sal 33,2), porque "ha visitado y redimido a su pueblo". Que en
nuestros labios esté siempre su alabanza, conservemos su recuerdo y, por
nuestra parte, proclamemos la virtud de aquel que "nos ha llamado de las
tinieblas a su luz admirable" (1 P 2,9). Pidamos continuamente su ayuda,
para que conserve en nosotros la luz del conocimiento que nos ha traído, y nos
guíe hasta el día de la perfección» (Omelie sul Vangelo, Roma 1990, pp.
464-465).
Alejemos de
nuevo, el lente de nuestra reflexión: el pasado 21 de diciembre, hablamos de la
esposa de Zacarías (Véase las notas respectivas en este documento), Isabel, su
nombre significa: “Dios juró”; Zacarías significa: “Dios se ha acordado” y como
ya lo hemos dicho, Juan, significa: “Gracia de Dios”,
“favor de Dios”, “misericordia de Dios”.
Entonces, en estos nombres y en el
canto de Zacarías, es claro que Dios, ha cumplido todo lo prometido a “la casa
de David, su siervo”; Dios “…ha visitado y redimido a su pueblo”, con Jesús.
Así, viene la liberación de nuestros enemigos y de todo temor: “…Por la
entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto…”.
La fidelidad y el amor de Dios, se muestra en el niño Jesús.
El Evangelio de
la feria mayor de Adviento, de esa Misa que se
desarrolla hasta las tres de la tarde del 24 de diciembre, nos muestra un canto
queridísimo por la Iglesia, lo hemos asumido desde hace dos mil años (Un
ejemplo de ello, es que, en el Oficio Divino o Liturgia de las Horas, que es el
conjunto de oraciones que la iglesia ha organizado para ser rezadas en
determinadas horas de cada día; lo rezamos en la oración de la mañana o Laudes)
y cada feria mayor de Adviento, tenemos más motivos que Zacarías para
entonarlo.
Es la víspera de la Navidad, si
hemos hecho un buen periodo de adviento, este himno nos debe llenar
particularmente de alegría, pregustamos la celebración del nacimiento de Jesús,
cosa que litúrgicamente, se hará en la Misa de la noche.
Pero aquí hay que expresar una idea
clave: nosotros no le hacemos un homenaje a Dios al celebrar la Navidad, sino,
que Él nos cobija con su amor, quien nos visita, quien nos rescata (Nos libera);
Dios es el que nos busca, el que piensa primero en nosotros, sacramentalmente,
la Navidad está a punto de iniciarse.
B)
La Misa
Vespertina de la Vigilia (Tiempo de Navidad)
Esta Misa se
celebra después de las tres de la tarde y antes obviamente, de la Vigilia de la
noche. Reflexionemos a profundidad las lecturas:
Lectura del libro del profeta Isaías
62, 1-5
“Por amor a Sión no me callaré, por amor a Jerusalén no descansaré, hasta que
irrumpa su justicia como una luz radiante y su salvación, como una antorcha
encendida. Las naciones contemplarán tu justicia y todos los reyes verán tu
gloria; y tú serás llamada con un nombre nuevo, puesto por la boca del Señor.
Serás una espléndida corona en la mano del Señor, una diadema real en las
palmas de tu Dios. No te dirán más «¡Abandonada!», ni dirán más a tu tierra
«¡Devastada!», sino que te llamarán «Mi deleite», y a tu tierra «Desposada.»
Porque el Señor pone en ti su deleite y tu tierra tendrá un esposo. Como un
joven se casa con una virgen, así te desposará el que te reconstruye; y como la
esposa es la alegría de su esposo, así serás tú la alegría de tu Dios.”
1)
En este texto,
comienza a reaparecer el tema de la gloria futura de Sión, que volverá a ser
para siempre la esposa amada del Señor.
2)
En el versículo
1, dice: “Por amor a Sión no me callaré, por amor a Jerusalén no
descansaré, hasta que irrumpa su justicia como una luz radiante y su salvación,
como una antorcha encendida.”: esta Navidad, deberíamos tener el mismo celo
para procurar que se haga la voluntad de Dios. Estamos a las puertas de la
Navidad, debemos sentir más, aquello que dice el Padre Nuestro: “Venga tu
Reino. Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo”. En esta Navidad, es
bueno seguir orando con insistencia por los demás.
3)
Pero profundicemos en este tema de la irrupción
de la justicia: en este punto cabe
recordar, lo que es el profeta: el que anuncia lo incorrecto y anuncia la
esperanza. Bajo este principio, Dios impulsa esa denuncia y ese anuncio, para
ello, Dios le da la fuerza al profeta, a mayor oposición, mayor fuerza. Si
queremos que irrumpa la justicia, no podemos quedarnos callados, tenemos que
seguir denunciando y anunciando, hasta que, la justicia entre como un rayo y su
gracia brille como una lámpara encendida (Este punto lo hemos basado en una
tesis de Martín Lutero)
4)
Veamos ahora el
texto desde una aplicación más personal: “Por amor a Sión no me callaré,
por amor a Jerusalén no descansaré, hasta que irrumpa su justicia como una luz
radiante y su salvación, como una antorcha encendida.”: cuando somos
prisioneros del mal, de satanás, los ojos de los cautivos, no ven la gloria de
Dios, esta Palabra que nos es proclamada a las puertas de la Navidad, brinda
luz, y la visión de la fe, lo que habilita a ver, a quienes están prisioneros,
la libertad de sus opresiones.
5)
En esta línea,
se nos dice que no es cierto que Dios castigue nuestro pecado, no es cierto que
desprecie nuestra pequeñez. El Dios de Jesús no conoce ni el resentimiento, ni
la venganza. Todo Él, vibra como un novio en la noche de bodas, y en la Misa de
la Noche, la novia es la humanidad, mujer de cuyo seno brota y surge el bello
fruto de la libertad, de la paz, de la justicia y del gozo.
6)
Dice el texto:
“…Las naciones contemplarán tu justicia y todos los reyes verán tu
gloria; y tú serás llamada con un nombre nuevo, puesto por la boca del Señor.
Serás una espléndida corona en la mano del Señor, una diadema real en las
palmas de tu Dios. No te dirán más «¡Abandonada!», ni dirán más a tu tierra
«¡Devastada!», sino que te llamarán «Mi deleite», y a tu tierra «Desposada.»:
esta es la esperanza. Recuérdese algo que ya hemos dicho: Sión somos nosotros:
esta es nuestra esperanza, en medio de un año que se nos ha presentado como de
pruebas y tiempos oscuros.
7)
Si Dios no hubiese
tenido compasión de nosotros, nuestra suerte sería como la de la esposa infiel,
abandonada y condenada… pero el niño Jesús viene, para concretar una
reconciliación, la nuestra con Dios. Por esa reconciliación, somos
transformados en diademas reales y coronas de gloria.
8)
Pero, además,
el texto dice: “…Las naciones contemplarán tu justicia y todos los reyes
verán tu gloria…”: nosotros veremos la justicia de Dios. Esa justicia, comienza
con el nacimiento de Jesús, además, dice que los reyes verán su gloria: hay que
decirlo, en cada Navidad, debemos renovar la esperanza y el anuncio y denuncia,
que permitan que nuestros gobernantes ya no estén contra la justicia de Dios.
9)
Véase lo
que dice la lectura: “…Las naciones contemplarán tu justicia…”: es decir, verán
que has alcanzado el puesto que te merecías. “…y tú serás llamada con un nombre
nuevo, puesto por la boca del Señor.”: al darle a Sión un nombre nuevo, Dios le
encomienda una misión nueva, una misión universal. Jesús ya va a nacer, Él nos
dará el lugar que nos merecemos. Jesús nos da un nombre nuevo, nuestro
testimonio debe ser universal, esto es clave para nuestra Iglesia: nuestra
misión es católica.
10) Una vez más: dice el texto: “…y tú serás llamada con
un nombre nuevo, puesto por la boca del Señor.”: ya hemos dicho que: desde el mismo nombre se refleja el carácter del hombre
(Recuérdese o sépase que, en la Biblia, el nombre implica el carácter de la
persona. Esto en el catolicismo, alimenta una tradición: la de tomar un nuevo
nombre en la confirmación); esto nos permite reflexionar lo siguiente:
-
¿Cuál es
nuestro nombre favorito de Dios?
-
¿Con qué
nombre, nos gustaría que Dios nos llamara?
-
¿Con qué nombre
nuevo podría bautizar Dios a nuestro país?
-
¿Puedes orar
usando todos esos nombres?
11)
El profeta
anhela ver el nuevo horizonte de Dios. Ese anhelo debe ser el nuestro, en las
cercanías de la Navidad.
12)
Este texto es un llamado a prepararnos
adecuadamente para recibir la salvación del Señor.
13)
Vean que este texto es semejante al canto de un
centinela que aguarda la aurora. El niño Jesús es nuestra aurora. Este es el
anuncio, esta es la invocación. Con este canto, debemos despertar, el Señor
estará en medio de nosotros.
14)
La aurora iluminará la ciudad, la aurora de la
Navidad, debe iluminarnos a nosotros, pareceremos una corona refulgente. La
Iglesia debe ser visible desde lejos y magnífica, esto por cuanto debe ser
portadora del niño Jesús.
15)
Expresa esta primera lectura: “…Como un joven se
casa con una virgen, así te desposará el que te reconstruye; y como la esposa
es la alegría de su esposo, así serás tú la alegría de tu Dios.”: el tema de
los desposorios, adquiere gran relieve en este pasaje. El triunfo de Jerusalén
y de la ciudad, es que se va a convertir en la esposa de Dios. El triunfo de la
iglesia, es que se va a convertir en la esposa de Jesucristo. La figura del
matrimonio, ilustra la íntima comunión que habrá entre Dios y su pueblo cuando
se establezca el reino mesiánico, cosa que sucederá a partir de la Misa de
noche. Ya desde el 21 de diciembre, hemos visto las figuras de la novia y el
novio, como una metáfora de la relación entre Israel y Dios y como lo hemos
dicho, alegóricamente, entre Dios y nosotros.
16)
Este novio (Dios), nos llena de regalos y
bendiciones y nos sigue jurando fidelidad: el principal regalo, la principal
bendición es el niño Jesús.
17)
Como nos lo dice el Teólogo de la Liberación,
Teófilo Cabestrero: “En el texto profético las imágenes de la ciudad y de la
esposa o amor esponsal, se entrelazan para definir el amor con que Dios ama a
su pueblo: él se dará a los hombres por amor, en un amor total que les unirá a
ellos, y unirá a ellos entre sí y les ensanchará la vida, el ser, la
existencia.”
18)
Dios no solo nos perdona, nos protege, nos sana,
provee para nosotros, nos devuelve al hogar (Que es la original relación con
Él, antes de las rupturas del pecado), nos reconcilia, nos transforma para
justicia, nos honra, nos exalta. De este modo, los creyentes serán bendición
para todas las naciones. Este es el deleite de Dios.
19)
Véase como Dios cambia las cosas: la
“abandonada”, la “desolada” pasa a ser “deleite”, nada más y nada menos, que,
de Dios, pasa a ser su esposa. Nosotros, que este año hemos padecido
sentimientos de abandono y desolación, pasemos en esta Navidad a ser deleite de
Dios y verdadera esposa de Cristo.
20)
El ser humano no está destinado a la ruina y a
la destrucción y la desdicha, sino, al progreso y a la realización plena, no a
la muerte sino a la vida (Teófilo Cabestrero)
21)
En este
momento podemos orar: “¡Dios que tu futuro glorioso sea nuestra realidad hoy!”
Esta oración, es cercana, ¡pues este texto pertenece a la Misa Vespertina de la
Vigilia de Navidad!
22)
Precisamente, hablando de oración, aprovechemos
este tiempo de Navidad, para intensificar la oración, que este tiempo, nos sea
útil, para pedir al Espíritu Santo un avivamiento entre los creyentes. En esta
Navidad, rindamos culto de todo corazón, busquemos a Dios continuamente,
expresemos de todo corazón nuestra devoción.
Pasemos al Salmo responsorial:
SALMO
88, 4-5. 16-17. 27. 29
Yo sellé una alianza con mi elegido,
hice este juramento a David, mi servidor:
«Estableceré tu descendencia para siempre,
mantendré tu trono por todas las generaciones.»
¡Feliz el pueblo que sabe aclamarte!
Ellos caminarán a la luz de tu rostro;
se alegrarán sin cesar en tu Nombre,
serán exaltados a causa de tu justicia.
El me dirá: «Tú eres mi padre,
mi Dios, mi Roca salvadora.»
Le aseguraré mi amor eternamente,
y mi alianza será estable para él.”.
1)
Primero un apunte general sobre este Salmo: este
texto es un himno al Señor rey del universo y una evocación a las promesas
hechas a David y a su descendencia.
2)
Dice el Salmo: “Yo sellé una alianza con mi elegido, hice este juramento a
David, mi servidor: «Estableceré tu descendencia para siempre, mantendré tu
trono por todas las generaciones.»: esta es una alusión a la profecía que le da
Natán a David (2 Samuel 7: 12 – 16. Véase la primera lectura de la Feria Mayor
de Adviento, en este trabajo); esto es comentado poéticamente más adelante en
el mismo Salmo. Véase que el texto dice: «Estableceré tu descendencia para
siempre…”: esa promesa fue hecha a adán y a Eva, también fue hecha a Abrahán,
esa promesa es hecha a David y señala a su hijo más grande: Jesucristo (Esto
nos va abriendo el camino del Evangelio de esta Misa); Jesucristo es la Raíz de
David y reinará supremamente para siempre. Este es el propósito del pacto
davídico, cosa que veremos cumplida en la segunda venida (Parusía), de Cristo.
3)
Sobre este tema de:, «Estableceré tu descendencia para siempre, mantendré tu
trono por todas las generaciones.», tiene sus bemoles: ¿Incluía a todos los
descendientes de David?: no, pues cuando los reyes davídicos desobedecían a
Dios, Él les quitaba de en medio, al igual que en su momento, ya con el reino
dividido, quitó el reino del norte, entregándoselo a sus enemigos y
desapareciéndolos en el cautiverio, cuando el pueblo persistió en la apostasía
(Esto se verá más adelante en el Salmo, pero no es parte de la lectura de esta
Misa)
4)
«Estableceré tu descendencia
para siempre, mantendré tu trono por todas las generaciones.», al respecto dice
San Pedro: “De la descendencia de éste (David), y conforme a la promesa, Dios
levantó a Jesús por Salvador a Israel”, como lo veremos en la segunda lectura (Hechos
13: 23); y el ángel Gabriel, le revela a María: “Y el Señor Dios le dará el
trono de David su padre…y su reino no tendrá fin” (Lucas 1: 32 – 33); demos
gracias a Dios, el cumplimiento de sus promesas en Jesús, hermano y salvador
nuestro.
5)
«Estableceré tu descendencia para siempre…”: como lo dijera, el
pastor protestante, Charles H. Spurgeon: “La descendencia de David sigue
viviendo en la persona del Señor Jesús, y la descendencia de Jesús son las
personas de los creyentes. Los santos son una raza que no muere ni puede
exterminarla el infierno. A lo largo de la historia se ha intentado
repetidamente exterminar la descendencia del pacto, esto en vano. En tanto que
Dios viva, su pueblo vivirá”. En esta misma línea, recordamos el pasaje de la
historia, en el que Napoleón le dijo al Cardenal Consalvi, que iba a destruir
la Iglesia, el purpurado, le dijo tranquilamente, que no podría. Napoleón
repitió airadamente su amenaza a lo que Consalvi le contestó: “No señor, no
pierda su tiempo en tratar de destruir a la Iglesia. Lo hemos intentado
nosotros desde adentro, y no hemos podido conseguirlo”.
6)
El amor y la fidelidad son los temas de este
Salmo (En todo el Salmo, se menciona la fidelidad, 7 veces). Estas son dos
cualidades sobresalientes de Dios. Amor es favor, gracia, bondad, ternura,
misericordia; fidelidad es: lealtad, verdad. Con este Salmo, se canta a la
fidelidad de la alianza. Reflexionemos sobre la fidelidad y el amor
misericordioso de Dios, que nos llama constantemente a la conversión.
7)
El autor escribe en medio de un periodo de
grandes derrotas (Probablemente, hacia fines de época de los reyes, cuando el
reciente poderío de Babilonia se había convertido en un una grave amenaza para
el reino de Judá) por lo que cabe la
pregunta: ¿Dónde está el rey – salvador que debía dar gloria y prosperidad al
pueblo?; hoy, en medio de la pandemia, quizás nos hemos preguntado: ¿Señor:
dónde están sus promesas?; viendo la situación política y económica del país,
preguntamos: ¿Por qué no hay pan para tus hijos?; ¿Dónde está tu justicia?,
¿Por qué la Iglesia no vive según tu Evangelio?: la respuesta a estas preguntas
es Jesús: Él es el rey – salvador, Él es la promesa cumplida.
8)
Y por
supuesto, cabe ir más allá: ¿Por qué, si Jesús está en nosotros, no tenemos una
economía para la solidaridad?; ¿Por qué si Jesús está en nosotros, no vivimos
en una sociedad justa? Y repetimos: ¿Por qué la Iglesia no vive según tu
Evangelio?: aquí la respuesta es dura: porque de verdad no somos cristianos,
solo nos decimos cristianos, aprovechemos esta Navidad, para una verdadera
conversión.
9)
Vale la pena repetir: El autor escribe en medio
de un periodo de grandes derrotas, pese al contexto de las fiestas navideñas,
no podemos olvidar que: Cristo, descendiente de David, el Mesías, el Ungido, sufrió
también una derrota que ponía en entredicho las antiguas promesas y la justicia
divina (La cruz); pero la resurrección aclara este misterio, tal idea nos
resulta fundamental: celebramos la Navidad, teniendo proyectada sobre ella, la
Pasión, muerte y resurrección de Jesús. Ya lo decía San José Gabriel Brochero:
“en la cruz está nuestra salud y nuestra vida, la fortaleza del corazón, el
gozo del espíritu, la esperanza del cielo.”
10)
David fue ungido, en esta línea es tipo
(Imperfecto claro está) de Jesús. Parte de este Salmo, será citado en la
segunda lectura de esta Misa, ciertamente, los temas principales del Salmo,
reaparecen de formas diversas en el Nuevo Testamento:
-
El título de Mesías, es escuchado de los labios
de Pedro (Mateo 16: 16)
-
El título de Elegido, se observa en el pasaje de
la transfiguración (Lucas 9: 35)
-
El título de Siervo, lo mira Mateo, cuando
cuenta que los fariseos querían matar a Jesús. Él era seguido por mucha gente y
los sanaba a todos, pidiendo encarecidamente que no lo divulgaran. El título,
se lo da el Evangelista, citando al profeta Isaías (42: 1 – 4); lo mismo se
observa en el libro de los Hechos de los Apóstoles (3: 13 y 26; 4: 27 y 30)
Ahora bien, hay una relación
entre David y Dios, pero la relación entre Jesús y Dios es mayor, porque, Él es
la segunda persona de la Santísima Trinidad, es decir, comparte la naturaleza
del Padre. Así Jesús, asume de manera absoluta el título de “Hijo de David” e
“Hijo de Dios”. Repetimos: Jesús asume esos títulos plenamente.
11)
Dice el Salmo: “Le aseguraré mi amor
eternamente, y mi alianza será estable para él.”: el salmista le recuerda a
Dios su elección del linaje de David para gobernar a Israel y su promesa de que
la dinastía de David duraría para siempre, a pesar de la infidelidad del pueblo.
12)
La oración de este Salmo, es clave en un tiempo
como el presente lleno de conflictos: tomar conciencia de que, si el ser humano
es ultrajado, Dios es ultrajado. El amor de Dios es fiel, pese a todo, el amor
de Dios, no tiene vuelta atrás.
13)
Aprovechemos esta Navidad, para pedir al Señor
la capacidad para reconocer el cumplimiento de sus promesas y las
manifestaciones de su amor, aun cuando sean distintos de lo que esperábamos.
14)
No es extraño que, en estos tiempos, dudemos del
amor y fidelidad de Dios: que la Iglesia, es decir, los creyentes unos y otros,
nos seamos apoyo. Con éste, podemos comprender y acoger la acción divina.
Recemos en esta Navidad, para que Dios recuerde sus promesas, ahora que, en
medio de la pandemia, nuestro pueblo está afligido.
15)
Pidamos a Dios, de todo corazón, que vivamos
siempre en su amor, junto con nuestra familia, nuestros amigos, nuestra
comunidad, nuestro pueblo y el mundo entero.
16)
Bendigamos al Señor por siempre.
Vamos a la segunda lectura: Lectura
de los Hechos de los Apóstoles
13, 16-17. 22-25
Al llegar a Antioquía de Pisidia, Pablo se levantó en la sinagoga y, pidiendo
silencio con un gesto, dijo:
«Escúchenme, israelitas y todos los que temen a Dios. El Dios de este Pueblo,
el Dios de Israel, eligió a nuestros padres y los convirtió en un gran Pueblo,
cuando todavía vivían como extranjeros en Egipto. Luego, con el poder de su
brazo, los hizo salir de allí.
Y cuando Dios desechó a Saúl, les suscitó como rey a David, de quien dio este
testimonio: He encontrado en David, el hijo de Jesé, a un hombre conforme a mi
corazón que cumplirá siempre mi voluntad. De la descendencia de David, como lo
había prometido, Dios hizo surgir para Israel un Salvador, que es Jesús.
Como preparación a su venida, Juan había predicado un bautismo de penitencia a
todo el pueblo de Israel. Y al final de su carrera, Juan decía: "Yo no soy
el que ustedes creen, pero sepan que después de mí viene aquel a quien yo no
soy digno de desatar las sandalias."».
1)
Estamos ante el gran discurso inaugural de San
Pablo, en el que Lucas (Autor del libro de los Hechos de los Apóstoles), quiere
reflejar la predicación del apóstol Pablo a los judíos. El discurso de Pablo
tiene dos partes, pero la lectura, solo toma elementos de la primera, donde el
predicador, resume la historia sagrada. Este tipo de resúmenes no es extraño,
por ejemplo, recordamos el discurso de Esteban el protomártir (Hechos 7);
decimos que no es extraño, porque en la cultura judía, la memoria es
fundamental: estar recordando la historia y la acción de Dios en esa historia.
Véase que ese recordatorio, en este caso, es ampliado por la evocación a Juan
el Bautista (Personalidad clave en el tiempo de preparación a la Navidad: el
Adviento)
2)
Volvemos a este tema de la memoria: esta era
la manera judía de predicar, y para los emigrados (Los judíos de la diáspora.
Nótese que Pablo está en Antioquía, la actual Turquía. Esta diáspora, se dio
como fruto de la caída de Jerusalén, en siglo VI antes de Cristo. Los
dispersados habitaron las regiones del cercano Oriente y del Mediterráneo), no
había nada más interesante que oír recordar esa historia que sabían de memoria
y que les daba su identidad en medio de otros pueblos.
3)
Véase como Pablo comienza su discurso: «Escúchenme, israelitas…”: él se dirige a los israelitas de
la diáspora como un pueblo unido. Apela a su herencia, haciendo referencia a
los reinados de Saúl y de David.
4)
Pero también dice: “…y
todos los que temen a Dios…”: aquí cabe un elemento histórico: los no – judíos
(Los Gentiles), que asistían a las sinagogas, se les daba un lugar particular
para sentarse, y les llamaban: “los que temían a Dios”.
5)
Sigue diciendo Pablo: “…El Dios de este Pueblo, el Dios de Israel, eligió a
nuestros padres y los convirtió en un gran Pueblo, cuando todavía vivían como
extranjeros en Egipto. Luego, con el poder de su brazo, los hizo salir de
allí…”: el predicador describe, la forma en que Dios se manifiesta para salvar,
como lo hizo en el Éxodo. Aquí hay un punto lingüístico importante: “…el Dios
de Israel, eligió a nuestros padres y los convirtió en un gran Pueblo, cuando
todavía vivían como extranjeros en Egipto…”: esta palabra: “extranjeros”,
refiere a la palabra griega: “paroikia”: forasteros, extraños, transeúntes, no
ciudadanos que habitan como exiliados residentes. Israel peregrinó, vivió en
Egipto, en calidad de “paroikia”. Nosotros también somos “paroikia”, el apóstol
Pedro (1 Pedro 1: 17), nos dirá que, los cristianos vivimos temporalmente como
extranjeros en un mundo que nos es inamistoso (esto, con una política, que solo
sirve a determinados sectores, con una economía insolidaria, con una cultura
opresiva, como lo ha venido concretando por ejemplo, el actual gobierno); pero
el Señor, ha preparado para nosotros un hogar futuro, de carácter permanente y
sin límite de tiempo.
6)
El mensaje de Pablo a los judíos en Antioquia
empieza con énfasis en la alianza entre Dios e Israel. Comenzó con un punto en
el que concordaban, como ya lo hemos dicho, para todos los judíos era motivo de
orgullo ser el pueblo escogido de Dios. Luego pasó a explicar cómo el
Evangelio, cumplió ese pacto. Esto nos da un punto fundamental para la
evangelización: se debe anunciar las Buenas Nuevas, comenzando donde se
encuentra la audiencia que escucha y luego, debe hablárseles de Cristo.
7)
Esto vale la pena profundizarlo: El mensaje de
Pablo a los judíos en Antioquia, empieza con énfasis en la alianza entre Dios e
Israel: esto significa que el Antiguo Testamento, es importante para los
cristianos: esto, por cuanto en él, se presenta a un creador, un Dios que
conserva al mundo y es guía y educador de la humanidad, sin Antiguo Testamento,
no se puede comprender a Jesús.
8)
De esto deriva algo sustancial: la fe judía y
la fe cristiana son históricas: Dios se ha revelado en la historia, nuestra fe
no es filosofía, ni es mitología. El nacimiento, palabra, muerte y resurrección
de Jesús, marca un nuevo punto de partida para la historia humana. El
cristianismo es, ante todo, testimonio de vida y de fe. Estamos pues, con esta
lectura, ante una reinterpretación de la historia. Pablo demuestra que, en
Jesús, la llamada de Dios a los antepasados, va ahora dirigida a todo el mundo
(Por eso estamos celebrando la Navidad), la justificación, no es ya, fruto de
la obediencia a la ley, sino del regalo gratuito de Dios: el niño Jesús, que
por su entrega nos salva.
9)
En esta Misa Vespertina de la Vigilia,
recordamos que: año tras año, la historia está en marcha hacia un término, cuya
única salida es el juicio y el Reino de Dios. De ahí que, cabe la pregunta:
¿Cómo el Evangelio y el Espíritu de Dios están actuando con fuerza en los
acontecimientos actuales?
10)
Dice Pablo: “Y
cuando Dios desechó a Saúl, les suscitó como rey a David, de quien dio este
testimonio: He encontrado en David, el hijo de Jesé, a un hombre conforme a mi
corazón que cumplirá siempre mi voluntad. De la descendencia de David, como lo
había prometido, Dios hizo surgir para Israel un Salvador, que es Jesús.”: Dios
desecha a Saúl, porque relativiza su reinado (Saúl rechazó la Palabra de Dios,
él le había mandado destruir a los amalecitas (1 Samuel 15), pero el rey no
obedeció. Como resultado, Dios lo rechazó). Pero véase que, en el caso de
David, el centro es ser un hombre conforme al corazón de Dios (De hecho, en la
Biblia, solo a él se le designa como alguien próximo al corazón de Dios), su
función más importante es recibir una promesa (“De la descendencia de David,
como lo había prometido”) y engendrar un descendiente: “…Dios hizo surgir para
Israel un Salvador, que es Jesús.”.
11)
Véase que Pablo, cita un dicho directo de
Dios: “…de quien dio este testimonio: He encontrado
en David, el hijo de Jesé, a un hombre conforme a mi corazón que cumplirá
siempre mi voluntad…”: pero este es una combinación del Salmo 89: 20 – 21 y 1
Samuel 13: 14 (La palabra del Señor a Samuel, acerca de David) (Tesis del
teólogo protestante: Archibald Thomas Robertson)
12)
Hay que tener claro y se sabe, que
David no era perfecto (Algo de esto hablamos, cuando reflexionamos antes, la
genealogía de Jesús, según San Mateo), pero se propuso en su corazón, seguir la
voluntad de Dios y se arrepentía cuando fallaba. De nuevo: no se puede olvidar
que, las fallas de David, se centran en su vida privada (Adulterio, asesinato
de otros, mentiras, traición, errores de juicio, no pudo atender adecuadamente
su hogar); pero de nuevo: siempre se arrepentía, y aprendía de sus propios
errores.
13)
Vale la pena profundizar en esto:
“…He encontrado en David, el hijo de Jesé, a un hombre conforme a mi corazón
que cumplirá siempre mi voluntad…”: cuando Dios dice que: “…He encontrado en
David, el hijo de Jesé, a un hombre conforme a mi corazón…”, lo que está
diciendo es: que está de acuerdo a su preferencia para gobernar (1 Samuel 13:
14); David guio al gobierno conforme a la ley:
-
No permitió la idolatría.
-
No fue un dictador.
-
Buscó la guía de Dios, en todas
las cosas de interés público. Si se mira el reinado de Saúl, era todo lo
contrario.
14)
En términos de liderazgo: ¿Qué se
puede aprender de David?:
-
Fue humilde.
-
Se mostró en capacidad de aprender
(Esta es una de las claves del reinado de David)
-
Escuchó a sus críticos y hasta a
sus enemigos.
-
Prestó atención y oyó a los
profetas de Dios.
15)
Dice Pablo: “…Como preparación a
su venida, Juan había predicado un bautismo de penitencia a todo el pueblo de
Israel…”: como ya lo hemos dicho, Pablo hace un recordatorio, en este caso, ese
recuerdo es ampliado por la evocación a Juan el Bautista. Dice el Apóstol de
los Gentiles, que el Bautismo de Juan, era de penitencia: ¿Por qué esa
penitencia?: porque Israel, no había dado fruto: en Lucas 3: 9, dice Juan: “El
hacha ya está puesta a la raíz de los árboles, el árbol que no produce buen
fruto será cortado y arrojado al fuego”.
CONTINUARÁ…