Reflexión de Navidad.
Reflexión de Navidad.
Ocean Castillo Loría.
2 edición revisada y
aumentada.
“¡Salve Lucero que el sol nos
anuncia!”
“¡Salve Regazo de Dios que se
encarna!”.
Akathistos Versos 18 – 19.
I
El relato del nacimiento de
Jesús, se presenta en los Evangelios de San Mateo y San Lucas. En la presente
reflexión, abordaremos ambos relatos, desde la teología bíblica (Católica y
Protestante). Así las cosas, entraremos a profundizar San Mateo 1: 18 – 25 y
San Lucas, 2: 1 – 20. Tomando en cuenta que el periodo litúrgico de Navidad, es
del 24 de diciembre en la tarde al 13 de enero, consideramos que, si se tiene a
bien, se posee tiempo suficiente para leer esta amplísima reflexión.
Estos textos, están dirigidos a
un conjunto de creyentes que saben que Jesucristo vive (Resucitado) y que ellos
lo conocen por la oración y por su vida misma. Así, ellos miran el cumplimiento
de las profecías de Dios, con los relatos del nacimiento, se mira que la luz de
Dios irrumpe con fuerza. Estos relatos son verdadera “Buena Nueva”.
Las falencias históricas sobre la
infancia de Jesús, eran de tal grado, que se inventaron leyendas sobre esta
etapa (Tal es el caso de la redacción griega, del evangelio apócrifo de Tomás,
donde el niño hacía pajaritos de barro y dándoles un golpecito, les infunde la
vida y los hecha a volar)
Otra evidencia en este sentido,
es el ProtoEvangelio de Santiago (De finales del siglo II), véase que el título
particular de este texto, contiene el prefijo: “proto”, esto es así, porque
dicha obra, narra “eventos” ocurridos antes de los narrados en los Evangelios,
particularmente de Mateo y Lucas. En el ProtoEvangelio, la protagonista es la
Virgen María. Inclusive, cabe decir que
hay un punto interesante de contacto entre el ProtoEvangelio y Lucas: ambas
obras, nos presentan a María, como una mujer determinada y no, como una mujer
sumisa. En Lucas, esto es tan claro que, la Virgen, mantiene una relación de
igualdad, con los hombres, primero del movimiento de Jesús, que luego se
concretará en lo que interpretamos como la Iglesia. En el caso del
ProtoEvangelio, inclusive, María es asimilada como una joven de clase alta.
Otros especialistas (Es el caso
de: Carrol Stuhlmueller), dicen que inclusive, hay puntos de contacto entre el
relato del Evangelio de Lucas y los textos de Qumrán: por ejemplo:
-
Les presta escasa o nula atención a los
gentiles.
-
El profeta – precursor, tiene una función
Mesiánica.
-
El Mesías tiene roles sacerdotales y davídicos, dentro
de un marco litúrgico.
Ahora, referido a los textos de
Mateo y Lucas, ya veremos que ellos tienen algunas semejanzas y muchas
diferencias: lo cierto es, que parece que estos relatos, tratan de mostrarnos
que, el nacimiento de Jesús, tiene base milagrosa (Sobrenatural) y guiada por
Dios.
Lo cierto es que los textos de
Mateo y Lucas, son buena nueva mostrada con sencillez, sobre la aparición del
Señor Jesús en la tierra. Con esas narraciones, se celebra la navidad, de
hecho, en la Misa de Gallo, el Evangelio es el propio de Lucas.
En el caso del texto de Mateo:
éste se lee en el marco de las ferias mayores de Adviento, propiamente, el 18
de diciembre. De igual manera, se vuelve a leer, en la Misa Vespertina de
Navidad.
Dice San Cromacio de Aquileya, que,
entre tanto, San Juan, toma el inicio del nacimiento divino, como el Verbo,
antes de la Encarnación. Mateo y Lucas, hablan del verbo encarnado. Aquí cabe
decir que: en términos de exactitud de
Teología Bíblica, en este capítulo 1 de Juan, no se habla de Encarnación, pero
esta tesis surgirá mucho tiempo después de San Cromacio. Por cierto, valga
decir, que el texto de San Juan, es el Evangelio, en la Eucaristía que se
conoce como: la Misa del día, del 25 de diciembre.
Seamos claros, “en términos de
historia pura”, no conocemos exactamente el día en que nació Jesús, los
primeros cristianos no estaban interesados en ello, de hecho, la primera fiesta
cristiana, era la Pascua. Para el siglo III (Días de Hipólito, Obispo de Roma),
se siente la necesidad de celebrar la Natividad por separado. Ya en el año 336,
en el “Depositio Martyum Filocaliana”, se cita la Navidad de Cristo, el 25 de
diciembre. Pero es interesante, que, desde antes, ya en el siglo II, María era
llena de alabanzas. De esa época, es la siguiente oración: “María por encima de
ti, solo Dios; por debajo de ti, todo lo que no sea Dios”. Lo cierto es, que
tanto los Padres de la Iglesia Griega y de la Iglesia Latina, apoyaron esa
fecha.
Los cristianos de aquel ayer,
tomaron espontáneamente el tiempo del año en el que los días comienzan a
crecer: el 25 de diciembre (Fecha escogida desde el siglo IV) y el 6 de enero
(Esta última es la fecha escogida por Hipólito), son desde antiguo, las fechas
de la primera manifestación de Jesús sobre la tierra.
Así, se cristianizan fiestas paganas,
lamentablemente, esto que es secundario, se ha convertido en lo principal entre
muchos críticos del cristianismo. La principal razón de las fechas, es más
humana y sencilla: la nueva luz viene a la naturaleza. Con ella, se celebra la
luz, que no se extinguirá jamás, es una luz espiritual.
Conste que, en la escogencia de
la fecha, hay un elemento de rebelión política: se desafiaba al emperador
Aurelio, que se hacía adorar en esas fechas como “el sol naciente”. Era (Es),
Jesucristo, el sol de justicia, el astro que nace de lo alto, para iluminar a los
que viven en tinieblas y sombras de muerte (Esto está por encima, de la fecha
exacta en la que nació Jesús. Por eso es hasta baladí, la insistencia de que
Jesús no nació en diciembre: de hecho, una interpretación literal del
nacimiento según Lucas, coloca a los pastores, cuidando a los rebaños en
descampado, lo que, para algunos eruditos protestantes, se daba entre marzo y
noviembre)
Lo cierto es que Jesús nace en el
marco de la historia, por ello, a pesar de que una visión laicista quiere
olvidarlo, la historia se divide en antes y después de Cristo. En esta
construcción temporal, Dionisio, el Exiguo (El pequeño), monje del siglo VI,
sustituye la antigua numeración que iniciaba en la fundación de Roma.
¿Pero cómo hizo Dionisio?: leyó
Lucas, capítulo 3, versículo 23: “Jesús tenía unos treinta años cuando comenzó
su actividad…”. El asunto es que Dionisio interpretó: “Jesús tenía 30 años
cuando comenzó su actividad…”. Es decir, pasó por alto que el Evangelio
presenta una edad aproximada. En ese marco, Dionisio pensó que Cristo nació en
el 753, de la fundación de Roma, cuando el evento pudo haber sido entre el 747
y 749…
El resultado es que el monje
falla entre 4 y 7 años en su cálculo, pero eso no tiene en términos de
veracidad tanta importancia (Aunque en términos de exactitud, sí lo tenga); hay
un mensaje que es el importante: con Jesús, la humanidad comienza una era nueva
(Esto es respaldado por teólogos como San Ambrosio)
El acontecimiento histórico de la
aparición de Dios para nuestra salvación, se actualiza para nosotros en la
liturgia. En la Misa de la Noche (Ya lo hemos dicho), se lee el Evangelio según
San Lucas, la continuación de ese Evangelio, que será aquí reflexionado, se
leerá en la Misa de la Aurora.
En términos de géneros
literarios, los relatos de Mateo y Lucas, son definidos como “midrash”, en
ellos, se mira como Jesús viene a ser la culminación del plan de Dios que se
viene concretando desde el Antiguo Testamento.
Antes de entrar en el detalle de
los relatos, cabe destacar elementos fundamentales en ellos:
-
Jesús nace pobre y desvalido: el rostro que Dios
nos presenta es de debilidad y silencio. Dios es el Dios de los pobres y los
oprimidos. Esto es fundamental: Jesús viene para toda la gente, pero, su misión
es implantar la justicia de Dios, esto supone invertir muchos valores comunes
en la sociedad. Sólo Dios muestra una preferencia continua por los más
vulnerables, cuyos derechos humanos son atropellados constantemente y no gozan
de privilegio alguno. El mismo Jesús, nace destituido, en un pesebre prestado,
un símbolo claro de su identificación con los pobres de la tierra.
-
Su nacimiento nos trae alegría, pero esa alegría
no deja de estar en medio de dificultades. Nuestras dificultades: individuales
y sociales, no nos deben quitar la alegría, de la verdadera Navidad. Sobre
todo, en estos tiempos de pandemia.
-
Al niño Jesús, se le reconoce por su situación
de pobreza: uno de los grandes pecados que cometemos, es asociar la Navidad con
el consumo desenfrenado. La verdadera Navidad, se debe vivir en la humildad
(Pobreza de espíritu, totalmente dependientes de Dios) y haciendo conciencia,
de que debemos liberarnos del egoísmo y del poder, el placer y el tener.
-
Estamos celebrando el nacimiento del Mesías
(Isaías 9: 6)
-
Estamos celebrando el nacimiento del Hijo de
Dios (Lucas 1: 32. 35)
-
Estamos celebrando el nacimiento de nuestro
Salvador (Mateo 1: 21)
-
Estamos haciendo memoria, que nació en Belén de
Judea, en cumplimiento de las profecías (Miqueas 5: 2; Mateo 2: 4 – 6)
-
Estamos haciendo memorial (Haciendo presente), lo
que decimos en el Credo: “… fue concebido por obra del Espíritu Santo y nació
de Santa María Virgen” (Isaías 7: 14; Mateo 1: 22 – 23)
-
Estamos afirmando, como lo dice el Catecismo de
la Iglesia Católica: “…Jesucristo es verdadero Dios y verdadero hombre”
(Catecismo, numeral 464) en el Protestantismo (Salvo algunas sectas), se cree
igual: Jesús vino al mundo, en un cuerpo humano real (2 Juan, versículo 7), sin
dejar de ser Dios (Isaías 7: 14; Mateo 1: 23)
En medio del bullicio de las
festividades, deberíamos procurar cuando menos, un rato de silencio para
meditar sobre la cercanía de Dios, sobre el hecho de mirar a Dios que se nos
presenta en la debilidad de lo humano. El sentir la verdadera alegría de la
Navidad: que, por este niño, somos salvados y liberados. Tomar un tiempo para
comprometernos con la liberación de los pobres (Hacer una verdadera opción por
ellos)
II
Dice San Mateo 1: 18: “El origen
de Jesucristo fue este: María, su madre, estaba comprometida para casarse con
José…”. El matrimonio judío constaba de 3 pasos:
a) Las
dos familias (O el mismo futuro esposo), se ponían de acuerdo en la unión
(Véase que: la pareja no tenía tiempo para conocerse, ellos se iban enamorando
en distintas intensidades, durante el matrimonio. Desde la perspectiva
cultural, también el amor, se comprendía de manera diferente, de cómo lo
entendemos en el siglo XXI, pero también puede alegarse que esas comprensiones,
no son muy lejanas)
b) Se
daba a conocer públicamente. Aquí se da el compromiso del que habla el texto
(“Eruzin”, en hebreo). Este compromiso implicaba una gran obligación legal y no
podía romperse sin divorcio formal (De hecho, al prometido se le llamaba
“marido”). En otras palabras, el compromiso cubría prácticamente el matrimonio,
lo que quedaba después de la ceremonia, era que la pareja viviera junta (La
prohibición de tener relaciones sexuales durante el compromiso, era fortísima
en Galilea, donde la moral era más rígida que en Judea. Para los especialistas
de la Biblia de Estudio Teológico, esta dureza, se extendía a todo el
territorio de Israel). Según San Juan Crisóstomo, San Ambrosio y San Jerónimo,
esta es la situación de María y José al momento de la concepción de Jesús. Para
otros especialistas, como los de la Biblia Litúrgica: la ley judía no
consideraba pecado serio la relación sexual habida entre los novios –
desposados en el tiempo intermedio entre desposorios y casamiento. Más aún, en
caso de que naciese un hijo en ese tiempo intermedio, era considerado por la
ley como hijo legítimo. Esto también refleja un tema cultural, que se seguía
viviendo en el siglo I: el tremendo machismo en Israel. La mujer debía siempre,
pertenecer a un hombre: el papá, el esposo, el hijo (En caso de ser viuda); eso
sí, en investigaciones más recientes, se dice que: esa relación entre hombres y
mujeres, podía variar en Israel, dependiendo de la edad, la posición socio –
económica, la región y hasta la personalidad de la pareja. Esto nos llevaría al
siguiente postulado: en Israel, en el siglo I, habría diversas estructuras,
familiares y matrimoniales, ellas, podrían coexistir, de manera tensa, y que,
reflejasen distintas visiones culturales y hasta religiosas.
c) Este tema del machismo,
también se refleja en el tópico de la preferencia del género de los hijos: se
preferían hijos varones, esto, porque fungían como sucesores y daban
permanencia al linaje familiar, además, el varón generaría ingresos para el
grupo familiar. los mismos textos sanedritas, confirman esta realidad: “Una
hija es un falso tesoro para su padre. El temor que siente por ella lo desvela
por la noche: cuando es niña, teme que la seduzcan; de joven, que se descarríe;
cuando está en edad de casarse, teme que no encuentre marido; cuando se casa,
teme que sea estéril; y cuando es vieja, que se haga hechicera”. Las mismas
mujeres, deseaban tener hijos, no hijas; al tener varones, lograban prestigio
social, al cumplir con las normas establecidas por la colectividad.
d) La pareja se casaba y
comenzaba a convivir (“Nissuin”, en hebreo, que significa introducción. Este
evento, podía darse hasta con una fiesta que duraba varios días).
Desde la teología bíblica
católica, este texto tiene un punto interesante: “El origen de Jesucristo fue
este: María, su madre…”: véase que se resalta la maternidad de María, no la
paternidad de José. Éste no es el padre carnal de Jesús. Pero Jesús, es
descendiente de David e Hijo de Dios, por obra del Espíritu Santo.
Sigue este versículo: “…pero
antes que vivieran juntos, se encontró encinta (María), por el poder del
Espíritu Santo”. Este tema del embarazo por el poder del Espíritu Santo, lo
profundizaremos al reflexionar en torno al relato de San Lucas. Por ahora, solo
daremos un dato histórico: para algunos teólogos, la Virgen es Santificada por
el Espíritu (San Cirilo de Jerusalén), será más tarde (Quizás con San Francisco
de Asís), que se mire a María como “esposa del Espíritu Santo”. Lo cierto es
que: el Espíritu de Dios, es el origen de la vida humana (Ezequiel 37: 1 – 14;
Job 27: 3; Isaías 42: 5); del mismo modo, se mantiene activo en la creación
(Génesis 1: 2)
Desde una perspectiva más
histórica, cabe una hipótesis: recordemos que, conforme a Lucas, María va a
visitar a su prima Isabel (Lucas 1: 39 – 56); quizás, al regreso de esa visita,
José nota en María, los signos de la maternidad (Unos cuatro meses de embarazo),
y allí comienzan las dudas o el “proceso de vocación de José”, como lo veremos
más adelante.
Por otro lado, véase que, María
está embarazada por la intervención de Dios, por obra del Espíritu Santo. Desde
la Teología Bíblica, este evento recuerda hechos semejantes en el Antiguo
Testamento, donde Dios actúa igualmente en los embarazos de: Sara, Rebeca y
Raquel. Las madres del Pueblo de Israel.
San Mateo 1: 19: “José, su
marido, que era un hombre justo y no quería denunciar públicamente a María,
decidió separarse de ella en secreto”. El texto dice que José, era un hombre
justo, es decir, era un cumplidor de la Ley, en el modo de hablar hebreo, era
“un hombre santo”.
De hecho, la palabra “justo”,
viene del griego “dikaios”, que significa: “derecho, sin culpa, recto”. De
conformidad con las leyes de Dios y de los hombres. La palabra se usó
originariamente para describir a la gente que vivía de acuerdo a la “dike”:
regla, costumbre. En el Nuevo Testamento, se les aplica principalmente a
personas que viven de acuerdo con la norma divina de derecho, lo cual sólo es
posible por medio de la justificación y santificación. Es decir, José, no es un
legalista. De hecho, los ejemplos de esa justicia son: Abel (Mateo 23: 25) y
los profetas y los justos de la alianza (Mateo 13: 17)
Conforme a la ley, José podía
denunciar lo que parecía lógico: María había roto el compromiso adulterando con
otro hombre, que la había dejado embarazada, esto tenía un castigo. Veámoslo:
“Si una muchacha virgen es
prometida de un hombre, y otro hombre la encuentra en la ciudad y se acuesta
con ella, serán llevados los dos ante el tribunal de la ciudad, donde serán
condenados a morir apedreados: la joven por no pedir socorro estando en plena
ciudad, y el hombre por deshonrar a la mujer de su prójimo. Así acabarán con el
mal que haya en medio de ustedes”. (Deuteronomio 22: 23 – 24)
La separación en secreto, es
evidencia de que José no quería que María muriese apedreada (¿María ya le
habría contado, lo que nos relata el Evangelio de San Lucas?: Straubinger, nos
dice en las notas de su Biblia, que no: bajo esa idea, este especialista,
admira el silencio de María, que no estaría revelando el misterio de la gracia
realizada en ella). Pero a su vez, quería cumplir la Ley, pero no desea el
divorcio público, dicho sea de paso, en buena teoría, la lapidación mandada por
el Deuteronomio, ya no se practicaba, por lo que la separación en secreto, era
lo normal.
Inclusive, José podía alegar
cualquier razón para aplicar el divorcio (Tales razones podían ser del tipo:
“no sabe cocinar”. Una opinión contraria, es la que presentan los eruditos de
la revisión a la traducción a cargo de Evaristo Martín Nieto, la 23 edición de
Ediciones Paulinas, quienes dicen que las razones para solicitar el repudio,
debían ser objetivas. Para John L. Mckenzie, el repudio, no es igual al
divorcio) y separarse de María. De hecho, jurídicamente, si María aceptaba su
falta, podía ser juzgada en privado, con dos testigos; podía ser juzgada por un
tribunal judío formado por tres rabinos para obtener el divorcio. Eso sí, en
esta dinámica del juicio privado, bastaba la firma del “acta de separación”,
pero sin necesidad de hacer públicas las razones.
Una vez más: José quiere cumplir
la Ley, pero ante María, no le desea la muerte: esto es significativo para
nosotros: ¿Qué es más importante: ¿la Ley o la realidad de las personas?: en el
Evangelio según San Mateo, la justicia es el solidarizarse con el otro
(Compadecerse) y el ser misericordioso.
Aquí se abre otro punto: ¿Dudaría José de la
fidelidad de María? (Es lo más humano, el teólogo Justino, en el siglo II, será
partidario de esta tesis), ¿Estaría seguro José, de que en todo el asunto hay
un “Misterio” que no puede comprender, pues no duda de María? (Esto es lo
teológicamente más santo, algunos teólogos católicos optan por este camino,
tomando en cuenta que un “Misterio” teológico, no es algo que está escondido,
sino, que es algo, que está por encima del intelecto humano. En esta línea, se
ubica el teólogo Orígenes; lo mismo se observa, en las notas de la Biblia,
Bóver – Cantera; y es la idea de: San Efrén, San Basilio, San Jerónimo, Santo
Tomás de Aquino)
En esta segunda línea (La del
“Misterio”), José está ante lo reverente de la acción de Dios, al no entender,
teme y de un modo u otro, quiere huir. Esta huida o más bien, deseo de huida,
lo observamos en las vocaciones de las grandes personalidades del Antiguo
Testamento.
Así lo dice San Bernardo: “José
se juzgaba indigno y pecador y pensaba que no debía convivir con una mujer que
le asombraba por la grandeza de su admirable dignidad. Él veía con temblor que
Ella llevaba el signo cierto de la gestación de la divina presencia, y, como no
podía penetrar en el misterio, determinó dejarla… se maravilló de la novedad
del milagro y de la profundidad del misterio”.
Por otra parte, esta tesis tiene
problemas:
-
De nuevo: ¿José conocía cómo se había dado la
concepción?; de ser esto cierto, el texto de Mateo no lo menciona.
-
Entonces en el sueño de José con el Ángel, éste
no le estaría comunicando nada nuevo. Pero a su vez, lo nuevo, sería el papel
que él desempeñaría como “padre adoptivo” del niño.
Es interesante que, esa
“gestación de la divina presencia”, muestra la intervención de Dios, y esa
intervención no es nueva en la Biblia, son los casos de: Isaac (Génesis 18: 11
– 14); Jacob (Génesis 25: 21) o Samuel (1 Samuel: 1: 4 – 20)
Estamos pues, con ese: “decidió separarse de
ella en secreto”, ante la “vocación de José”: él, ante el Misterio de la
salvación, temiendo, queriendo huir, termina al servicio de la voluntad de
Dios. Ese servicio será encubrir el Misterio, proteger al Emanuel, hasta que
llegue su hora. Esto es tan cierto, que en Nazaret nadie consideraba a esa familia
como diferente.
Conste que esa vocación, se
desenvuelve en medio de un problema: hay algo extraño en su relación con María.
El embarazo les genera un inconveniente, José no lo ha engendrado…
Versículo 20: “Ya había pensado
hacerlo así (José, separándose en secreto), cuando un ángel del Señor se le
apareció en sueños y le dijo: ‘José, descendiente de David, no tengas miedo de
tomar a María por esposa, porque su hijo lo ha concebido por el poder del
Espíritu Santo’”.
De nuevo, aquí nos encontramos el
punto de contacto entre los relatos de San Mateo y San Lucas: el Espíritu
Santo. Vale aquí, entrar en una definición de teología sistemática: ¿Quién es
el Espíritu Santo?: la tercera persona de la Santísima Trinidad y representa el
poder de Dios que obra en el mundo.
Con ello (La presencia del
Espíritu Santo), alude a la acción del Espíritu, al comienzo de la creación
(Génesis 1: 2); también en la restauración del pueblo de Israel, después del
exilio en Babilonia (Ezequiel 37: 1 – 14); luego veremos esa acción en el mismo
Evangelio: en el bautismo (Mateo 3: 11) y en las tentaciones de Jesús (Mateo 4:
1)
Detengámonos en un detalle: “…un
ángel del Señor se le apareció…”: en los textos antiguos, cuando se habla del
“ángel del Señor”, se hablaba de Dios mismo, pero conforme avanza la
revelación, este concepto del “ángel del Señor”, se separa de la persona de
Dios, éste ángel, resulta un mensajero celeste, que aparece con frecuencia en
los evangelios de la infancia.
Veamos otro detalle: “un ángel
del Señor se le apareció en sueños…”: en el Antiguo Testamento, Dios muchas
veces, daba a conocer sus designios en sueños (Un ejemplo clásico es el del
patriarca José, en el libro del Génesis), esto también lo veremos en el Nuevo
Testamento (Exclusivamente en el Evangelio de san Mateo). Pero la aparición del
ángel, es evidencia de lo milagroso del nacimiento de Jesús (Es un
acontecimiento sobrenatural, más allá de la razón y la lógica humanas)
Sigamos en este versículo: “…y le
dijo: ‘José, descendiente de David, no tengas miedo de tomar a María por
esposa, porque su hijo lo ha concebido por el poder del Espíritu Santo’”.
El ángel le habla para disiparle
dudas: ‘José, descendiente de David, no tangas miedo de tomar a María por
esposa…’ y para explicar el origen del embarazo: ‘…porque su hijo lo ha
concebido por el poder del Espíritu Santo’. Pero también aquí hay un pequeño
gran detalle: el ángel le dice: ‘José, descendiente de David…’. Así se confirma
que José, es del linaje regio de David.
En este marco, el teólogo Sebastián
Bartina, Jesuita y especialista en Ciencias Bíblicas, ha expresado que, San
José era heredero legal del rey David, por ser descendiente directo, le
correspondían los derechos reales. La familia real de José fue a esconderse a
Nazaret, huyendo de Herodes, el usurpador del trono, que no era de raza judía,
sino Idumeo.
Por otro lado, el ángel le dice:
“…no tengas miedo de tomar a María por esposa…”, nos dirá el ya citado San
Cromacio de Aquileya: en la caída del género humano, el diablo le habló primero
a la virgen Eva (Recuérdese que es después de la caída, que la pareja tiene
hijos) y después al hombre. Si se mira de modo armónico las narrativas de Mateo
y Lucas, el mensajero de Dios, le habla primero a la Virgen María (En la
Anunciación) y después a José, para revelarles la Palabra de Vida.
Sigue diciendo San Cromacio: en
la caída, la primera elegida fue la mujer para el pecado, en el Nuevo
Testamento, se elige primero a la mujer, para la salvación, en el Génesis, el
hombre cae por la mujer, aquí se levanta el hombre (José), por la mujer (María)
Este santo, irá más allá, al
decir que en el mismo Isaías 11: 1, hay prueba del papel de María: dice Isaías
11: 1: “Saldrá una vara de la raíz de Jesé…”: dice el padre eclesial: esa vara
es María. Para San Cromacio, ella es de la línea de David (Lo mismo piensa San
Jerónimo), pero por la vía de su razonamiento (Teología Patrística), también es
de la línea levita.
Veamos el origen del embarazo:
‘…porque su hijo lo ha concebido por el poder del Espíritu Santo’. Cuando Jesús
nace, responde la petición de todo un pueblo, los profetas lo habían prometido
por largo tiempo. Nace enteramente de la gracia, nace enteramente de la
promesa.
Versículo 21: “’María tendrá un
hijo y le pondrás por nombre Jesús. Se llamará así porque salvará a su pueblo
de sus pecados’”: en nuestras traducciones de la Biblia al español, el nombre
del hijo de María, es Jesús, que es una forma griega (Lo mismo que Josué), del
hebreo Yeshúa (O Yeoshúa), que significa: Señor (Yahvé) salva.
Martín Lutero, fundador del
Protestantismo, nos dirá algo más sobre el origen del nombre de Jesús: este
nombre viene de la voz hebrea “hosia”, esta significa: “ayuda” o “prestar
auxilio”, es decir, Jesús es nuestro ayudador, nuestro auxiliador.
No es extraño que los nombres de
Jesús y Josué, fueran comunes en Israel (El historiador Josefo, aludió a
docenas de hombres con el mismo nombre. Del mismo modo, los especialistas de la
Biblia de estudio Teológico, dicen que: el nombre era muy común, pues, era una
esperanza simbólica en la promesa de que Dios, enviaría su salvación a través
de un Mesías que purificaría a su pueblo y lo salvaría de la opresión), en el
Antiguo Testamento, el nombre “Josué”, aparece dos veces: primero, con el gran
líder de Israel después de Moisés, que condujo al pueblo a la tierra prometida;
este Josué es una figura de Jesús, que guía a los creyentes desde sus
opresiones a la libertad. Solo como ejemplo: Por petición de Josué, el sol se
detiene (Josué 10: 12 – 13), cuando Jesús vence a la muerte, el sol queda
cubierto (Mateo 27: 45); El segundo Josué del que habla el Antiguo Testamento,
es un sumo sacerdote (Zacarías 6: 11 – 12)
Nuestro Jesús, es liberador y
sumo sacerdote (Hebreos 7: 25), sus precursores en el Antiguo Testamento
murieron, pero él vive para siempre (Hebreos 13: 8); cómo podemos ver, el
nombre del hijo de María, es esencial, pues refleja su carácter: Salvador. Esto
es claro en la vida, muerte y resurrección de Jesucristo.
En esta línea observemos: ‘…Se
llamará así porque salvará a su pueblo de sus pecados’: ¿Qué es el pecado?: es
la ruptura con Dios, con el prójimo y con la ecología misma. Este tema y
definición del pecado, son claves para la teología de la salvación: en ese
modelo, el pecado es el peor enemigo del ser humano, pues destruye su alma y su
vida.
Bajo esta lógica: la salvación de
los pecados es una promesa reiterada en los libros proféticos del Antiguo
Testamento (Isaías 40: 2; 53: 6; Jeremías 31: 31 – 34; Ezequiel 36: 25 – 27;
Daniel 9: 24; Zacarías 13: 1)
Aquí cabe otro elemento, muy
resaltado en la teología de la salvación: Jesús viene a la tierra a salvarnos,
porque nosotros no podemos hacerlo, no podemos librarnos de las consecuencias
del pecado. Este punto es clave en nuestro tiempo: por más buenos que seamos, no
podemos eliminar la naturaleza pecaminosa presente en nosotros (El pecado
original); solo Dios (Jesucristo), puede salvarnos. En esta Navidad, se nos
presenta la oportunidad de dar gracias a Jesucristo por venir a salvarnos,
pidámosle en este tiempo, que tome el control de nuestra vida, solo así surgirá
una nueva humanidad.
El teólogo protestante Spurgeon
dirá: “el primer vínculo entre mi alma y Cristo no es mi bondad sino mi maldad,
no mi mérito sino mi miseria, no mi posición sino mi caída, no mis riquezas
sino mi necesidad”.
Acabamos de decir que: el nombre
es esencial, pues refleja el carácter del hijo de María: Salvador. Esto es
claro en la vida, muerte y resurrección de Jesucristo. Jesús muere por nuestros
pecados (Su muerte es expiatoria). Por el Espíritu Santo, aceptamos los
creyentes esta gracia de Dios, por ella, somos liberados de la culpa y
esclavitud del pecado (Juan 8: 31 – 36); de este modo, somos parte de ese
pueblo que Jesús salva.
Cuando Mateo dice que Jesús ‘…salvará
a su pueblo de sus pecados’, misteriosamente, no solo habla de los judíos,
habla de nosotros los gentiles. Él nos abre la puerta a todos los que se le
acercan y reciben el conocimiento de su identidad.
Adicionalmente, ha de decirse
que, esa salvación es espiritual, en oposición a la visión político –
nacionalista, que también se tenía del Mesías (Este tipo de visión, llegaba a
tal detalle, que, había tradiciones judías, que decían que el Mesías llegaría
cuando Israel fuera suficientemente bueno. Una idea muy popular, era que el
Mesías llegaría, cuando Israel guardase el sábado de manera perfecta durante
cuatro semanas consecutivas)
Conste que, en el Antiguo
Testamento, se dice que esa salvación espiritual, la hará Dios mismo, con lo
que se reconoce que el niño Jesús, es Dios. valga decir, que esa salvación, es
el verdadero regalo de la Navidad, para aquellos que estábamos sin Dios, no
para los rectos.
Entonces: ¿Qué podemos decir
sobre el nombre de Jesús?:
1) Es
el nombre sobre todo nombre (Filipenses 2: 9)
2) Solo
en él hay salvación (Hechos 4: 12)
3) Al
pedir en su nombre, se nos responderá (Juan 14: 14)
4) En
su nombre debemos reunirnos (Mateo 18: 20)
5) En
su nombre se predica (Lucas 24: 47)
6) En
la Iglesia, por su nombre se disciplina a los infieles (1 Corintios 5: 3 – 5)
7) Por
este nombre se sufre persecución (Hechos 5: 41)
8) Ante
este nombre, toda rodilla se doblará (Filipenses 2: 10 – 11)
9) Una
vez resucitado, ese nombre permanece (Hechos 22: 8)
10) El
nombre de Jesús es todo para los creyentes:
a) Dios
refleja el carácter de Jesús en su nombre.
b) El
gran poder del nombre de Jesús, fue anunciado por el ángel. Él salvará a su
pueblo, él salvará:
-
De la culpa del pecado.
-
Del poder del pecado (Romanos 7: 24 – 25)
-
Del juicio venidero (Juan 3: 36)
-
Cuando él vuelva, nos dará un cuerpo
incorruptible.
También en el versículo 21, vemos
diversas funciones del Señor:
1) Salvador,
para salvar y santificar (Mateo 1: 21)
2) Redentor,
para liberar del pecado y de las actitudes erradas (1 Pedro 1: 18 – 19)
3) Mediador,
para unir (1 Timoteo 2: 5)
4) Sumo
Sacerdote, para interceder por nosotros (Hebreos 7: 24 – 25)
5) Cabeza,
en todo tiene la preeminencia (Colosenses 1: 18)
6) Rey,
para reinar (Juan 18: 33 – 37)
7) Juez,
para juzgar (Hechos 17: 31)
Con este cuadro, se confirma la
tesis del Papa Emérito Benedicto XVI, en su libro sobre la infancia de Jesús:
Dios se le comienza a revelar a Moisés, en la zarza ardiente (Libro del Éxodo),
pero la plenitud de esa revelación se da con Jesucristo.
Por otro lado, nótese que el
ángel le dice a José, cuál es el rol que tendrá en el Plan de Dios: “…le
pondrás por nombre Jesús…”. Ponerle el nombre, significa que José, recibirá a
Jesús como hijo suyo (Esto es, como decir en nuestros tiempos, que José firma
la partida de nacimiento de Jesús). Jesús resulta hijo legal de José, por tanto,
al ser éste parte de la familia real de David, Jesús resulta rey de Israel, no
solo espiritualmente, sino, legalmente. En la mentalidad bíblica, el padre
legal, era el verdadero padre, hubiera procreado físicamente o no, al hijo.
San Juan Crisóstomo, lo dice así:
“No pienses que por ser la concepción de Cristo obra del Espíritu Santo, eres
tú ajeno al servicio de esta economía. Porque si es cierto que ninguna parte
tienes en la generación y la Virgen permanece intacta, sin embargo, todo lo que
pertenece al oficio de padre sin atentar a la dignidad de la virginidad, todo
lo entrego a ti: ponerle nombre al hijo. Tú, en efecto, se lo pondrás. Porque,
si bien no lo has engendrado tú, tú harás con él las veces de padre. De ahí
que, empezando por la imposición del nombre, yo te uno íntimamente con el que
va a nacer”.
En tanto, Orígenes llegó a
escribir: “María es la humilde sierva del Señor, preparada desde la eternidad
para la misión de ser Madre de Dios; José es aquel que Dios ha elegido para ser
‘el coordinador del nacimiento del Señor’”.
Basado en este texto, San Juan
Pablo II, escribiría: “…aquel que tiene el encargo de proveer a la inserción
‘ordenada’ del Hijo de Dios en el mundo, en el respeto de las disposiciones
divinas y de las leyes humanas. Toda la vida, tanto ‘privada’ como ‘escondida’
de Jesús ha sido confiada a su custodia”.
He aquí la santidad de José: no
cuestiona la explicación del ángel, no hizo preguntas, obedeció al ángel… esta
intervención del ángel, ilumina y motiva la relación de María y José con Jesús…
ya lo confirma el teólogo Protestante, Matthew Henry: “José hizo como le ordenó
el ángel del Señor, rápidamente y sin demora, jubilosamente, sin discutir.
Aplicando las reglas generales de la Palabra Escrita, debemos seguir la
dirección de Dios en todos los pasos de nuestra vida, particularmente en sus
grandes cambios, que son dirigidos por Dios, y hallaremos que esto es seguro y
consolador”.
Así lo diría Santa Teresa de
Jesús: “Querría yo persuadir a todos fuesen devotos de este glorioso Santo
(José), por la gran experiencia que tengo de los bienes que alcanza de Dios…
que no sé cómo se puede pensar en la Reina de los Ángeles en el tiempo que
tanto pasó con el Niño Jesús, que no den gracias a San José por el bien que les
ayudó en ellos. Quien no hallare maestro que le enseñe oración, tome este
glorioso Santo por maestro y no errará en el camino”.
Antes de continuar, vale la pena
un resumen: nótese que, el anuncio del Ángel a José, sigue el esquema de los
relatos del Antiguo Testamento (Por eso en el calendario litúrgico católico, el
19 de diciembre, la primera lectura, es Jueces 13, referida al nacimiento de
Sansón), en los que se anuncia el nacimiento de una personalidad famosa:
-
El anuncio está rodeado de signos divinos: Ángel
del Señor, sueño.
-
Que provocan miedo o estupor: “No temas”.
-
El mensajero divino anuncia el nombre y la
misión del niño: “salvará a su pueblo” (Los comentaristas Grilli y Langer,
agregan el impedimento para el cumplimiento del plan de Dios)
-
Se da un signo que confirma el anuncio: cumplimiento
de las Escrituras.
Valga decir, que Lucas se sirve
de este mismo esquema para anunciar los nacimientos de Jesús y Juan el
Bautista. La función de estos anuncios, es vincular a estas personalidades,
desde sus nacimientos, con el proyecto de Dios.
Versículo 22 y 23: “Todo esto
sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había dicho por medio del
profeta: ‘La virgen quedará encinta y tendrá un hijo, al que pondrán por nombre
Emanuel’”. En este versículo, se observa una de las características propias del
Evangelio según San Mateo, él, planteará profecías que se cumplen en Jesucristo
(Esto lo hace once veces Mateo en su Evangelio); una razón para ello, es que
los receptores de su Evangelio, eran judíos – cristianos, a los que se les
presenta como Jesús, es cumplimiento de las promesas dadas a Israel.
Esta profecía es de Isaías
(Isaías 7: 14) y originalmente, estaba dirigida al rey Ahaz, anunciándole el
nacimiento de un niño, como señal de que la tribu de Judá, sería liberada del
enemigo: Ahaz, estaba siendo amenazado por los reyes Peka y Rezín (Es
interesante que Ahaz, duda de la profecía en su momento, inclusive se enviste
de una falsa humildad; José de Nazaret no dudará).
El texto original de Isaías,
habla de una joven que quedará embarazada; aquí cabe un dato histórico, la
Biblia (Antiguo Testamento), que usaban los primeros cristianos, era una
traducción del hebreo al griego, llamada Septuaginta o “Biblia de los 70”.
En esa versión, la palabra hebrea
“joven” o “muchacha” (“almah”, doncella casadera. Pero valga decir, que para
los especialistas de la Biblia Kadosh israelita de estudio Tanaj – Brit
hadasha, esa traducción de “doncella”, está mal hecha), queda traducida como
“virgen” (La palabra griega “parthenos”) San Mateo, hace referencia a la virgen
que tendrá un hijo (Dicen los especialistas del Nuevo Comentario Bíblico San
Jerónimo, que: San Mateo hace esa traducción al griego, adrede) y como hemos
visto en el versículo, también se hace referencia al “Emanuel”, “Dios con
nosotros”.
Sobre este punto, de que Mateo
hace referencia a una virgen que tendría un hijo, valga decir que el mismo
Martín Lutero, lo tenía por cierto, él llegó a decir: “si un judío o cristiano
me puede probar que en algún pasaje de la Escritura ‘almah’ significa mujer casada,
yo le daré cien florines, aunque sólo Dios sabe de dónde los puedo sacar”.
Esto está en concordancia con el
Credo: “Creo en Jesucristo… concebido por obra del Espíritu Santo, nacido de la
Virgen María”. La explicación de Lutero de este texto es: “Jesucristo,
verdadero Dios, engendrado del Padre en la eternidad, y también verdadero
hombre, nacido de la Virgen María, es mi Señor”.
Esto nos permite introducir otro
elemento: no sabemos la edad de José y María, pero conforme a los juristas de
la época, las mujeres se podían casar desde los doce a los catorce años y el
varón la superba por poco. Esto descarta una idea dentro de un catolicismo muy
tradicional, en el sentido que José era un anciano - viudo cuando se casó con
María (Quizás con esa idea, salvaguardaban la virginidad perpetua de María, uno
de esos teólogos fue: San Epifanio de Salamina. También esta idea se encuentra
en un evangelio apócrifo: “El protoevangelio de Santiago”, del siglo II, que ya
hemos citado), tal tesis contradice la advertencia rabínica que decía:
“¡Desgraciado el joven que a los veinte años no se ha casado todavía!”
La visión opuesta, expone, que
estos textos apócrifos, podrían estar basados en historias muy antiguas, que
pudiesen haber circulado en escritos cristianos, que no entraron en el canon
del Nuevo Testamento. Se trataría, de historias importantes, para ciertos
“cristianismos”, los que les irían dando formas literarias, con un significado
para su contexto.
Adicionalmente, los teólogos que
defienden que José era un hombre mayor dicen:
-
Por ello, esta personalidad desaparece
abruptamente en San Mateo y en San Lucas; y casi no es mencionado en San Marcos
y en San Juan.
-
Para teólogos protestantes, que parten de que la
idea de “los hermanos de Jesús”, son en efecto: “hermanos carnales”, resultaría
que, muchos de ellos, no serían: “hijos de padre y madre”.
Ahora sobre este tema hay varios
puntos, que vale la pena mencionar:
-
La edad de las mujeres casaderas, variaba
dependiendo de la región de Israel a la que pertenecía.
-
Los matrimonios de mujeres jóvenes, con hombres
mayores, son comunes en la Biblia (La segunda esposa de Abraham, Agar, las
esposas de David y Salomón; punto aparte de los casos de poligamia)
Por nuestra parte, nos acogemos a
la tesis de los juristas de la época en Israel, que hemos expuesto antes…
En suma, cuando San Mateo hace la
cita de la profecía de Isaías, no lo hace en términos literales (Ya hemos hecho
referencia al contexto histórico de la profecía), sino, que hace una
interpretación plena de la profecía (Se entiende en la teología bíblica
protestante, la interpretación plena como: el sentido no intentado
conscientemente por el autor original, sino intentado por Dios, en la letra del
texto y posibilitado a través de ella, descubierto a posteriori, por el pueblo
de Dios a la luz de acontecimientos y revelaciones ulteriores).
Esta interpretación queda
reforzada en el catolicismo, cuando el teólogo Mauro Orsatti, dice que San
Mateo, al citar al profeta, usa un método que ya había usado Jesús con los
discípulos de Emaús: leer el Antiguo Testamento a la luz de Cristo (Lucas 24:
27); se une de este modo el Antiguo con el Nuevo Testamento, ya lo diría San
Agustín: “El Nuevo Testamento está escondido en el Antiguo, mientras que el
Antiguo se desvela en el Nuevo”. Al citar al profeta, San Mateo presenta a
María como la Virgen Madre.
Indudablemente, el autor del
Evangelio, se da cuenta que había iniciado una nueva era de la historia, la
profecía de Isaías, retomaba vida en el hijo de María. Mateo afirma la divina inspiración
de las palabras del profeta, estas habían sido pronunciadas 700 años antes de
Cristo.
Valga decir, sobre el hecho de que
San Mateo planteara profecías que se cumplen en Jesucristo, si bien, esta es
una característica de San Mateo, no podemos olvidar que Jesús mismo, dice que
las Escrituras hablan de él (Mateo 11: 4 – 6); por si fuera poco, el
cumplimiento de las profecías era un criterio mismo de autenticidad del profeta
(Deuteronomio 18: 20 – 22)
Asimismo, debe expresarse, que
San Mateo, plantea el embarazo de la virgen y el título de Emanuel, para probar
dos cosas: una, Jesús es hijo de David (Se ensancha la promesa davídica, más
allá de la dada a Ahaz). Dos, Jesús es Hijo de Dios. Así, la paternidad de
José, profundiza el “Misterio”. Pero, además, este título profético de Emanuel,
tiene un gran sentido para nosotros hoy: por el Espíritu Santo, Jesús se hace
presente en la vida de nosotros los creyentes (Aquí cabe la pregunta desafiante
para nosotros: ¿Cómo nos hacemos cargo del hecho de que Dios está con
nosotros?). Adicionalmente, Emanuel, es un título que Jesús hará presente en su
segunda venida. Es más, aún antes: con la destrucción del Templo de Jerusalén
en el año 70, Jesús es la nueva presencia de Dios entre la humanidad, es el
Emanuel.
Por otro lado, aquí cabe hablar
de un tema de traducción: véase que, al español, este texto queda traducido
como lo hemos citado, a saber: “…al que pondrán por nombre Emanuel’”. Pero:
¿Quiénes “le pondrán por nombre Emanuel” ?: la Biblia kadosh israelita de
Estudio Tanaj – Brit Hadasha, nos aclara el asunto: los que le pondrán el
nombre al niño, son los judíos que ya estaban esperando al Mesías, pero “ellos”
(Los judíos, como pueblo), no lo reconocieron (Juan 1: 11)
Es interesante que en el relato
del nacimiento de Jesús, intervenga el Evangelista, citando a Isaías, como una
forma de validar la relación de Jesús con María y José…
Versículo 24: “Cuando José
despertó hizo lo que el ángel del Señor le había mandado y recibió a María por
esposa”.
He aquí lo que en el cristianismo
llamamos milagro: Dios es el Señor. Pero ese milagro, como algunos, requirió de
colaboración humana, como lo veremos más adelante, el “sí” de María, pero
también de José. Centrémonos ahora en ello:
-
José era un hombre de integridad.
-
Era sensible a la dirección de Dios y dispuesto
a hacer la voluntad de Dios sin importarle las consecuencias.
-
En San José, vemos 4 cualidades admirables:
a) Principios
inflexibles.
b) Discreción
y sensibilidad.
c) Disponibilidad
ante Dios.
d) autodisciplina.
De ella, se puede aprender que las mayores bendiciones, están en el fiel
cumplimiento del deber.
¿Podremos extraer de San José,
lecciones para nuestra vida?: veamos algunas:
-
Dios compensa la integridad.
-
La posición social tiene poca importancia cuando
Dios elige usarnos: en esta línea, los marginados para el mundo, son los
elegidos por Dios.
-
Si somos obedientes a la dirección de Dios, Él
nos guiará a mayor obediencia. Frente a este ejemplo de San José, podemos orar:
“Oh Espíritu Santo, fortalece mi fe y lléname de gozo cuando reflexiono en el
milagro del nacimiento de Cristo, amén”.
-
No podemos basarnos en los sentimientos, para
hacer el bien o el mal.
En resumen: la paciencia y la
obediencia de José, lo hacen modelo de los hombres (Y decimos nosotros, las mujeres)
cristianos: su parentesco excepcional con el niño, lo hace nuestro más poderoso
intercesor.
Repasemos las alternativas de
José, antes de la aparición del ángel:
1) Divorciarse
silenciosamente de María.
2) Dejar
que la apedrearan cumpliendo la Ley.
Pero después de la aparición del
ángel, surge una tercera alternativa: casarse con ella. En nuestra vida de fe,
Dios nos muestra en muchas ocasiones, alternativas que no miramos. Eso sí,
debemos pedir a Dios, tomar siempre la mejor decisión. La sabiduría de nuestro
Padre, debe ser siempre tomada en cuenta. Una decisión iluminada por la
sabiduría de Dios, derrota el peso del “qué dirán”, así se busca primero “el
Reino de Dios y su justicia”.
Así, rescatamos esta frase del
versículo 24: “…recibió a María por esposa”.: es decir, como es costumbre
judía, se realiza la boda pública y solemne: Jesús mismo nos describiría más
adelante estas bodas en “la parábola de las diez vírgenes” (Mateo 25: 1 – 13)
Veamos el versículo 25: “Y sin
haber tenido relaciones conyugales, ella dio a luz a su hijo, al que José puso
por nombre Jesús”. Como veremos en el Evangelio de Lucas, María también será
informada por el ángel, del nombre de su hijo.
Por otro lado, si bien este texto
no supone lo que, en el catolicismo, es el dogma de la virginidad perpetua de
María, para la Iglesia Católica, el resto del Evangelio y la tradición de la
misma iglesia, la suponen.
En la teología Protestante, más
bien, este versículo 25, supone que Jesús y María tuvieron más hijos. Claro
está, antes de la aparición del Protestantismo, ya algunos herejes (joviniano,
Helvidio) refirieron a esta idea.
¿De dónde derivan los
protestantes esta tesis?: veamos la traducción de este versículo, en la versión
al español, de la Biblia Reina – Valera, 1960: “Pero no la conoció hasta que
dio a luz a su hijo primogénito…”.
El razonamiento sería: “no tuvo
relaciones hasta que dio a luz a Jesús, luego de ello, sí las tuvo y tuvieron
varios hijos”: digámoslo de manera un poco más técnica: la palabra “hasta”,
llama la atención, después del nacimiento de Jesús, José y María habrían
participado de la plena unión física que se asocia comúnmente con el
matrimonio.
Entremos un poco en este tema: en
términos culturales, una mujer virgen, era una especie de “pérdida”, pues lo
principal era cumplir con la fecundidad, pero una tesis que podría justificar
la “virginidad perpetua de María”, es la del hecho, que ya en el siglo I, había
un sector de la sociedad judía, que vivía en el celibato: los Esenios. Es
decir, esa vivencia, no debía ser necesariamente extraña para José.
En general, para la teología
católica, en la Iglesia Primitiva, era indiscutible que Jesús es Hijo de la
Virgen María, por lo que San Mateo, en su escrito, no pretende demostrar nada,
solo enunciar esa realidad.
A esto, deben sumarse dos
elementos: en el siglo I, las mujeres vírgenes y jóvenes gozaban de gran
aprecio en la sociedad y cultura Palestina. Jesús hizo referencias a costumbres
populares ligadas a ellas, para presentar sus enseñanzas sobre el Reino de Dios
(Mateo 25: 1 – 13); en segundo lugar, en los primeros tiempos de la Iglesia, la
virginidad se torna una virtud y expresión de piedad. Pablo considerará que la
Iglesia debe ser una “virgen pura” para Cristo (2 Corintios 11: 2); no obstante,
el tema de la virginidad era motivo de discusión y diversas opiniones (1
Corintios 7: 25 -35); de alguna manera, prevaleció entre los cristianos la idea
griega pagana de que la sexualidad era contaminante y que la virginidad era
dechado de virtud (Apocalipsis 14: 4)
Volvamos al campo lingüístico: en
castellano, la palabra “hasta”, admite el significado: “antes no, pero después
sí”, pero en el hebreo, no se acepta el cambio de situación posterior. Veamos
algunos ejemplos:
-
En 2 Samuel 6: 23, leemos: “Mical, hija de Saúl
nunca tuvo hijos hasta su muerte”. ¿Significa que Mical tuvo hijos después de
morir?
-
En Isaías 22: 14 se lee: “Pues vivo yo, dice el
Señor, que no se os perdonará este pecado hasta que muráis”: ¿Se les perdonará
el pecado, después de la muerte?
-
En Isaías 46: 4, leemos: “Yo soy el que soy, y
hasta que envejezcáis yo soy”: esto no significa que después del
envejecimiento, ya Dios “no es…”.
-
En San Juan 9: 18, se lee: “Los fariseos no
creyeron en el milagro del ciego, hasta que llamaron a los padres”. Pero es evidente
en ese pasaje, que después del llamado de los padres, los fariseos, tampoco
creyeron en el milagro.
Por otra parte, clásicamente, los
católicos responden del siguiente modo, sobre el tema de los presuntos hermanos
de Jesús: el Evangelio habla de los hermanos de Jesús (Mateo 13: 55, Marcos 6:
3), pero con esta palabra “hermano”, se cubre a primos, hermanos y parientes.
En hebreo no había palabra para decir “primo”, por eso el concepto de hermano,
cubría ese parentesco. Desde una perspectiva de modismo lingüístico, el
Evangelio no habla de los “hijos de María”, sino, de los “hermanos” de Jesús,
es decir, de sus parientes.
De nuevo, el tema de la
virginidad es clave: el Salvador debe ser hombre y Dios, para poder cumplir su
misión (Hebreos 7: 25 – 26); el nacimiento virginal, cumple esos requisitos:
a) Para
que el Salvador fuera humano, tenía que nacer de una mujer.
b) Para
que el Salvador no tuviese pecado, debía ser fecundado por el Espíritu Santo
(Hebreos 4: 15); en términos de la teología católica, podemos decir que: el
Salvador no podía estar marcado por el pecado original.
c) La
única manera que el Salvador, fuese Dios, es que Dios – Padre, fuese su
progenitor.
Pese a todo lo dicho, G.J.
Albrecht y M.J. Albrecht (protestantes), dicen que la virginidad perpetua de
María, no se puede probar o refutar por la vía de la teología bíblica (Lo mismo
lo expresa: David Brown), sin embargo, ellos (Nos referimos a los Albrecht),
optan por no creer.
Con este telón de fondo, estos
autores dicen que, eso no disminuye el honor que María merece por parte del
Protestantismo, más bien, ellos dicen que este tema, subraya el matrimonio como
una bendición especial de Dios; y que María y José honraron el matrimonio
disfrutando de todas sus bendiciones.
En esta línea, podemos entrar en
un tema central de la Cristología (Esta es la rama de la teología que estudia a
Cristo): Jesús tiene en sí dos naturalezas: es verdadero Dios y verdadero
hombre, hombre sin pecado.
Al vivir y sufrir como ser
humano, Jesucristo, se solidariza con las debilidades de los seres humanos
(Hebreos 4: 15 – 16); como Hijo de Dios, él tiene poder para liberar a la
humanidad, de la esclavitud del pecado. Es de este modo, que Jesús, nos libera
“desde adentro”.
Así las cosas, Jesucristo llena
los requisitos para servir como rescatador (Redentor), de nuestros pecados, así
como sumo sacerdote que intercede por todos los que se acercan a Dios (Hebreos
2: 9 – 18)
Como puede verse, el texto de San
Mateo, relata el nacimiento de Jesús, con gran dignidad y simplicidad. Para
este autor, así nace el Ungido (Mesías) – Rey, Dios irrumpe en el tiempo, el
Omnipotente, llega como un pequeño bebé, verdadero Dios y verdadero hombre.
El que iba a consagrar un nuevo
orden (El Reino de Dios), debía él mismo nacer de modo novedoso: esta es la
navidad: un hombre nace en Dios y en este hombre, Dios nace. El origen de
Cristo, no es por sangre o por voluntad de carne, no es por voluntad de varón,
es voluntad de Dios. No en balde, no es curioso que este pasaje que hemos
reflexionado, inicie y termine con el nombre de Jesús.
Pero este inicio y final, va más
allá: Jesús es Emanuel: Jesús es “Dios con nosotros”: desde el comienzo del
Evangelio, se plantea la promesa de que ese Emanuel, estará con sus discípulos
en todos los tiempos, luego vendrá el que Jesús dará a sus seguidores poder
para cumplir su misión. Esto es interesante, los especialistas del Comentario
Bíblico Latinoamericano, llegan a decir que, probablemente, ese título
(Emanuel), se le daba a Jesús, dentro de la confesión de fe de la comunidad a
la que se dirige Mateo.
Asimismo, véase que: Mateo da el
nombre del niño: Jesús y le da título mesiánico: Emanuel: el nombre dice lo que
él hace: “Salva”, el título mesiánico, detalla lo que él es: “Dios con
nosotros”, Mateo concluye su Evangelio, con el mismo tema con el que lo inicia.
Ahora bien, vale la pena rescatar
algo que acabamos de decir: un hombre nace en Dios y en este hombre, Dios nace.
Esto es clave para comprender la encarnación: no estamos ante leyendas griegas
de dioses que embarazan mujeres, la encarnación es el modo en que el Espíritu
Santo, irrumpe en un hombre: Jesús de Nazaret. Éste, siendo hombre, es
absolutamente Dios.
En este punto, vale la pena
entrar en una reflexión más personal:
-
¿Nos damos cuenta como María y José, de la
presencia de Dios en nuestra vida?: Dios nos habla por la Biblia, en el
catolicismo, Dios habla por la Tradición y el Magisterio. Aún más: ¿Dejamos a
Dios hablarnos en la oración?
-
¿Estamos como San José, dispuestos a cumplir la
voluntad de Dios?, ¿Estamos dispuestos a arriesgarnos por cumplir esa voluntad?,
¿Cómo vivimos nuestra confianza en Dios?
-
Los matrimonios podrían hacer memorial
(Presencia), del amor de Dios en su unión marital.
III
Antes de entrar en el detalle del
relato de San Lucas, es interesante destacar que eruditos como Carrol
Stuhlmueller, sostienen la hipótesis, de que esta narración, tuvo su origen en
Jerusalén, en los días que siguieron a Pentecostés, dentro de la comunidad
judeo – cristiana, esto por los detalles estilísticos del relato. De esto
deriva, que el relato de Lucas, es escrito por un gentil, que es escrito en
griego, pero podría tener como antecedente una narración hebrea, esto, por el
uso de paralelismos, por ejemplo: “Mesías” y “Salvador”.
La oposición a esta tesis, se
encuentra en el hecho, de que, en Lucas, María es prominente. No parece que en
los primeros años de desarrollo de la Iglesia (Poco después de Pentecostés), la
reflexión teológica, haya recorrido esos caminos, tales sendas, parecen muy posteriores
en el tiempo.
En otra línea, se habla de la
influencia de la teología de San Juan en el relato de Lucas, por ejemplo, el
cumplimiento de la “profecía de las 70 semanas” de Daniel 9: 24. Solo como
ilustración: 270 días, desde la anunciación a María, hasta el nacimiento de
Jesús.
Reflexionemos ahora el relato del
nacimiento de Jesús, según San Lucas (Capítulo 2, versículos del 1 al 20).
Veamos primero la composición del texto: antes de este pasaje, Lucas ha
recogido los hechos a través de los comentarios en los que la comunidad ha
puesto ya su visión, su fe y su interpretación cristiana del Antiguo Testamento
(Por eso hablamos de los textos midráshicos. Por eso se ven en el relato:
ángeles, gloria, cumplimiento de las profecías). Además, Lucas se suma como
teólogo (Ya veremos que el ángel que se le parece a los pastores le da tres
títulos claves al niño)
Dice el versículo 1: “Por aquel
tiempo, el emperador Augusto ordenó que se hiciera un censo de todo el mundo”.
De arranque, Lucas plantea
coordenadas históricas para ubicar el nacimiento de Jesucristo: habla de
Augusto, quien fue emperador romano, del 27 a.C. al 14 d.C. (Ya en ese tiempo a
los emperadores se les daba el título de “Césares”, en recuerdo de Julio César,
el gran antepasado. Octavio, sobrino de Julio, se daría el título de “Augusto”,
es decir, “divino”, corría el año 27 a.C.) Corresponderá a Augusto la creación
del imperio que sustituye a la República romana, además expande ese imperio
hasta cubrir todo el mediterráneo, estableciendo la famosa “Pax Romana” e
introduciendo la época dorada de la literatura y la arquitectura de Roma.
Del mismo modo, habla de un
censo, que tenía por objeto “que nadie se escapara” de la recaudación de
impuestos y el potencial servicio militar (En este punto, hay que tener
presente que los judíos, estaban exentos de este servicio). De hecho, las tasas
impositivas, se llevaban el 12, 5% de las entradas del campesinado pobre,
súmese los diezmos que debían darse a los sumos sacerdotes y los pagos de
deudas a los propietarios de la tierra.
Adicionalmente, cuando el texto dice: “…que se
hiciera un censo de todo el mundo”, está hablando del imperio romano (El país
judío era la provincia frontera del imperio en el oriente). Conste que fuera de
este texto, no hay noticia de un censo en todo el imperio, bajo este emperador.
Quizás basados en esto último, algunos especialistas nos dicen que Lucas quería
destacar que Jesús nace fuera de su pueblo (Nazaret), por una orden imperial,
un hombre todopoderoso, un “dios”, que había “pacificado” el mundo, un hombre
que era alabado como “salvador del mundo entero”. Así, Lucas quiere contraponer
a los llamados “grandes salvadores del mundo” la verdadera salvación de Dios.
Versículo 2: “Este primer censo
fue hecho siendo Quirinio gobernador de Siria”. Según fuentes históricas,
Quirinio hizo este censo entre los años 6 y 7 d. C. pero ese censo solo
contemplaba el territorio de Judea.
El asunto es que Quirinio, ocupó la
gubernatura de Siria en dos ocasiones: una, entre el 6 y el 4 a.C. y la otra,
del 6 al 9 d. C. para algunos especialistas Protestantes, en las 2 ocasiones,
este gobernador hizo censos (Esta tesis, fue planteada por el finado
arqueólogo, Sir William Ramsey, profesor de las universidades de Oxford y
Cambridge), pero del que habla el Evangelio, es el segundo censo entre el los
años 6 y 7 d. C. (Sin embargo, para Ramsey, el texto hablaba del primer censo)
Para otros, se desconocen gran parte de los
hechos históricos relevantes para dar una respuesta definitiva. Otros más,
inclusive, refieren a un problema de traducción, éstos, dicen que la traducción
de este texto debe ser: “Este censo tomó lugar antes que Cirenio gobernara
Siria” (Uno de los especialistas que apoyaron esta idea, fue el ministro y
evangelista Pentecostal, Finis J. Dake)
De estos dos eventos (El censo
romano y el de Quirinio), algunos expertos explican que lo que San Lucas hizo,
fue, convertir un hecho local (El censo de Quirinio), en un hecho universal (El
censo a todo el imperio romano), esta tesis queda reforzada con lo expresado
por los teólogos católicos, José Ignacio y María López Vigil, quienes sostienen
que Jesús pudo haber nacido poco tiempo antes de la anexión definitiva de
Palestina al Imperio Romano o poco tiempo después.
Ahora, repetimos: según fuentes
históricas, Quirinio hizo este censo entre los años 6 y 7 d. C. de hecho, el
historiador Josefo, ubica el censo en el año 6, esto implica que las
cronologías de San Mateo y de San Lucas, sobre el nacimiento de Jesús, no
concuerdan: para Mateo, Jesús nace antes de la muerte de Herodes el Grande (Año
4), quizás entre los años 8 y 6, siendo lo más probable el año 6.
El censo de Quirinio,
históricamente fue fundamental, porque significó la reorganización de la
provincia procuratoriana, ya bajo el dominio del hijo de Herodes: Arequelao, lo
que provocó la insurrección del llamado “Judas el Galileo” (De esta revuelta se
habla en Hechos 5: 37: el rabino Gamaliel, recuerda ese pasaje de la historia.);
de hecho, los eventos se dieron así: por la insurrección de “Judas el Galileo”,
la provincia le sería quitada a Arquelao y dada a Quirinio (O Quirino)
Este tema del censo, tiene otro
aspecto importante: ya hemos dicho que, de estos dos eventos (El censo romano y
el de Quirinio), algunos especialistas explican que lo que San Lucas hizo, fue
convertir un hecho local (El censo de Quirinio), en un hecho universal (El
censo a todo el imperio romano); en esa lógica, quien haya mandado a hacer el
censo, actúa como un propietario que define las tasas impositivas.
Por esta razón, el censo era
indignante, la propiedad de las tierras, era del que mandaba a hacer el censo.
Pero aquí también se da una situación religiosa, Israel no debía ser censado,
pues el propietario era Dios y nadie podía apropiarse de tierras y gentes.
De hecho, el censo constaba de
dos etapas: la primera era el registro (Se levantaba un inventario y catastro
de personas y propiedades), la segunda, era propiamente el censo (Se asignaban
los impuestos y se comenzaba a cobrarlos), conforme a esta evidencia, el
nacimiento de Jesús, se habría dado durante la etapa de registro.
Inclusive, véase que
políticamente, el salvador de la humanidad, era el césar, pero para Lucas, el
verdadero salvador es Jesús, y desde este análisis de los textos, escribe
Orígenes: “Registrado con todos, podía santificar a todos; inscrito en el censo
con toda la tierra, a la tierra ofrecía la comunión consigo; y después de esta
declaración inscribía a todos los hombres de la tierra en el libro de los
vivos, de modo que cuantos hubieran creído en Él, fueran luego registrados en
el cielo con los Santos de Aquel a quien se debe la gloria y el poder por los siglos de los siglos”.
Todo esto nos indica algo
importante: en nuestra formación doctrinal “clásica”, se nos habla de:
“historia profana” e “historia sagrada”, como vemos, esta división es
artificial, sobre todo desde la Teología Latinoamericana, sabemos que, la
historia de la salvación, transcurre en el ámbito de este mundo, y el mayor
empeño del evangelista era situar el nacimiento de Jesús en circunstancias
históricas concretas.
Versículo 4: “Por esto, José
salió del pueblo de Nazaret, de la región de Galilea, y se fue a Belén, en
Judea, donde había nacido el rey David, porque José era descendiente de David”.
Belén, significa: “casa de pan”, esto por la
gran cantidad de cereales que producía. La fertilidad agrícola de la zona,
derivó su antiguo nombre, que era “Efrata”; otros autores dicen que ese nombre,
viene de la familia a la que pertenecían esas tierras, “la familia de Efrat”. Es
interesante que sea el teólogo Matthew Henry, el que haya escrito: “…lugar muy
apropiado para que allí naciese ‘el pan vivo bajado del cielo’ (Juan 6: 51) …”.
Los comentaristas Dillman y Mora, dicen que también se puede traducir “casa de
lucha”.
En suma: la pequeña aldea, era un
oasis en aquella región desértica, donde como bien dice el texto había nacido
David. Belén está cerca de Jerusalén (8 Km. al sur de esa ciudad) y a unos 3
días de camino desde Nazaret (145 Km., cinco jornadas de camino, dicen algunos
autores). Judea, era la provincia romana ubicada al sur de Israel, región
ocupada anteriormente por el reino de Judá.
Hoy, en Belén, se encuentra la
Basílica de la Natividad, construida hace un poco más de 1500 años, es uno de
los templos cristianos más antiguos del mundo, como fue edificada en tiempos de
guerra, su entrada es baja y estrecha, para que la caballería no pudiese pasar.
Aquí caben los siguientes datos históricos: si se parte de la idea de que Jesús
nació en una gruta, esa gruta, fue convertida en santuario pagano a Adonis en
el siglo II (Esto durante el gobierno del emperador Adriano); en el siglo IV, en
época de Constantino, ese santuario, fue reemplazado por la Basílica de la
Natividad, un recinto octogonal desde donde se puede observar la gruta. La
Iglesia del siglo IV, sin embargo, fue destruida y la estructura actual, es una
reconstrucción del siglo V.
Por otro lado, José sale de
Nazaret a Belén, por cuanto el cabeza de cada familia viajaba al pueblo donde
se guardaban los documentos de sus antepasados…
Versículo 5: “Fue allá a
inscribirse junto con María, su esposa, que se encontraba encinta”. Ya en la
reflexión del texto de Mateo, hemos explicado esto del compromiso, el
desposorio y el matrimonio en la sociedad judía de los tiempos de Jesús. Sin
embargo, se plantea un pequeño detalle sobre este texto: si María era solo la
prometida de José, hubiera supuesto una clara violación de las buenas
costumbres, el haber emprendido juntos el viaje a Belén y convivir allí, juntos
cual si fueran matrimonio.
Otro punto respecto al tema del
viaje de la pareja es el siguiente: María está viajando embarazada. Sin esa
condición, ya los viajes eran riesgosos, la ruta era larga (En términos
normales, el viaje duraba unos 5 días), si el matrimonio es pobre, se viajaba a
pie (Tal y como lo explicara el sacerdote esculapio, Juan Jaime Escobar: para
tener un burrito, había que tener recursos); además, el camino, era altamente
inseguro, por ello, la costumbre era viajar en grupos, para protegerse los unos
a los otros. No perdamos de vista el cuadro: una jovencita, embarazada,
primeriza, haciendo un esfuerzo para avanzar.
Solo queremos agregar aquí, que,
para algunos conocedores, María también era de la casa de David (Solo como
ejemplo, citamos al protestante, John Macarthur y Archibald Thomas Robertson
dirá que: “…La versión Siriaca – Sinaítica del Nuevo Testamento, propiamente de
Lucas, sostiene expresamente que, tanto José como María, eran de la casa y
ciudad de David), para otros, era de la casa de Leví. Por otro lado, dado que
el censo era enviado por el gobernador sirio, la historia nos indica que, en ese
territorio, las mujeres mayores de 12 años, debían pagar un impuesto en el
censo, por lo que debían registrarse.
Otros especialistas, dicen que
los romanos en sus censos, no obligaban a los censados a abandonar sus casas
para empadronarse, por lo que al observar este “estilo” de censo, en el que
José y María debían ir de Nazaret a Belén, se estaría ante un censo de tipo
“judío”, mientras Herodes todavía era rey. Esto refutaría que se hablara del
censo de Quirinio. Con esta tesis, desaparece el problema cronológico del
nacimiento de Jesús, planteado entre San Mateo y San Lucas.
El asunto es, que se han
descubierto posteriormente a esta idea, documentos de un censo antiguo, que ha
arrojado bastante luz sobre la costumbre de requerir a los ciudadanos que
regresaran a sus ciudades para censarse.
Una orden oficial gubernamental
que data del 104 d. C., reza así: “Gayo Vibius Máximus, Perfecto de Egipto
(Dice): viendo que el tiempo ha venido para que se cense casa por casa, es
necesario obligar a todos aquellos que por cualquier causa estén residiendo
fuera de sus provincias a que regresen a sus propios hogares, para que puedan
cumplir el orden regular del censo y también puedan asistir diligentemente al
cultivo de sus cuotas”. Además, otro papiro, que data del año 48 d. C., indica
que la familia completa estaba involucrada en el censo.
Versículo 6: “Y aconteció que
estando ellos allí, se cumplieron los días de su alumbramiento”: hemos dicho ya
que: Jesús nace en Belén por razones políticas. Pero podemos ver una causa de
fondo: Dios controla la historia, él coordina todo, para que Jesús nazca allí,
conforme a la profecía del Antiguo Testamento (Miqueas 5: 2)
Versículo 7: “Y allí nació su
hijo primogénito, y lo envolvió en pañales y lo acostó en el establo, porque no
había alojamiento para ellos en el mesón”. En primer lugar, no se debe olvidar,
que, conforme a las profecías, el Mesías nacería en Belén (1 Samuel 16: 1;
Isaías 11: 1; Jeremías 33: 15; Ezequiel 37: 24; Oseas 3: 5; Miqueas 5: 1) y
conste, Jesús nació, fue parido por María, no apareció “milagrosamente”.
De hecho, para algunos teólogos,
José fue el que la ayudó en el parto (Inclusive, hay que decirlo, teólogos
católicos, como el colombiano Guido Rojas, ha tenido debates, frente a la tesis
de un catolicismo muy tradicional, en el sentido de que: “María parió sin
dolor”; por ejemplo, defienden la tesis tradicional, Bóver - Cantera); la tesis
opuesta, diría que José no pudo haberlo hecho, dado que, participar en el
parto, lo haría entrar en estado de impureza.
Independientemente de ello, hay
una cosa cierta: de toda suerte, un parto en el siglo I, era harto difícil:
Tanto José Luis Martín Descalzo (Católico), como Carolyn Osiek (Protestante),
expresan que, la tasa de mortalidad de mujeres embarazadas en el proceso de
parto, era sumamente alta. Véase que Mateo y Lucas, no hablan de la presencia
de una partera en el proceso, cosa contraria al ProtoEvangelio de Santiago:
inclusive, ella es testigo del milagro de la virginidad de María.
Aquí cabe una reflexión piadosa,
que cuando menos quedó escrita a mediados del siglo XX: Lucas, describe el
nacimiento de Jesús, de manera delicada y exacta, con lo que se tiende un velo
de misterio sobre lo santísimo. Lo opuesto sería el ProtoEvangelio: los autores
de esos textos, no quieren ocultar el misterio de lo santísimo, porque no les
interesa el misterio y menos lo santísimo.
En segundo lugar, está el título de
primogénito que es vital. En términos llanos, se entiende como el primer hijo,
pero éste tenía privilegios y deberes especiales. A él, le correspondía el
primer puesto después del padre y una doble parte de la herencia familiar. En
el caso de Jesucristo, el título de primogénito, implica su supremacía
universal (Esto lo vemos en muchos escritos de San Pablo, en el texto a los
Hebreos y en el libro del Apocalipsis)
Ahora bien, aquí de nuevo vemos
diferencias en la teología bíblica católica y protestante: para los segundos,
si Jesús es el primogénito, luego, María tuvo más hijos (En honor a la verdad,
los eruditos, de la Biblia de Estudio Esquematizada, expresan que en este
versículo, no se hace referencia a que después de Jesús, María hubiese tenido
más hijos). Para los católicos, el título subraya una dignidad y los derechos
del niño, no hermanos menores. Diría San Jerónimo: “todo unigénito es
primogénito, pero no todo primogénito es unigénito”.
Aún más, conforme a las
anotaciones de la Biblia de Estudio de la Compañía de Jesús, en 1964, se dice
que: la frase: “…nació su hijo primogénito”, se traduce literalmente: “…nació
el primogénito de ella”, con lo que, conforme a la mentalidad oriental, este
anular al padre, implica: la concepción virginal.
En esta misma línea, en el
Antiguo Testamento, se hace diferencia al primogénito de los padres y el
primogénito de las madres, esto, por razón de los casos de poligamia, de los
que ya hemos hablado: el primogénito del padre, era “fruto de su vigor”. Pero
en el caso de Lucas, se habla del primogénito de la madre.
Ahora bien, sobre este tema de la
virginidad de María hay autores, que la extienden a San José, tal es el caso de
San Jerónimo: “Tú dices que María no permanecía virgen, yo digo más: que
también el mismo José fue virgen por María para que el hijo virginal fuera
engendrado en un matrimonio virginal… si él era para María, considerada para la
gente como su esposa, más un protector que un cónyuge, entonces no queda sino
concluir que quien fue considerado digno de ser llamado padre del Señor, haya
vivido virginalmente con María”.
La tesis católica es reforzada,
en un descubrimiento arqueológico hecho hace algunos años, de una inscripción
sepulcral de una madre joven hebrea que “murió al dar a luz a su hijo primogénito”.
Es decir, a su hijo primogénito, no siguieron otros. Este descubrimiento, fue
llevado a cabo en la necrópolis judía de Tell el Yehudieh. La fecha de la
inscripción es del 5 a. C. En el epitafio se lee: “Los dolores de parto de mi
hijo primogénito me condujeron a la muerte”.
Por otro lado, véase que el texto
dice: “…lo acostó en el establo…”: en griego, esto puede referirse al establo
mismo o propiamente al pesebre (En griego: phatné), que es una especie de cajón
en donde se daba de comer a los animales (Conste: este tema es importante:
Lucas resalta a Jesús como alimento: tanto el padre Juan Jaime Escobar, como
los especialistas del Nuevo comentario bíblico San Jerónimo, se ve que Jesús,
es colocado como “alimento”, en el pesebre). Sin embargo, este concepto de
cajón, puede traer confusión: el comedero, estaba hecho típicamente de piedra
(No de madera, como se pudiese pensar), no solo se usaba para la comida, sino
para darle agua a los animales.
Sobre este tema escribirá Santa
Clara de Asís: “Atiende… a la pobreza de aquel que fue puesto en un pesebre y
envuelto en pañales. ¡Oh admirable humildad, oh pasmosa pobreza! El Rey de los
ángeles, el Señor del cielo y de la tierra es reclinado en un pesebre…
Considera la humildad, al menos la dichosa pobreza, los innumerables trabajos y
penalidades que sufrió por la redención del género humano”.
Aún más, el versículo nos dice: “…porque no
había alojamiento para ellos en el mesón”: aquí mesón, es la posada donde se
alojaban los viajeros (Una vez más, basado en este concepto, nos dice Matthew
Henry: “Nació en un mesón, para darnos a entender que venía a este mundo como
un peregrino de posada, no de residencia fija; por eso, todo lo tuvo prestado
en esta vida, desde la cuna hasta la tumba”). Da la impresión que aquí se usa
la palabra “mesón”, como traducción de la palabra griega “kataluma”, que es
usada en el Antiguo Testamento griego, como refugio para los nómadas en el
desierto. Este término significa “alojamiento”, por lo que podría estarse
hablando de una habitación de huéspedes en una casa de familia.
Para algunos investigadores no –
creyentes, no es aceptable que en Belén hubiese mesones, ya que la aldea no
estaba cercana a alguna ruta principal, por lo que, para ellos, el relato de
San Lucas, es ficticio. El asunto es que este argumento es mera conjetura. Es
más, para diversos eruditos, la posada de Belén, existía desde hace muchos años
(Citan como evidencia: Jeremías 41: 17), adicionalmente, expresan que: este
tipo de “posada”, era para los más pobres de los pobres, y solo ofrecía refugio
detrás de sus paredes y bajo azotea. Esta tesis estaría confirmada por la
antropología cultural y la etnoarqueología.
Para algunos traductores, más que una posada,
estamos hablando de un albergue (Así se traduce la palabra griega “kataluma” de
la que ya hemos hablado, esto en el Nuevo Testamento: por ejemplo, en: Lucas
22: 11 o Marcos 14: 14), una especie de sala. Los eruditos de la Biblia de
estudio: Reina Valera Contemporánea, dicen que la palabra traducida por “albergue”
o “mesón”, debería ser: “planta alta”, “tarima” o “aposento alto”. Además, debe
tomarse en cuenta que, la aldea de Belén, estaba construida sobre una colina
calcárea, por lo que estaba llena de cuevas naturales o hechas por el hombre
para extraer piedras para construir las casas en las que habitaban las familias
pobres.
Aún más: este sitio pudo haber sido dado por
la familia de José en Belén. No es lógico, que José y María no hayan hecho
preparativos para el viaje (Para ciertos teólogos protestantes, José no conocía
su familia en Belén). Aunque algunas líneas teológicas, católicas y
protestantes, refieren a no encontrar un lugar donde hospedarse. En ese marco,
algunos teólogos han ido más allá y alegan que la razón del rechazo a María, en
estado de embarazo, era el que podía “impurificar legalmente”, todo lo que
tocase después de que diese a luz (Manuel de Tuya, dice que este argumento, no
es creíble). Algunos van más allá: entre los judíos del sur y los galileos del
norte, había racismo: los judíos, les cerraban las puertas a los galileos.
Otros dan elementos más
racionales: en el ámbito del censo, todo estaba lleno o los precios de
alojamiento, eran muy altos y no los podían pagar. De este tema, surge la costumbre
popular, de “las posadas”. Para algunos especialistas, la cueva donde nació
Jesús, contaba con dos salas separadas por un estrechamiento de la misma cueva.
La sala del fondo, servía probablemente de bodega y establo.
Tomando en cuenta el concepto de
hospitalidad en Israel, no es extraño, que se considerara inconveniente el que
María diera a luz entre hombres, por lo tanto, se le da un espacio detrás de
donde estaban los animales, donde ella podría estar mejor.
Otros especialistas, plantean una
visión diferente de lo que aquí decimos de la cueva: volvemos al concepto de
mesón: en algunos de ellos se guardaban a los animales en los patios, con las
personas en apartamentos sobre una plataforma elevada alrededor del patio, la
cual a veces era de 30 metros cuadrados.
Eso sí, en esta línea, el
albergue no era lujoso (Algunos creen que Jesús nació en una especie de hotel
de la época: el erudito católico, Alberto Colunga describe así el espacio: “un
patio cuadrangular, a cielo descubierto; en el centro se deposita el bagaje, y
en los cobertizos se acomodan los viajeros”), por eso posiblemente el pesebre
estuviese en un rincón de ese albergue, éste estaba tan lleno, que no
encontraron un lugar mejor para recostar al niño.
Por otro lado, el pesebre, no es solo un tema
circunstancial. De nuevo, vemos la opción de Dios por lo sencillo y por la
pobreza. Jesús es rey de reyes, pero no nació ni vivió como rey en esta vida.
Esto nos debe enseñar a los creyentes, a vivir en humildad y sencillez
(Recuerde: cuando anhelemos la grandeza, conmemoremos el pesebre).
Aún más: el hacer la voluntad de Dios, no es
garantía de comodidad, hasta lo incómodo, tiene un significado en el plan de
Dios (De toda suerte, el nacimiento de un niño, en tiempos antiguos, siempre
ocurría con mucha penuria. Rememórese: Génesis 3: 16). Súmese que contrario a
lo que se nos presenta en las escenas navideñas, los alrededores de esos
albergues, eran oscuros y sucios.
Adicionalmente, nótese que la
primera oferta de este mundo al niño Jesús, es un grupo de animales y un
pesebre…
San Bernardo escribirá lo
siguiente: “¿Hay algo que pueda declarar más inequívocamente su misericordia,
que el hecho de haber aceptado la misma miseria? ¿Puede haber algo más
rebosante de piedad que el que la Palabra de Dios se haya hecho tan poca cosa
por nosotros?... que deduzcan de aquí los hombres lo grande que es el cuidado
que Dios tiene de ellos; que se enteren de lo que Dios piensa y siente por
ellos”.
A esto agregamos las palabras de
San Josemaría Escrivá de Balaguer: “Dios se humilla para que podamos acercarnos
a Él, para que podamos corresponder a su amor con nuestro amor, para que
nuestra libertad se rinda no sólo ante el espectáculo de su poder, sino ante la
maravilla de su humildad. Grandeza de un Niño que es Dios: su Padre es el Dios
que ha hecho los cielos y la tierra, y Él está ahí, en un pesebre, ‘porque no
había lugar para ellos en la posada’ (Lucas 2, 7), porque no había otro sitio
en la tierra para el dueño de todo lo creado”.
Y volvemos a citar a San
Bernardo: “¿Qué te ha hecho tan pequeño Jesús?: ¡El amor!”.
Una piadosa leyenda, dota ese sitio de dos
animales: un buey y un asno: en Isaías, capítulo 1, versículo 3, leemos:
“Conoce el buey a su dueño, y el asno el pesebre de su amo. Pero Israel no
conoce, mi pueblo no discierne”. Esos son los animales que encontramos en
nuestros portales, se sabe que debemos a San Francisco de Asís esa tradición.
Indudablemente, el “Pobre de Asís”, conoce e interpreta el texto en clave
navideña.
Súmese que la crítica explícita del profeta,
nos expresa algo a nosotros: “La humanidad se dice inteligente y rechaza a su
Señor, a éste, hasta los animales lo reconocen”. San Juan dirá respecto a
Israel: “Vino a los suyos, y los suyos no lo recibieron” (Juan 1: 11); en esa
“inteligencia”, no hay comprensión: María es madre de Jesús, Jesús es Dios,
María es madre de Dios: en Jesús, no se pueden dividir humanidad y divinidad.
Ya lo escribiría San Pablo: “Al llegar la plenitud de los tiempos envió Dios a
su Hijo nacido de una mujer” (Gálatas 4: 4)
Aquí cabe una aclaración: se dijo
tiempo atrás que, el Papa Emérito Benedicto XVI, había suprimido de los
“portales”, la presencia de la mula y el buey, viendo el libro de este autor:
“La infancia de Jesús”, esto no es cierto, de hecho, el Papa remite al texto de
Isaías.
Además, el versículo que
comentamos dice: “…lo envolvió en pañales…”: a los bebés, se les lavaba, se les
frotaba con sal y posiblemente con aceite de oliva y luego eran envueltos
(Ezequiel 16: 4). Se solían usar tiras de tela para envolver a los niños recién
nacidos (mantas y vendas finas, eran usadas por los ricos).
Pero, además, los pañales
mantenían a la creatura abrigada y le daban un sentido de seguridad.
Adicionalmente, se pensaba en la protección de los órganos internos del niño.
Esta costumbre, sigue vigente en muchos de los países del Medio Oriente
(Inclusive, en algunas culturas indígenas quichuas y mestizas de occidente).
Esta es una señal de cuidado cariñoso. Luego del envoltorio en pañales, lo que
seguía era avisarle al papá, para que fuera felicitado.
Algunos teólogos católicos, como Mauro
Orsatti, hacen referencia a una proyección entre los pañales y las futuras
mortajas de Jesús. Este tipo de proyecciones es muy propio de la teología
católica clásica. Aún más, en esta línea, el pesebre, es una proyección del
sepulcro, esto se verá en muchas imágenes basadas en este pasaje.
Jesús nace en Belén: no hay
evidencia para negar la muy antigua tradición que ubica el nacimiento de Jesús
en ese territorio, de hecho, la gruta donde se dice nació Jesús, se ubica en el
centro de la ciudad (San Justino ya hablaba de la cueva), allí vivió algunos
años San Jerónimo, mientras traducía la Biblia al latín.
En el año 135, el emperador
Adriano hizo desaparecer la gruta debajo de un bosque artificial dedicado al dios
Tamuz, para cortar la peregrinación que se hacía desde los primeros años. Hoy,
la pequeña gruta, está dentro de la Basílica de la Natividad, de la que ya
hemos expuesto. En el suelo hay una estrella, señalando, basados en la piedad y
no en la historia, donde nació Jesús: el símbolo tiene grabada una inscripción:
“Aquí nació Jesús de María Virgen”.
Este segmento del Evangelio de
Lucas, es contribución exclusiva de este autor (Esto no se encuentra en el
relato de Mateo): Lucas fue compañero de Pablo, escribe su Evangelio del 75 al
80 d. C. Ciertamente el utilizará el Evangelio de Marcos (Que es el primer
Evangelio escrito), pero también usa otros escritos y tradiciones orales que ha
investigado cuidadosamente. Esto último es clave: Lucas escribe desde la perspectiva
de María, y quizá basa sus relatos de la infancia, en entrevistas hechas a ella.
En esta línea, debe recordarse lo que se nos
dice en el capítulo 1, versículo 3, de ese Evangelio: “Después de haber
investigado todo con sumo cuidado desde su origen, me ha parecido una buena
idea escribírtelo por orden”.
Finalmente, de los versículos del
4 al 7, debe decirse lo que en su momento dijo el evangelista J. N. Darby:
“Comenzó en un pesebre, y acabó en una cruz, y a todo lo largo del camino no
encontró donde posar su cabeza”.
¿Cuánta gente vive en pobreza en
nuestro país?
¿Cuántos vienen del campo a la
ciudad, engrosando los cinturones de miseria?
¿Somos conscientes de que, entre
los pobres, entre esas gentes, nace Cristo?
No, no es en las tiendas, no es
en los “Malles”. No es donde se miran las riquezas y las apariencias…
Hay gente que sueña con
peregrinar a Belén, cuando en nuestro país hay muchas “Sagradas Familias” … se
puede llamar Francisco, Juan, Pedro, Lorena… pero el que nace en medio de esa
pobreza es Cristo.
Que ciegos y sordos somos, cuando
creyendo celebrar la Navidad, tenemos la mirada puesta lejos del albergue o
establo de Belén… así de ciegos, nos tienen las luces de los comercios, éstas
nos impiden ver el verdadero rostro de Jesucristo. Por ver “luces”, no vemos la
verdadera luz. Pero, además, es que no queremos ver la luz de Cristo, porque
esa luz, se cuela por todos los rincones, descubre nuestras miserias, nuestras
limitaciones, nuestras mezquindades.
Esa luz, no es como la que adorna
casas y comercios, no es puro adorno. La luz que es Cristo, compromete, exige
cambios dolorosos en nuestra existencia. Es una luz despiadada, fastidiosa,
provocativa. Por eso preferimos ver otras luces o cerramos los ojos.
En este punto, observamos que lo
que podríamos conocer como “Evangelios de la Navidad”, son harto molestos: la
verdadera Navidad, no está atiborrada de retórica, llena de poesía vulgar
(Hasta de reggaetón), no está llena de empalagamiento. No es la Navidad, para
exhibir a los pobres y “tocando el corazón de los pudientes”, ellos hagan
alguna obra de caridad.
Antes de pasar al versículo 8,
hagamos un resumen de: Lucas 2: 1 – 7:
-
Lucas dice que María, dio a luz a Jesús, lo
envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre. Esto lo expresará San Pablo
diciendo que Jesús: “…tomó la condición de esclavo” (Filipenses 2: 7), sujeto a
las debilidades y sufrimientos de todo ser humano. Se puso a nuestro mismo
nivel.
-
Lucas presenta a Jesús, cumpliendo los deberes
del pueblo. Pero evidentemente, fue crítico ante el poder político,
prácticamente hasta la subversión.
Versículo 8: “Cerca de Belén
había unos pastores que pasaban la noche en el campo cuidando sus ovejas”: el
territorio judío ha sido usado por mucho tiempo para apacentar ovejas. Basados
en este texto, muchos especialistas Protestantes (Por ejemplo, Finis J. Dake,
que ya hemos citado), sostienen lo que la teología católica nunca ha negado:
que Jesús no nació en diciembre, cosa de la que hemos hablado en el acápite I,
de esta reflexión. Por otro lado, San Jerónimo, dice que el ángel apareció en
Migdal – Eder o Torre del Rebaño, unos kilómetros al Este – Noreste de Belén.
Nótese: ¿Quiénes son los primeros
en recibir la noticia del nacimiento?: los pastores, ellos son pobres (Esa es
la naturaleza del oficio, de hecho, en Israel, eran considerados miembros de la
clase más baja (Génesis 46: 33 – 34)); Es más, tenían fama de ladrones,
conforme a la ley judía, no podían ser testigos en los juicios. Tal y como
citan, los especialistas del Nuevo comentario bíblico San Jerónimo: “sarnosos,
malolientes y sucios pastores, que, por su impureza ritual, son un estímulo
para todos los que carecían de una posición religiosa”. Véase aquí una
diferencia importante con Mateo (Vistos los textos de este evangelista de
manera amplia): los primeros que, son destinatarios del Niño, son los Magos de
Oriente, no judíos, aquí se concreta la universalidad de la salvación.
Alberto Colunga, dirá que los fariseos tenían
prohibido tratar con ellos (Con los pastores), al considerarlos desconocedores
de la ley, para los religiosos, están fuera de la fe judía y están destinados
al infierno.
Esto es importante tomando en
cuenta que: Abraham, Isaac, Jacob, Raquel, Moisés, Aarón, David y Amós,
prominentes personalidades en la historia del país, fueron pastores (No en
balde, M. Henry, dice que Jesús mismo, es el “Buen Pastor”, que da la vida por
las ovejas (Juan 10: 11 y 14)) pero además en ellos, se mira como los humildes,
son los escogidos para recibir los privilegios de Dios, esto será un mensaje
clave en el Evangelio de San Lucas (Lucas 4: 18). Es decir, para Dios, los
grandes son los pequeños, los últimos son los primeros, los arrojados de la
sociedad, sus clientes privilegiados.
Véase que la primera indicación
de este singular nacimiento no fue dada a los líderes religiosos de Jerusalén.
Ya lo decía el pastor James S. Stewart: “¿No hay acaso todo un universo de
significado en el hecho de que los que primero vieron la gloria de la venida
del Señor fueron gente ordinaria, ocupados en tareas muy ordinarias? Esto
significa, primero, que el puesto del deber, por humilde que sea, es el lugar
de la visión. Y en segundo lugar significa que es a aquellos que se han
mantenido en las profundas y sencillas piedades de la vida, y que no han
perdido el corazón de niño, a los que se les abren más rápidamente las puertas
del Reino”.
Es más: Jesús, se llegará a
identificar como “el buen pastor” (Juan 10: 11 – 16); los autores de los
salmos, identificarán a Dios, como un pastor (Salmo 23; Salmo 100: 3); el
profeta Ezequiel hará lo mismo (Ezequiel 34: 12 – 16). Podríamos interpretar
desde la fe, que el ángel que se le aparecerá a los pastores, los invitará a
recibir al Cordero de Dios (Juan 1: 36)
Por otro lado, el hecho de “…unos
pastores que pasaban la noche en el campo cuidando sus ovejas”, no significa
que se estuviera en época de verano, pero sí es posible, que fueran rebaños
dedicados a los sacrificios del templo, que se ubicaban cerca de Jerusalén. En
términos temporales, los pastores nunca guardaban sus rebaños afuera en el
invierno, desde octubre o noviembre, hasta la siguiente primavera. Era la
costumbre sacar afuera los rebaños después de la Pascua, permaneciendo hasta
las primeras lluvias de octubre o noviembre. Para Alberto Colunga, ya citado,
los pastores del texto, eran trashumantes, pues ellos tenían los rebaños fuera,
de noviembre a enero, esto por lo suave de la temperatura.
Desde una perspectiva teológica,
esto tiene sentido: los primeros que conocen el Evangelio, son los que están
“afuera”, pues los que están “adentro”, los que están en la institución
religiosa, no terminan de entender a Dios.
Aun hoy, los pastores árabes,
conducen sus rebaños por los terrenos que rodean Belén. También hoy en las
afueras de la ciudad, en el llamado “campo de los pastores”, hay una iglesia en
forma de tienda beduina, recordando a los pastores del Evangelio.
Cerramos este punto con el
siguiente señalamiento: ya hemos visto, que prominentes personalidades en la
historia de Israel, fueron pastores, pero nótese que entre ellos hay hombres y
mujeres: pero en el siglo I, era muy común que las hubiese, muchas de ellas,
comenzaban sus funciones a temprana edad, con tal rol, podían colaborar
económicamente con las familias.
Versículo 9: “El ángel del Señor
se les apareció y los rodeó de claridad la Gloria del Señor y fueron presa del
temor”: como lo vimos en el relato de Mateo, San José es presa del temor ante
el misterio divino, los pastores tienen la misma reacción ante el ángel y la
Gloria del Señor. Ya lo dice el libro de
la Sabiduría: “Cuando un sosegado silencio todo lo envolvía, y la noche se
encontraba en la mitad de su carrera, tu palabra omnipotente, cual implacable
guerrero, saltó del cielo, desde el trono real, en medio de una tierra condenada
al exterminio. Empuñando como cortante espada tu decreto irrevocable”.
(Sabiduría 18: 14 – 15)
Hoy hemos roto el silencio con el
ruido de la fiesta…
Ahora bien, resulta interesante
que el teólogo Protestante A. Boyd Luter, dice que ese “ángel del Señor”, es el
mismo Gabriel. Lo cierto es que la frase griega “…se les apareció”, implica que
estaba a corta distancia de ellos, pero suspendido en el aire.
Respecto a la “Gloria del Señor”,
nos dice este mismo especialista, que era una luz brillante (En medio de la
oscuridad de la noche) que indicaba su espléndida presencia. Finis J. Dake, nos
referirá a la palabra hebrea “shekinah”, que siempre simbolizaba la presencia
de Dios. En esta línea, también se ubicará el católico, Alberto Colunga. Por su
parte, los especialistas de la “Biblia del Estudio del expositor”, dicen que,
esa gloria de Dios, era la prueba visible de la “Presencia del Eterno”, que
apareció primero en la zarza delante de Moisés y luego en la columna de fuego y
nube, que los dirigió por el desierto, y luego en el Tabernáculo y en el
Templo.
Los especialistas del Comentario
Bíblico Latinoamericano, nos dan paso hacia mayor profundidad: la gloria de
Dios implica: salvación y fuerza o poder, a favor de alguien, además está como
ya lo hemos dicho, llena de esplendor. En Lucas, esa gloria quedará reservada
en el Evangelio, para la Parusía (Lucas 9: 26. 31 y siguientes; 19: 38; 21: 27;
24: 26 y Hechos 7: 55); el Evangelio según San Juan, refiere a la gloria de
Dios, en toda la vida de Jesús (Juan 1: 14; 2: 11. etc.)
Es interesante, que aquí podemos
ligar, en términos de reflexión teológica, el relato de Mateo: recuérdese que
él dice que Jesús, es: “Dios con nosotros”: ese “Dios con nosotros”, hace
referencia a la “shekinah”, tal y como lo expresan los especialistas del Nuevo
comentario bíblico San Jerónimo, Mateo es de los primeros, en identificar la
“shekinah”, con una persona.
Versículo 10: “Pero el ángel les
dijo: ‘No teman, porque yo vengo a comunicarles una buena nueva que será motivo
de mucha alegría para todo el pueblo’”: en primer lugar, son importantes las
palabras: “buena nueva”: estas se pueden traducir como “Evangelio” (Este es un
término favorito en el Evangelio de Lucas. De hecho, los especialistas de la Biblia
Litúrgica, dirán que este es el verdadero evangelio del nacimiento, en el Nuevo
Testamento, luego se dirá, que ha nacido un Salvador) y estas palabras, tienen
un significado político: en el imperio romano, muchas de las proclamaciones del
César, eran evangelios: por ejemplo, su entronización, su cumpleaños, las
celebraciones de sus victorias militares. Una evidencia arqueológica de ello,
es una inscripción imperial que se ha encontrado y que dice: “El nacimiento de
nuestro dios (César), ha señalado el comienzo de las buenas nuevas para el
mundo”.
Desde una perspectiva muy
literal, algunos especialistas ven en este texto, una profecía y una promesa.
En esta línea, sería la novena profecía en el Nuevo Testamento y en el
versículo 26, de este pasaje que estamos reflexionando, veremos su
cumplimiento.
Por otra parte, es claro: la alegría (Junto a
la paz), son de los primeros frutos del Evangelio cuando lo recibimos. El
regocijo, es un elemento fundamental en el Evangelio. Mas para recibir el
Evangelio, se requiere un corazón humilde y un deseo de aceptación. No se
requieren cualidades extraordinarias. Cristo nos acepta, tal como somos. Los
teólogos Católicos, Orsatti y Pagola, desde ópticas distintas (Desde el “Cristo
de la fe” y desde el “Jesús histórico”, respectivamente), sostienen que esa
alegría y esa paz, son las mismas de los apóstoles cuando encuentran a Jesús
resucitado.
Debemos estar alegres, porque hay
un Dios que piensa en los seres humanos con amor, que baja hasta el hombre, que
se acerca al hombre, ¡que se hace hombre!; Dios se hace caminante para recorrer
con nosotros el mismo camino, compartiendo nuestras penas, y miserias, nuestras
lágrimas, angustias y esperanzas. Un Dios que viene a traernos salvación a
todos. Un Dios que se nos revela como la misma misericordia.
Debemos estar alegres, porque se
nos abre una posibilidad que es una verdadera locura: Dios se hace hombre en
Cristo, para que podamos Cristificarnos (Hacernos como Cristo): debemos estar
locos de alegría.
Esa es nuestra misión:
Cristificarnos. Que Cristo nos penetre íntimamente, nos transforme… que, al
mirarnos, la gente mire a Jesucristo mismo. Que nuestro principal regalo sea
encarnar a Jesucristo. Ese Jesucristo que se entrega sin reservas a todos.
Debemos ser testigos de la
alegría cristiana: esa alegría es salvación, no condenación. Es liberación, no
opresión. Es verdadero gozo y no tristeza. En Lucas, esto es clave: la
salvación es restablecimiento de la integridad, la liberación del pecado y el
final de la lejanía de Dios.
Dice la Biblia (En el texto que
es su corazón): “¡Así amó Dios al mundo! Le dio al Hijo Único para que quien
cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna” (Juan 3: 16. Biblia
Latinoamérica); Dios nos da su mejor regalo, pero nosotros lo enterramos en
medio de bolsas y papeles de obsequio.
En el versículo 11, el ángel les
dice a los pastores: “Hoy les ha nacido en el pueblo de David un salvador…”: ya
vimos en la reflexión del relato del nacimiento según San Mateo, el significado
del nombre de Jesús: Salvador (Del griego sotér: libertador, redentor. Valga
decir que este término, tiene un peso religioso – político: esta palabra se
relacionaba con las antiguas deidades y de hombres que dieron gran libertad a
un país. Será gracias a San Lucas y a San Pablo, que el término, sea empleado
para Cristo) En el Antiguo Testamento, sobre todo, los Salmos y los Profetas,
el título se aplica a Dios mismo.
Pero este texto de Lucas, también
nos trae ecos de la profecía de Isaías capítulo 7, versículo 14, de la que
también hemos hablado. Aquí cabe decir que acaba la educación religiosa propia
del Antiguo Testamento, Dios envía a su hijo, él es la verdad plena (San Juan
14: 6)
La Navidad es un tiempo para
dejarnos contagiar del amor de Dios, ese amor, vence nuestros temores, Dios
está siempre entre nosotros: en la antigua alianza, a través del tabernáculo y
del templo, hoy a través de Jesús mismo (Mateo 28: 20); Jesús que viene como un
niño indefenso, nos muestra que su presencia está entre los débiles, los
marginados, los oprimidos.
Veamos algunos otros elementos de
esta “Buena Nueva”: “Hoy les ha nacido en el pueblo de David un salvador…”:
a) La
maravilla de la noticia: ya lo hemos visto, el cumplimiento de las profecías
(Génesis 3: 15; Isaías 9: 6)
b) Los
destinatarios de la noticia: los pastores y “’…para todo el pueblo…’”
c) La
vigencia de la noticia: “Hoy les ha nacido…” (Véase también 2 Corintios 6: 2):
la salvación de Dios no pertenece a un futuro distante, sino que está ya
realizándose. El tema del “hoy”, es clave en San Lucas.
d) El
protagonista de la noticia: Jesús, Salvador y Rey (Mateo 1: 21; 2: 2; Salmo 24:
7)
e) La
proximidad del objeto de la noticia: “…Hoy les ha nacido en el pueblo de
David…” (Véase también: Hechos 17: 27; Apocalipsis 3: 20)
Sigue diciendo el versículo 11:
“…que es el Mesías…”: este es un título hebreo que equivale a la palabra griega
“Cristo” (Es decir, las palabras: “Mesías” y “Cristo”, son sinónimas, ellas
significan “Ungido”). El sentido de esa unción, es propio de la realeza. De
hecho, el título de Cristo, era colocado delante de emperadores divinizados en
la época helenística.
Pero en el versículo 11, el ángel
le da otro título al niño: “…el Señor…”: aquí este título (“Kurios”, en griego).
Este título, tiene un peso político: “kurios”, era el título de los gobernantes
seculares. El Señor, es traducción del nombre de Dios mismo.
Como se verá a lo largo del Nuevo
Testamento, este título se le dará a Jesús. Véase que Jesús no es solo Mesías,
el esperado, sino, que es el Señor, es Dios mismo. Por eso hemos dicho que, con
el nacimiento de Jesús, comienza una nueva era.
La encarnación de Cristo es el
mayor milagro y la mayor demostración del amor de Dios. El Señor Todopoderoso
es capaz de salvar (Romanos 14: 9; 1 Corintios 8: 6); además, “Señor” es el
nombre del Cristo resucitado, es un título pascual. El Mesías pobre, será el
Señor glorioso.
Sigamos profundizando en la
dignidad del anuncio del ángel:
a) Jesucristo
es un Rey, el Ungido (Mesías) de Dios (Salmo 24: 7; Juan 1: 41): de nuevo, si
hacemos de Jesucristo nuestro rey, le debemos obediencia.
b) Él
es el Salvador, Redentor (Mateo 1: 21), de nuevo, como Salvador, vino a
redimirnos.
c) El
Señor, como Señor, vino para ser nuestro Poseedor y Maestro en el servicio.
Como puede verse, el Evangelio
trata de una persona, no de alguna religión con sus credos, doctrinas,
confesiones y formas exteriores… he aquí
toda una teología resumida o en miniatura.
Versículo 12: “Miren cómo lo
reconocerán: hallarán a un niño recién nacido, envuelto en pañales y acostado
en un pesebre”: reconocerán a Dios que se hizo pobre (Filipenses 2: 6 – 8),
estos pastores, verán al Señor envuelto en pañales. Pero ese pobre, al
resucitar, nos comunicará sus riquezas (Filipenses 2: 9 – 11; Efesios 1: 21 –
23; Colosenses 1: 16 – 18; 1 Pedro 3: 22)
Por otro lado, véase que el
versículo dice: “…hallarán a un niño recién nacido…”, de nuevo es el mismo
signo de la profecía de Isaías 7: 14. La Virgen da a luz un niño, que se cría
en la pobreza. A los pastores se les da un signo de la personalidad de Jesús:
el Salvador – rey, nace pobre en un establo. Dios está entre la humanidad como
un indefenso niño. Pero, además, estando en un lugar tan impropio (Un pesebre)
Versículos 13 - 14: “De pronto
una multitud de seres celestiales aparecieron en torno al ángel y cantaban a
Dios: ‘Gloria a Dios en lo más alto del cielo y en la tierra gracia y paz a los
hombres’”:
La multitud de seres celestiales,
muestra como Dios quiere proclamar las maravillas que está haciendo y sus obras
no están ocultas, Jesús está entre nosotros, esto lo verán en lo que llamamos litúrgicamente
la Semana Santa, los niños en el Templo (Mateo 21: 16) y los profetas del Nuevo
Testamento (Efesios 3: 5); aún más: todos aquellos que anuncian a Jesús hacen
un servicio de ángeles.
Por otro lado, en la multitud de
seres celestiales, encontramos lo sobrenatural entretejido e incrustado en cada
hecho y acontecimiento de este relato. No se le puede eliminar sin destruir la
armonía y consistencia de la historia completa y sin hacerla increíble o
imposible. De hecho, esto nos permite exponer el siguiente dato: la obra lucana
(Evangelio y Hechos de los Apóstoles) registra la participación de los ángeles,
47 veces, y solo en el Evangelio, más de 20 veces.
Entremos en el canto de los
ángeles con esta primera observación: este canto evoca dos textos del Antiguo
Testamento: Job 38: 7 e Isaías 6: 3. En Job, los ángeles cantan la creación; el
nacimiento de Cristo es el principio de un nuevo mundo.
Cuando se estudia el canto de los
ángeles, se observa que tiene una serie de problemas de traducción, que sobre
todo derivan de la traducción “de los 70”, que ya hemos citado. Por ello, hemos
optado por la traducción de la Biblia Latinoamérica, de este himno.
Dice el himno: ‘Gloria a Dios en
lo más alto del cielo…’: el cielo es donde Dios habita.
“‘…y en la tierra gracia y paz a
los hombres’”: esta paz, es la que se opone a la paz externa, propia del
imperio romano (por la que el césar, era venerado como “dios”), los ángeles
cantan sobre una paz de mente y alma, una paz que solo es posible por la
vivencia de Jesucristo como Salvador. Aquí debe recordarse que uno de los
títulos mesiánicos, es el del “Príncipe de la paz” (Isaías 9: 6), además,
Cristo les prometerá paz a sus discípulos (Juan 14: 27). Lucas está claro: la
verdadera paz viene de Dios y la da aquel que es Mesías y Señor (Lucas 2: 11)
Aunque también veremos como Jesús
trae conflicto (Mateo 10: 34 – 36); en los relatos de la infancia, esto se
verá, en la llamada “matanza de los inocentes”.
¿Por qué esta dualidad de paz y
conflicto con Cristo?: dos explicaciones: una histórica: Jesús viene a traer el
Reino de Dios, ese Reino se opone al gobierno del imperio romano, que
denominaremos aquí: “sistema de dominación”.
Este sistema, implicaba que, la
política solo favorecía a un grupo, la economía era egoísta y la religión era
opresiva. En tanto el Reino de Dios, implica una política para el servicio, una
economía solidaria y una religión, que conduce a la verdadera libertad. Este
conflicto será central en la vida de Jesús, ese choque lo llevará a la Pasión,
muerte y resurrección.
La otra explicación, es desde la
fe: ya lo hemos dicho, el pecado es la ruptura con Dios, con el prójimo y con
la naturaleza (La ecología), Jesús al recomponer estas rupturas, nos enemista
con el “señor” del pecado: Satanás y con sus obras (Santiago 4: 4)
Desde estas dos ópticas, vale la
pena decir: que no podemos quedarnos solo con el bebé del pesebre: Jesús es más
que eso, en su vida y en su enseñanza, se nos muestra a un liberador. Un
liberador, capaz de establecer un reino eterno (Léase el Apocalipsis): ¿Qué
imagen tenemos de Jesús?: ¿Un niño en un pesebre?, ¿Un maestro de amplia
sabiduría?, ¿Un profeta?, ¿Un sanador?: para nosotros los creyentes, Jesús es
Señor. A éste, verdadero Dios y verdadero hombre, no se le puede subestimar, es
el único capaz de crear una humanidad nueva. En él, se refleja la mayor gloria
de Dios.
Dios es el que nos muestra su buena voluntad,
nos da su gracia, sin empezar a ser buenos (“El amor no está en que nosotros
hayamos amado a Dios, sino en que Dios nos amó a nosotros y envió a su Hijo,
propiciación por nuestros pecados”, escribió San Juan).
Toda la predicación inicial de Jesús (Marcos
1: 15), es que Dios se nos ha acercado. Ese acercamiento implica, ir más allá de
la superficialidad, se trata de crear una nueva humanidad. Dios se goza con
aquellos que han encontrado su favor o gracia inmerecidos mediante Cristo
(Algunos especialistas, niegan esta línea interpretativa, pero el griego nos
aclara las cosas: en la frase: “gracia y paz a los hombres”, se encuentra la
palabra “eudokias”, que permite traducir la frase de manera más literal: “…y
paz en la tierra a los hombres que él ama”). Valga decir que, al encontrar
expresiones similares en los Rollos del Mar Muerto, que la cláusula se acepta
como genuina composición semítica propia de esta sección lucana.
Dios busca convencer a los
hombres que él desea el bienestar de ellos (Salmo 84: 11; 1 Timoteo 2: 4; 2
Pedro 3: 9), ese bienestar, es el arrepentimiento de los pecados y el recibir a
Jesucristo, como Señor y Salvador.
Esa nueva humanidad, tiene un
valor central: la paz. Esto es clave en Costa Rica, donde hace un tiempo atrás,
el Ministro de Seguridad, ha dicho que, desde hace tiempos, los costarricenses
dejamos de ser pacifistas. Adicionalmente, el sistema de dominación, mató al
“Príncipe de la paz” (Isaías 9: 6) y todavía hablan vanamente de paz, pero la
verdadera paz, se dará, cuando Cristo venga (Apocalipsis, capítulos 19 y 20)
Pero volvamos a esa nueva
humanidad que Cristo crea: la paz es un tema central en Jesucristo:
-
La paz fue anunciada en su nacimiento (Lucas 2:
14)
-
Él ofreció la paz (Marcos 5: 34)
-
La paz le costó un alto precio (Isaías 53: 5;
Colosenses 1: 20)
-
Él anunció la paz a los discípulos después de la
resurrección (Juan 20: 19)
-
Él quitó de en medio la enemistad (Efesios 2:
14)
-
Él creó un eterno pacto de paz (Isaías 54: 10)
De lo dicho, se puede deducir
que: estos hombres: “… que él ama…”: son el “nuevo Israel”, como lo entiende
San Pablo: el Israel del Espíritu o de la promesa (Gálatas 6: 16); nosotros, la
comunidad de fe, la Iglesia, donde ya no hay distinción de raza.
Cerramos este punto diciendo lo
siguiente: los relatos de la infancia en Lucas, están llenos de música, si
viésemos ampliamente esos relatos (Cosa que no hacemos en el presente trabajo),
nos damos cuenta de esto (Hay tres himnos, aunque el evangelista no los llama
así, pero el cristianismo, así los ha asumido)
Además, hay que decir, como lo
expresan los especialistas del Nuevo comentario bíblico San Jerónimo: en los
versículos del 11 al 14, está la clave, para entender el relato de la Navidad
según San Lucas: estos versos hacen eco al capítulo 1, 51 – 53 y del 69 al 71.
Versículo 15: “Sucedió que cuando
los ángeles se fueron de ellos al cielo, los pastores se dijeron unos a otros:
‘pasemos pues hacia Belén, y veamos esto que ha sucedido, y que el señor nos ha
manifestado’”: todo el anuncio del nacimiento es grandioso, en este punto, los
pastores corren a ver al niño (Tienen Belén a 30 minutos de camino). Dios es
maravilloso, los cristianos no deberíamos de dejar de testificar sobre él. Obsérvese,
además, que los pastores corren: recuerde: los perezosos nunca son parte de las
revelaciones.
Pero los pastores, también nos
sirven como signo de la Iglesia de los pobres, el encuentro entre el niño Dios
y los pastores, es la primera liturgia de la Iglesia de los pobres…
En otro orden de cosas, es
interesante: los ángeles traen un mensaje a los pastores, un mensaje que es
también para nosotros hoy:
1) El
emisor: es el Padre del cielo (Tito 2: 11; Juan 3: 16)
2) El
mensajero: un ángel, luego los millares de ángeles, nótese como en los momentos
importantes, los ángeles son claves: en el nacimiento, resurrección y ascensión
de Cristo (Mateo 28: 5; Hechos 1: 10 – 11)
3) Los
receptores: no fueron los “grandes” de este mundo, fueron los pobres.
4) El
contenido del mensaje: Medite en Lucas 2: 10 – 15.
5) La
respuesta al mensaje: “… ‘pasemos pues hacia Belén, y veamos esto que ha
sucedido, y que el señor nos ha manifestado’”.
6) La
confirmación: los pastores encontraron lo que se les había dicho y como
veremos, regresaron adorando a Dios (Versículo 20)
Veamos con más detalle, el fruto
de la noticia de los ángeles:
-
Fe sincera: los pastores fueron (Versículo 15)
Otros frutos los vemos en el
versículo 16: “Vinieron, pues, apresuradamente, y hallaron a María y a José, y
al niño acostado en el pesebre”:
-
Obediencia inmediata: fueron apresuradamente
(Versículo 16)
-
Certeza: encontraron al niño (Versículo 16) la
humanidad siempre hallará que lo que Dios dice, es verdad (2 Timoteo 3: 16 –
17)
Adicionalmente, debemos decir que,
en este versículo, vemos el tipo de nacimiento de los pobres…
Esos pobres, en los que nos
negamos a ver a Cristo.
Es en esos pobres, en los que se
nos presenta la Navidad, todos los días.
Seguimos viendo frutos en el
versículo 18: “Y todos los que oyeron, se maravillaron de lo que los pastores
les decían”:
-
Corazones gozosos que llevaron la Buena Nueva a
otros (Versículo 18)
-
Testimonios entusiastas: todos quedaron
admirados (Versículo 18). Incluía a cuantos vivían en Belén o sus alrededores,
a quienes los pastores contaron su experiencia.
Versículo 19: “María por su
parte, guardaba todos estos acontecimientos y los volvía a meditar en su
interior”: en este texto, se mira otro fruto del mensaje de los ángeles, si
María: “…guardaba todos estos acontecimientos…”, es porque el testimonio de los
pastores y otros, eran bellos y llegaban a sus oídos. Pero no solo eso: María
no tiene el sentido de todos los acontecimientos, no capta inmediatamente, el
significado completo de la acción de Dios en Jesús. Este es el proceso de fe en
María: María es la creyente modelo.
La Virgen, mira como Dios se
comunica con su vida, pero esto no excluía la extrañeza y la admiración, eso
sí, en ella no había desconcierto. Estaba fortalecida por la fe. En esa
fortaleza, iba descubriendo los caminos de salvación. Ese descubrimiento
implicaba “…volver a meditar en su interior”, pero un día todo le es revelado,
fue aquel: “tercer día según las Escrituras”, en que su hijo resucitó, luego
vendrá el Espíritu Santo en Pentecostés, allí quedarán iluminados los dichos y
gestos de Jesús. Con esa iluminación, María será fuente principal de los
relatos de la infancia. María es memoria viva de su hijo. Su vida, dio vida a
Jesús: “… ¡Dichoso el seno que te llevó y los pechos que te criaron!” (Lucas
11: 27)
Ahora: desde la perspectiva
lingüístico – cultural, este “guardar en el corazón”, es un lugar donde se
guardan los recuerdos y la Palabra (Daniel 7: 28; Génesis 37: 11; Lucas 8: 4 –
21); véase que en estos versículos, se pone importancia a: “ver”, “oír”,
“guardar”: esto en la semántica es clave: es testimonio y es tradición en el
cristianismo (Hechos 9: 2; 18: 26)
Y Santa Teresa de Lisieux, nos
dice que nosotros somos más dichosos: “Querida Virgen Santísima: me parece que
yo soy más dichosa que tú, porque yo te tengo a ti por Madre… Es cierto que tú
eres la Madre de Jesús, pero ese Jesús, nos lo has dado por entero a nosotros…
Por eso, nosotros somos más ricos que tú, pues poseemos a Jesús y tú eres
nuestra también”.
Versículo 20: “Los pastores se
volvieron glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto,
tal como se les había anunciado”: glorificación y alabanza, otro fruto del
mensaje de los ángeles y es un tema predilecto en el Evangelio de San Lucas,
valga decir en este momento, que este segmento del Evangelio (Versículos del 8
al 20), también es contribución exclusiva de San Lucas, como ya lo hemos
explicado antes:
-
Zacarías alaba a Dios, durante la circuncisión
de Juan el Bautista (1: 64)
-
Simeón canta, cuando Jesús es presentado en el
templo (2: 28)
-
El paralítico sanado, alaba (5: 25 – 26)
-
La gente alaba, después de la resurrección del
hijo de la viuda de Naín (7: 16)
-
La mujer encorvada alaba, luego de su sanación
(13: 13)
-
De 10 leprosos sanados, uno vuelve a Jesús,
alabando a Dios (17: 15)
-
El ciego de Jericó, alaba a Dios, al recuperar
la vista (18: 43)
-
En la entrada mesiánica en Jerusalén, la gente
alaba por los milagros que había visto (19: 37)
-
Después de la muerte de Jesús, el centurión
romano, alababa a Dios (23: 47)
-
Los discípulos van al templo a alabar a Dios,
después de la ascensión (24: 53)
Con estos ejemplos es claro, que,
para Lucas, no puede haber indiferencia, ante las intervenciones de Dios…
Volvamos a San Lucas 2: 20: “Los
pastores se volvieron glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían
oído y visto, tal como se les había anunciado”: Israel estaba hundida en la
noche, pero esos pastores han visto la luz, los pobres han visto la revelación
de Dios. Esos pastores han tenido una experiencia contemplativa de Dios. De
ellos debemos aprender, que la fe se fortalece en la contemplación y de esa
fortaleza, surgen las obras propias del Reino de Dios.
En esta Navidad, pidamos a Dios
la gracia de reconocer su presencia, en las cosas sencillas y contemplar su
nacimiento en la vida cotidiana. Pidamos para ello, un corazón humilde y puro.
Caben en este momento, algunas
preguntas para la reflexión:
-
¿Qué nos sugiere el nacimiento de Jesús, en
medio de la pobreza?
-
¿Qué nos sugiere la actitud de María? (Lucas 2:
19)
Cabe también mirar actitudes que
debemos tener frente a Jesús:
-
Como los pastores:
a)
Oír la Palabra (Versículo 10)
b)
Creer en la Palabra (Versículo 15)
c)
Divulgar la Palabra (Versículo 17)
d)
Glorificar a Dios (Versículo 20)
e)
Debemos recibir a Jesús:
1) Oyendo
(Versículo 11)
2) Ir
a su encuentro (Versículo 16)
3) Debemos
verle (Versículo 17)
4) Glorificar
a Dios (Versículo 20)
-
Como María:
1) Guardar
la Palabra en el corazón (Versículo 19)
IV
Basaremos este acápite, en varios
elementos presentados en el libro de Marcus Borg y John Dominic Crossan: “La
primera Navidad: lo que los evangelios enseñan realmente acerca del nacimiento
de Jesús”.
Ya hemos dicho que, a diferencia del
texto de Mateo, el texto de Lucas (Visto de manera amplia), está lleno de
música…
Por otro lado: no ha dejado de
ser positivo para nosotros, el reflexionar los textos de Mateo y Lucas de
manera independiente: esto, es importante, porque quizás en muchas comunidades
de fe no católicas, se nos presentan estos relatos como “armonizados” o vistos
de manera “continuada”. Esto no es nuevo, ya San Cromacio de Aquileya, decía
por ejemplo, que: Lucas manifestaba más plenamente el suceso de la encarnación
del Señor, esto por medio de lo que conocemos como la Anunciación.
Inclusive, en el caso de la
liturgia católica, la lectura del nacimiento según San Mateo, se hace y
reflexiona, en lo que se conoce como: “las últimas ferias de Adviento”,
propiamente el 18 de diciembre.
Pero lo cierto, es que
litúrgicamente, la narración que se coloca como centro es la de Lucas (Misa de
medianoche); pese a ello, en la religiosidad popular (Para ponerle algún
calificativo), los relatos se armonizan y es que, son plenamente armonizables.
Pero también, tienen sus diferencias: a lo
largo de este trabajo, creemos haber visto muchas, pero abordemos otras (Y una
semejanza), cuando menos, de manera superficial:
-
En Mateo, los sueños son importantes y José, es
el protagonista – receptor de los sueños (Mateo 1: 20)
-
En Mateo hay una serie de cumplimientos
proféticos, en el texto que analizamos y reflexionamos, es vital el de Isaías
7: 14. De hecho, por este medio, por esta profecía, se mira la novedad de los
sucesos descritos.
-
En el relato de Lucas, afloran tres tópicos: las
mujeres, los marginados y el Espíritu Santo.
-
Repetimos: un ejemplo de los marginados, son los
pastores (Lucas 2: 8)
-
Si se miran de manera amplia los textos (Por
ejemplo, en el caso de Lucas, se observa el capítulo 1, versículo 35), nos
daremos cuenta que, tanto en Mateo como en Lucas, los ángeles dicen que el Niño
viene del Espíritu Santo (Mateo 1: 18 – 20)
Ya hemos visto, que
políticamente, el César era: Señor, Hijo de Dios, Constructor de la paz, y
Salvador del mundo. Solo cabe reiterar que, cuando Lucas le da esos títulos al
Niño Jesús, está presentando un relato subversivo: no es el César el dueño de
todo, es Jesucristo.
Por otra parte, no se puede
olvidar que, en el relato de Mateo, también hay escándalo, escándalo que ya
hemos analizado y que, a estas alturas de nuestra exposición, podemos resumir
en la siguiente dinámica: Divorcio – revelación – matrimonio.
Este escándalo, es un problema en
la narración de Mateo: recordemos: José cree que María es adúltera, violando
sus derechos adquiridos en los “esponsales” (Mateo 1: 18) y que, prácticamente
lo convertían en su esposo (Versículo 19)
Pero ese rol de esposo, queda
resguardado por la respuesta a la duda de José: María no es adúltera, el Niño
es fruto del Espíritu Santo: de hecho, Mateo lo dice dos veces (Versículos 18 y
20); véase aquí, la diferencia con Lucas: en el relato del tercer Evangelista,
no hay sospecha de adulterio. En Lucas, José no tiene problemas con el embarazo
de María, aquí cabe la suposición de los lectores creyentes: Gabriel hace la
“anunciación” a María, ella le cuenta a José; José le cree.
En otro orden de cosas, hemos
dicho que: En términos de géneros literarios, los relatos de Mateo y Lucas, son
definidos como “midrash”, en ellos, se mira como Jesús viene a ser la
culminación del plan de Dios que se viene concretando desde el Antiguo
Testamento.
Esto es claro en la narración de
Mateo: si se estudian en detalle (Aquí no lo haremos), los textos midrashicos,
que ya se conocían en el siglo I; nos daremos cuenta que, Mateo, se basa en los
midrash del nacimiento de Moisés y esto es clave: en el Evangelio de Mateo,
Jesús es presentado como el nuevo Moisés.
Ahora bien, autores como Carrol
Stuhlmueller, no tienen la misma claridad, respecto al texto de Lucas: no cita
la Escritura, no hace aplicaciones homiléticas en forma de relato (Es decir,
aplicaciones para la predicación)
En otro orden de cosas, podría
decirse que el texto de Lucas, no es un “Midrash”, sino que es un “haggadá”: es
decir, un género literario, donde se relata o recita y se incluyen enseñanzas
morales, especulaciones teológicas etc.
Pero esto tampoco es cierto:
Lucas sitúa su narración dentro de coordenadas históricas (Por ejemplo: Lucas
2: 1) y también presenta datos histórico – dogmáticos: nombres, lugares,
cronología etc.
En ambos textos se observa: el
control de Dios sobre la historia, el subrayar el tema de los sueños y el
cumplimiento de las profecías…
Asimismo, como Mateo establece un
paralelismo entre Jesús y Moisés, Lucas, lo hace entre Jesús y Juan el
Bautista. Pero en la lógica Lucana: con Juan, termina el Antiguo Testamento,
Jesús nace, para iniciar el Nuevo.
Veamos este paralelismo, con un
poco más de detalle:
-
Juan nace en el hogar del anciano Zacarías.
-
Muchos vecinos y amigos, van a visitarlo.
-
Se habla del signo realizado el día de su
circuncisión (Lucas 1: 65 – 66)
-
Jesús nace en el contexto del viaje de Nazaret a
Belén, por el decreto del emperador.
-
María debe atender al Niño.
-
Jesús tiene por cuna, un pesebre.
-
Solo los pastores visitan al Niño.
Por otro parte: tanto Mateo como
Lucas, coinciden que, al momento de la concepción, María es virgen. Eso sí, Mateo interpreta la profecía de
Isaías…
Ahora: retornemos al tema de los
paralelismos: hay paralelismo, de nuevo: entre Jesús y Moisés (Mateo) y entre
Jesús y Juan el Bautista (Lucas), con objetivos distintos: como ya lo hemos
visto, lo que sí es igual en el primero y en el tercer Evangelistas, es que
José es de la estirpe de David y Jesús nace en Belén.
En Mateo, Jesús no es solo el
nuevo Moisés, es el nuevo David. En Lucas, con Jesús inicia el Nuevo
Testamento, y éste inicia con Jesús, nuevo David…
Dicho esto, dejamos explícito las
semejanzas entre Mateo y Lucas:
-
María estaba prometida a José.
-
Ella concibe siendo virgen.
-
Concibe por obra del Espíritu Santo.
-
Jesús, recibe su nombre de Dios.
-
Ese nombre muestra su carácter: “va a salvar al
pueblo de sus pecados” (Mateo) o sea, es Salvador (Lucas)
-
Jesús es el Mesías Davídico.
-
Nace en Belén, la ciudad de David.
-
Nace en tiempos de Herodes el Grande.
-
Lo que conocemos como la “Sagrada Familia”, vive
en Nazaret.
Pasando esta página y volviendo
al relato de Lucas y de nuevo, visto de manera amplia, se observan
características comunes en las participaciones de los ángeles en este
Evangelio:
-
El ángel se le presenta a Zacarías (Lucas 1:
11); a María (versículos del 26 al 28); a los pastores (Lucas 2: 9)
-
En los diversos casos hay miedo: lo tienen:
Zacarías (1: 12); María (Versículo 29); los pastores (2: 9)
-
Hay una llamada a la tranquilidad: Zacarías (1:
13); María (1: 30); a los pastores (2: 10)
-
El ángel es mensajero (Ya lo vimos) y cumple su
misión: da su mensaje: a los tres receptores: Lucas 1: 13 – 17; 30 al 35 y 2:
10 – 11.
-
A los tres les presenta signos: Lucas 1: 18 –
20; del 36 al 37 y Lucas 2: 12.
Asimismo, hemos de volver a los
títulos que, en Lucas, se le dan al niño Jesús: Dios es Señor, Jesús es Señor,
lo dice Pablo (1 Corintios 8: 5 – 6; Filipenses 2: 11; 1 Corintios 12: 3;
Romanos 10: 9): así, desde la teología judía: Dios es Señor. Desde la teología
cristiana: Dios es Señor: Jesús es Señor: Jesús es Dios. y en tanto, Dios, y
Jesús, desde la teología sistemática es la segunda persona de la Santísima
Trinidad, es Señor, entonces el César, el emperador romano, no es Dios.
Por otra parte, ya hemos
analizado el himno de los ángeles en Lucas: pero regresemos a él, para
establecer el siguiente paralelismo: los ángeles cantan:
-
Gloria, en el cielo a Dios.
-
Paz, en la tierra a los seres humanos que gozan
del favor de Dios (Ya hemos hablado antes, de los problemas de traducción de
este pasaje)
Centrémonos de nuevo en este
himno: si la paz en la tierra, es a los seres humanos que gozan del favor de
Dios: ¿Cómo recibir ese favor?: aceptando la buena noticia, es decir, aceptando
el Evangelio.
Además, ya hemos dicho, en Lucas,
el centro del Evangelio, es anunciado por seres celesetes: por una multitud, un
ejército de ángeles, el anuncio de la paz, no la da un ejército romano, el
César, el emperador no da la paz.
Súmese (Algo de eso ya lo hemos
expresado): que la paz de Roma (La Pax Romana), es dada con instrumentos
terrenales (“Pobres armas de muerte y sangre”), pero la verdadera paz, no nace
en la tierra para germinar en la tierra. La verdadera paz, nace en el cielo y
germina en la tierra.
Claro está, esta diferencia, está
sustentada en la Teología cristiana: según el discurso pagano, la “Pax”, es
traída por el dios júpiter. Pero en tanto dios falso, esa paz: “es de la tierra
y germina en la tierra”.
Frente a la realidad del imperio,
al sistema de dominación: una política y una economía egoísta, así como una
cultura opresiva, está la luz del Reino de Dios: un ángel, un ser de luz,
ilumina la noche donde están los pastores en vela. Es la gloria de Dios la que
aparece.
Esa gloria de Dios, implica el
Evangelio (La Buena Noticia): ha nacido el Mesías, el Salvador y el Señor. Este
tema del Salvador, tiene una fuerte raigambre en el judaísmo: el Salvador, es
el redentor (El que rescata), el liberador (De nuevo, en Mateo, Jesús es el
nuevo Moisés)
Jesús es el Mesías, el Ungido
prometido por Dios, la esperanza de Israel…
He aquí, lo que Borg y Crossan,
denominan el: “Evangelio en miniatura”: la luz del imperio es tinieblas, el
emperador que es Ungido, Salvador y Señor, en realidad no lo es…
Entonces: ¿Qué es el imperio?,
¿Quién es el César?, ¿Qué es el sistema de dominación?:
-
Depredación.
-
Avaricia.
-
Rastreros.
-
Miserables.
-
Egoístas.
-
Expoliadores.
-
Asesinos.
-
Saqueadores.
Frente a ello, el Reino de Dios
(Lo reiteramos): capaz de concretar la justicia y de ella, la paz…
Ahora bien, si buscamos
relaciones entre Mateo, con el Antiguo Testamento, tanto en términos generales,
como en vinculaciones específicas de los relatos de la Navidad, encontraremos
lo siguiente:
-
Ya hemos hablado de la lógica en Mateo de las
“profecías de cumplimiento”.
-
En el caso del relato que nos ocupa, esa
dinámica se encuentra en Mateo 1: 22 – 23.
-
Del mismo modo, ya hemos hablado del contexto
histórico de Isaías 7: 14, el nombre simbólico, de “Dios con nosotros”, se le pondría
a un niño que el rey Ajaz vería. A esto hay que agregar, que esto de poner
nombres simbólicos, lo vemos en otros profetas, como Oseas.
-
El tema de la traducción de Isaías 7: 14, de la
palabra hebrea “almah”, por “virgen”, es un debate abierto: solo como ejemplo:
en la versión de la Biblia al inglés: Versión de la Biblia Standard Revisada,
ese texto queda traducido como: “Young woman” (“mujer joven”), esta traducción
fue criticada, porque se decía, negaba el nacimiento virginal de Jesús. En una
investigación que hemos hecho para este trabajo, nos hace plantear la siguiente
hipótesis: tal parece que, las críticas surtieron efecto, pues el texto de
Mateo 1: 23, vuelve a la palabra “virgin” y no “Young woman”.
-
Bajo una óptica histórico – crítica, Isaías no
está prediciendo un nacimiento, sino, la imposición de un nombre.
Finalmente, Borg y Crossan,
resaltan el hecho de que, en términos del Evangelio de Lucas, la Navidad es un
tema de alegría, para ello, tornan a analizar y comentar el canto de los
ángeles a los pastores, como aquí ya lo hemos hecho.
Por otro lado, es interesante que
estos autores, uno católico y otro protestante, aborden el tema del Adviento,
como preparación a la Navidad, sobre todo, a partir de la curiosidad, desde la
niñez del autor protestante (Marcus Borg, ya fallecido)
De ahí que, para el catolicismo
es clave, que para tener una buena Navidad (Un buen tiempo litúrgico de
Navidad), debe tenerse un buen tiempo de Adviento y para ello, es clave
profundizar en la Palabra de Dios.
Cuando vemos el itinerario
cristiano del Adviento (Entendemos aquí, como ese itinerario, el de los cuatro
domingos de Adviento en el calendario litúrgico) vemos interesantes elementos
que vale la pena repasar. Lo mismo sucede cuando abordamos el itinerario ferial
del Adviento (Entendemos aquí, ese itinerario, como las lecturas “entre
semana”, del tiempo de Adviento en el calendario litúrgico)
En el primer domingo de Adviento,
se resalta la Parusía o segunda venida de Jesús. En los distintos ciclos, se
subraya la sorpresa de la segunda venida (Ciclo A – San Mateo); la
perseverancia en las pruebas (Ciclo B – San Marcos) o la permanencia firme en
la esperanza (Ciclo C – Lucas)
En la primera semana de Adviento,
se resalta el ser vigilantes y perseverantes en la espera del Señor. El lunes
de esa semana, se ofrece como opción de lectura: Isaías 2: 1 – 5, donde se
expresa la esperanza de un mundo en paz, si se toma la lectura de Isaías 4: 2 –
6: se hace énfasis en la purificación de la vida cristiana en lo cotidiano, en
las alegrías y en las tristezas. El Evangelio es de Mateo: capítulo 8,
versículos del 5 al 11: Jesús, recibe al centurión romano, nosotros, así
deberíamos recibir a Cristo.
El martes, se lee: Isaías 11: 1 –
9: donde se expresa la esperanza de un rey ideal, sobre el que descansará el
Espíritu Santo, con justicia juzgará a los pobres y decidirá con equidad en
favor de los humildes de la tierra. Su reinado significará el fin de la
violencia. Las tradiciones judía y cristiana, ven en el pastor – rey: David, el
renuevo del tronco de Jesé, de ese linaje, viene el nuevo rey: Jesús, en su
primera venida, nació en un pesebre, pero Dios le ha coronado con gloria
incomparable, éste rey, no juzga por las apariencias, sino, por lo que hay en
el corazón de la humanidad. Además, su reino, como lo dice el Evangelio de ese
día (Lucas 10: 21 – 24), es dado a los pequeños y a los humildes. Es por ellos,
por su generosidad y humildad, que se construye su reino.
El miércoles, la primera lectura
de la Misa, es: Isaías 25: 6 – 10: donde se mira que Dios es fiel a sus
promesas, se nos llama a abrazar la dicha de aquellos que han puesto en él, su
fe y su esperanza. En el Evangelio, que es: Mateo 15: 29 – 37, vemos en las
curaciones que hace Jesús, el signo profético de la salvación que pasa por la
cruz (Esto va más allá de nuestra comprensión intelectual); además, en este
Evangelio, se ve la multiplicación de los panes, lo que, para el catolicismo,
es signo del sacramento de la Eucaristía.
El jueves se lee: Isaías 26 del 1
al 6; y el Evangelio es: Mateo 7: versículo 21 y del 24 al 27: la Iglesia, no
puede confiar en la fuerza de los instrumentos humanos. Por su parte, el
Evangelio nos resalta que: si edificamos nuestra casa (Vida), en la roca
(Cristo), en medio de las crisis, no seremos defraudados.
Todavía, en la primera semana, el
viernes, se lee: Isaías 29: 17 – 24 y el Evangelio es: Mateo 9: 27 – 31: de
nuevo, el profeta nos da un signo: los sordos oirán, los ciegos verán. Por su
parte, Jesús habla del Reino de Dios, como una transformación radical: los
últimos serán los primeros, los primeros serán los últimos. En el Evangelio,
Jesús cura a unos ciegos, muestra que Jesús, puede abrir los ojos a la
realidad.
El sábado de esa primera semana,
se lee: Isaías 30: 19 – 21 y del 23 al 26. El Evangelio es: Mateo 9: 35 – 10: 1
y del 6 al 8: la primera lectura, nos muestra que Dios está con nosotros, en
medio de las pruebas. En el Evangelio, vemos a Jesús, recorriendo ciudades y
aldeas, curando a los enfermos, Jesús les dice a los discípulos que anuncien el
Evangelio. Esa también, es una invitación para nosotros hoy.
En el segundo domingo de
Adviento, el Evangelio en sus tres ciclos, traen el protagonismo de Juan el
Bautista, personalidad central en el tiempo litúrgico de preparación para la
Navidad. Solo como ejemplo, en el Ciclo B (Marcos), la llamada del Bautista,
viene acompañada del pregón del profeta Isaías.
En esta segunda semana, el
mensaje central es: ser valerosos en la esperanza: el lunes, se lee: Isaías 35:
1 – 10 y el Evangelio es Lucas 5: 17 – 26: el profeta nos dice que, la venida
de Jesús, es como el brote de aguas en el desierto (recuérdese que
históricamente, estos textos, reflejan el deseo del retorno del destierro de
Israel en Babilonia). Isaías dice que el cojo saltará y en el Evangelio, vemos
a Jesús, sanando a un paralítico, pero no solo eso, le perdona los pecados.
Debemos dejar de lamentarnos para abrir el corazón a la Palabra de Dios, que
transforma y perdona.
El martes, se lee: Isaías 40: 1 –
11; el Evangelio es: Mateo 18: 12 – 14: hay que estar optimistas y esperanzados
en la salvación de Dios, pero véase que la salvación es de Dios, no depende de
nuestros propios méritos o de nuestra buena voluntad. Es el buen pastor, que
busca a la oveja perdida, la cuida y sana sus heridas, aunque esa oveja, se
haya perdido voluntariamente.
Esa segunda semana del Adviento,
el miércoles, se nos propone como primera lectura: Isaías 40: 25 – 31. El
Evangelio es: Mateo 11: 28 – 30: puede ser que creamos que Dios nos ha
olvidado, pero no es así, de ahí las palabras de Cristo en el Evangelio:
podemos ir a Él, los trabajados y cansados y Él, nos hará descansar.
El jueves, se lee: Isaías 41: 13
– 20; el Evangelio es: Mateo 11: 11 – 15: la primera lectura de este día, es
muy intensa: habla de la esclavitud del pueblo de Israel, frente a la opresión
de los babilonios, Dios prepara un nuevo éxodo. En el Evangelio, se nos
presenta la figura de Juan el Bautista, él resume a los profetas del Antiguo
Testamento, él anuncia el nuevo éxodo, que culmina en la Nueva Alianza, por
eso, en el cristianismo, este Juan, es el nuevo Elías (Malaquías 3: 23); desde
la profecía en la interpretación judía, él habría de regresar para anunciar los
últimos tiempos. En Mateo, Jesús es el nuevo Moisés, Él guiará el nuevo éxodo,
esa guía comenzará en Navidad.
El viernes, se nos propone Isaías
48: 17 – 19 y el Evangelio es: Mateo 11: 16 – 19: el mensaje central de esta
liturgia de la Palabra es que: “no hay peor sordo, que el que no quiere oír”:
Jesús nace, para que nosotros, sordos, escuchemos, con Él: no tenemos excusa
para nuestra sordera.
El sábado, cambiamos de autor en
la primera lectura: pasamos de Isaías al Sirácides: 48, del 1 al 4 y del 9 al
11. El Evangelio, es Mateo 17: 10 – 13: de nuevo, estamos ante el profeta
Elías, la primera lectura dice que su palabra era como fuego. Este profeta, es
toda una personalidad del Antiguo Testamento, de hecho, creemos que podría
hacerse todo un retiro de Adviento con su figura; para empezar, el nombre:
Elías significa: “Yahvé es Dios”; súmese que defendió el culto del Dios
verdadero, frente al culto del dios falso, Baal; Elías nos es anuncio: ¿De
qué?: de la liberación de las idolatrías, y nos llama a acoger la salvación.
El tercer domingo de Adviento: se
nos llama a la alegría, por la presencia de Dios, en medio de nosotros y de la
historia de este mundo. En el catolicismo, a este domingo se le denomina:
“Gaudete”: que significa: “regocíjate”: esto deriva de la edad medieval, donde
el ambiente del Adviento era altamente penitencial.
En los diversos ciclos, la
Liturgia de la Palabra, resalta los tiempos mesiánicos: cura de enfermos, buena
noticia a los pobres, la Iglesia como Cuerpo de Cristo en la historia (San
Oscar Arnulfo Romero)
Ahora bien, en esta tercera
semana, en el catolicismo, desde la perspectiva litúrgica, hay que tener en
cuenta lo siguiente: del 17 al 24 de diciembre, se dan lo que se conocen como:
las ferias mayores de Adviento; ellas tienen sus propias lecturas y nosotros,
las reflexionaremos más adelante.
En este momento, veremos la
“liturgia común” de esta tercera semana de Adviento: el lunes, la primera
lectura es: Números 24, del 2 al 7 y del 23 al 27. El Evangelio es: Mateo 21:
23 – 27: en la primera lectura, se observa que: Balaán, un pagano, anuncia la
venida del Señor, en el Evangelio, se cuestiona la autoridad de Jesús, pero él
responde con otra pregunta: ¿La autoridad de Juan el Bautista de dónde
provenía?: las autoridades judías, dicen no saber: los que dizque sabían de la
voluntad de Dios, cierran sus oídos, cierran sus ojos, al cumplimiento de la
profecía. El llamado es a la humildad, a la conversión, a ver los signos de los
tiempos.
El martes, la primera lectura es
de: Sofonías 3, del 1 al 2 y del 9 al 13. El Evangelio es: Mateo 21: 28 – 32: el
profeta habla de Jerusalén, pero en su rol de ciudad rebelde, manchada y
opresora. En términos simbólicos, Jerusalén es ilustración de la Iglesia y de
cada uno de nosotros. A esta altura del tiempo de Adviento, se insiste en
llamar a la conversión del corazón: no son los formalismos religiosos, no son
los ritos los que nos abren las puertas de la vida eterna.
El miércoles, volvemos al profeta
Isaías: 45, del 6 al 8 y los versículos 18 y del 21 al 25. El evangelio es:
Lucas 7, del 18 al 23: el profeta dice, que Dios es justo y salvador, en el
Evangelio, los enviados de Juan el Bautista, le preguntan a Jesús, si Él es el
que el Bautista anunciaba o si habrían de esperar a otro (El mismo Juan, manda
a hacer la pregunta); las obras primero y luego las enseñanzas de Jesús, lo
confirman como Mesías.
El jueves, se lee: Isaías 54: 1 –
10; el Evangelio es: Lucas 7: 24 – 30: de nuevo: Juan el Bautista es el que
prepara el camino al Señor. Es el amigo del esposo (Jesucristo), que prepara la
boda de la que habla el profeta Isaías.
La primera lectura del viernes,
es Isaías 56: del 1 al 3 y del 6 al 8. El Evangelio es: Juan 5: 33 – 36: de
nuevo Juan el Bautista, es el último profeta del Antiguo Testamento, por su
parte, una vez más, Jesús confirma que es el Mesías por su Palabra y su obra.
Él nos llama a la salvación, todos estamos invitados a la gruta de Belén.
Ahora bien, antes de ver las
ferias mayores de Adviento que ya hemos mencionado, hablemos del IV domingo de
Adviento: el centro de este día, es el gozoso anuncio de la encarnación: en los
tres ciclos litúrgicos, la protagonista es María. Ya sea por el anuncio a José
(Ciclo A), el anuncio a María (Ciclo B) o por la visita de María a Isabel
(Ciclo C)
Dicho esto, veamos las lecturas
propias de las ferias mayores de Adviento: aquí se leen los acontecimientos,
que preparan en el corto plazo, el nacimiento de Cristo, aquí entran en el
centro, los capítulos 1 de Mateo y Lucas.
Veamos con un poquito más de
detalle las lecturas del 17 al 24 de diciembre:
El 17 de diciembre, la primera
lectura es Génesis 49: versículos: 2 y del 8 al 10. El Evangelio, es Mateo, 1:
1 – 17: el nacimiento de Jesús, implica el cumplimiento de la profecía dicha
por Jacob, en la primera lectura. El Evangelio nos muestra que, de generación
en generación, se prepara la encarnación del Verbo (Evangelio según San Juan)
El 18 de diciembre, la primera
lectura es: Jeremías 23: 5 – 8. El Evangelio es: Mateo 1: 18 – 24: este último
es el anuncio a José. Véase que tanto la lectura de la genealogía (17 de
diciembre), como este anuncio, confirman que el Mesías viene de David, con
esto, también se confirma a profecía de Jeremías, de la primera lectura.
Además, véase el significado del nombre: Jesús, significa “Dios salva”, como
dice San Pablo: el viejo Adán, nos hunde en el pecado, el nuevo Adán (Jesús),
nos rescata de ese pecado.
El 19 de diciembre, la primera
lectura es: Jueces 13: del 2 al 7 y del 24 al 25. El Evangelio es: Lucas: 1: 5
– 25: la primera lectura, refiere al nacimiento de Sansón. He aquí un
antecedente de la acción maravillosa de Dios, de igual manera, se dará el
anuncio del nacimiento de Juan el Bautista (Evangelio); es decir, un punto
clave aquí es: que el Ángel del Señor, es una figura de mensajero, como lo
prueba la primera lectura, en el Antiguo Testamento.
El 20 de diciembre, la primera
lectura es: Isaías: 7: 10 – 14; el Evangelio es: Lucas 1: 26 – 38: la
Eucaristía de este día, es quizás el testimonio más antiguo de la existencia
del tiempo de preparación que llamamos Adviento. Véase que el Evangelio, es la
celebración de la Anunciación. María será cubierta por la “sombra” de la fuerza
del Altísimo, lo que recuerda la nube, que cubría el Tabernáculo en el Antiguo
Testamento.
Al día siguiente (21 de
diciembre), la primera lectura puede escogerse de entre: Cantares 2: 8 – 14 o
Sofonías 3: 14 – 18. El Evangelio es: Lucas 1: 39 – 45: Dios habla con su
pueblo, como hablan los enamorados (Lectura del libro de los Cantares); por ese
diálogo, Dios hace partícipe a la humanidad, de la salvación del mundo
(Evangelio); es por María, que tendremos a “Dios con nosotros” (Lectura del
profeta Sofonías)
La primera lectura del 22 de
diciembre es: 1 Samuel 1: 24 – 28. El Evangelio es: Lucas 1: 46 – 56: Jesús
resume la historia de la salvación, un antecedente que señala al nacimiento de
Cristo, es el nacimiento de Samuel (Primera lectura), el Evangelio nos muestra,
la acción de Dios en la historia.
El 23 de diciembre, la primera
lectura es: Malaquías 3: del 1 al 4 y 23 – 24. El Evangelio es: Lucas 1: 57 –
66: la primera lectura, habla del mensajero que abrirá el camino del Señor, el
cumplimiento de esa profecía, es el nacimiento de Juan el Bautista, a las
puertas de la celebración de la Navidad, la Iglesia nos invita a dejar “al
hombre viejo”, para renacer con Cristo, como “humanidad nueva”.
En el calendario litúrgico
católico, el Adviento termina el 24 de diciembre hasta las tres de la tarde, la
primera lectura es: 2 Samuel 7; del 1 al 5. Del 8 al 11 y el 16. El Evangelio
es: Lucas 1: 67 – 79: el profeta Natán, redimensiona la importancia del Templo,
Dios no necesita una casa hecha por manos humanas. Dios es el que nos ofrece
refugio y morada eterna (Primera lectura); el Evangelio, nos muestra el cántico
de Zacarías, que confirma la grandeza de Dios, en relación al nacimiento de
Juan el Bautista.
Ahora bien, resulta interesante
que, en el libro citado de Borg y Crossan, se hable de la celebración de
Adviento en el Protestantismo, muchos de los textos que en su calendario se
tocan, ya los hemos abordado, pero veamos estas diferencias:
Dicen estos autores que, en los
domingos de Adviento, se toman textos del profeta Isaías: en uno de esos
domingos, se va más allá en el capítulo 7: esto, en los versículos hasta el 16:
con ello, puede profundizarse en el título de: “Dios con nosotros”.
Asimismo, ellos leen: Isaías 61:
del 1 al 4 y del 8 al 11: aquí, se habla de un “Ungido” (Mesías, Cristo), que está
llamado a dar: “la buena noticia” a los pobres, a sanar los corazones
desgarrados, anunciar la libertad a los cautivos y la libertad a los
prisioneros.
Otra lectura, es la de Isaías 63:
19 y 64: 1 – 9: expresa el anhelo de Dios, que él rasgue el cielo y baje. Para
ello, debemos tener sentimientos de contrición y arrepentimiento…
En lo que refiere a los textos de
los Evangelios, cabe anotar lo siguiente: en las comunidades de fe
protestantes, que celebran el Adviento, se tocan los siguientes pasajes:
-
Mateo 3: 1 – 12; Marcos 1: 1 – 8 y Lucas 3: 1 –
6: en estos textos, se habla de Juan, como el que “prepara el camino del Señor”.
Valga decir que, en el calendario litúrgico católico, el texto de Mateo, se
toca el segundo domingo de Adviento en ciclo A; el de Marcos, es el propio del
segundo domingo en ciclo B y el de Lucas, de igual manera, es el propio del
segundo domingo en ciclo C.
-
Otro texto de Adviento es Mateo 11: 2 – 11: Juan
está en la cárcel y pronto será ejecutado por Herodes Antipas, Juan manda a
preguntar, si Jesús es el Mesías o se ha de esperar a otro: Jesús responde con
palabras y con obras y esas palabras son eco de Isaías 35. Véase que, en el
calendario litúrgico católico, el pasaje de Mateo, se lee de manera más corta,
el jueves de la segunda semana de Adviento.
-
De igual manera, en las iglesias protestantes,
el último domingo de Adviento, María es el centro de los textos evangélicos,
entre ellos están: Mateo 1: 18 – 25, que litúrgicamente, el catolicismo
reflexiona el 18 de diciembre, en el marco de las ferias mayores de Adviento y
que, aquí hemos analizado y reflexionado ampliamente. Lucas 1: 26 – 38, que, en
el catolicismo, se reflexiona el 20 de diciembre. Lucas 1: 39 – 55; que, en
lectura más corta, se hace en el catolicismo, el 21 de diciembre.
Otro elemento interesante que
encontramos en la celebración de Adviento en el protestantismo, es lo propio
del primer domingo de esa época de preparación: al igual que en el catolicismo,
los textos refieren a la “Segunda Venida de Jesús” o la Parusía.
Los textos son: Mateo 24: 36 – 44
(En el catolicismo, se comienza a leer desde el versículo 37. Este texto es
propio del ciclo A); Marcos 13: 24 – 37 (En el catolicismo se lee desde el
versículo, 33, esto, en el ciclo B); Lucas 21: 25 – 36 (Aquí, la Iglesia
Católica, nos presenta la lectura de manera “resumida”: 21: 25 – 28 y del 34 al
36, esto en el ciclo C)
V
Esto vale la pena repetirlo: la
Navidad desde la fe, tiene como dos aspectos: uno muy público: el Evangelio,
debe ser anunciado públicamente, la Navidad, debe ser celebrada con palabras y
con cantos.
El otro aspecto es privado: ¡Que
cosa maravillosa ha hecho Dios por mí, personalmente!
¡Este niño, es nuestro salvador
personal: del pecado, de la muerte, de satanás, ¡del infierno!
¡Este niño, es quien nos propone,
servicio, solidaridad, verdadera libertad!
Pero aquí también debemos
preguntarnos: ¿Qué no debemos hacer con Jesús?: cerrarnos hasta no llegar a
tener lugar para él. Recuerde: todo aquel que no cree, se entristecerá, como el
joven rico (Marcos 10: 22)
En Lucas, la presencia de Dios
permea dos nacimientos: el de Juan el Bautista (Que no abordamos en esta reflexión,
pero que se encuentra en los capítulos 1: 5 – 25. 57 – 80) y el de Jesús. En el
Antiguo Testamento, se nos presenta la presencia de Dios en el Templo y ofrece
su misericordia a través de los sacrificios.
Aquí vale la pena recordar que, antes del
templo, una gran tienda portátil o tabernáculo, llegó a ser centro de la
adoración y los sacrificios de Israel (Éxodo, capítulos del 26 al 28) Después
de la muerte del rey David, su hijo Salomón, construyó un templo magnífico en
Jerusalén y esta estructura tomó el lugar del tabernáculo. El punto fundamental
aquí es: la presencia de Dios, pasa del templo, a un bebé: Jesús (Juan 2: 19 –
22)
Este nacimiento maravilloso, da
razones tanto a los ángeles como a los seres humanos para cantar. Esta es una
de las motivaciones de San Lucas, para escribir su Evangelio y les da a las
Iglesias, una razón para vivir, tener esperanza y repetir los cantos una y otra
vez.
Por otro lado, vale la pena recordar,
que, para recibir el Reino de Dios, hay que ser como niños (Marcos 10: 15;
Lucas 18: 17), por eso no debemos perder nuestra ilusión infantil en la Navidad
frente al niño Dios.
No en balde, Martín Lutero, al
que ya hemos citado, hizo un himno sobre la Navidad: “Canción infantil para la
Natividad de Cristo”:
Del alto cielo bajo yo,
La buena nueva os vengo a dar;
Oíd la paz que en grato son
Anuncia el célico cantar.
Os ha nacido un niño hoy,
De humilde virgen en Belén;
Y el niño tierno que hoy nació,
Ser debe gozo y bien.
Jesús el Cristo es y Señor,
De toda pena os librará;
Ser quiere vuestro Salvador.
Que del pecado os limpiará.
También en esta bella y solemne
fecha, podemos orar: “Oh Santo niño, dame sincera humildad, aun cuando me
exaltas al llamarme hijo de Dios. Amén”.
No es ocioso que, como creyentes,
reflexionemos sobre la vida en la cultura de la muerte.
En la vida, en medio de lo que
aquí hemos definido como “sistema de dominación”.
En Jesucristo, en medio de una
fiesta (La Navidad), en la que olvidamos a su protagonista principal.
Y esto debe ser resaltado:
figuras tal y conocemos a “Santa Claus”, villancicos como: “Noche de Paz”, los
regalos debajo del árbol, todas son, más que menos, tradiciones de Navidad,
pero nada de esto existiría sin acontecimientos como los que nos relatan Mateo
y Lucas, la Navidad es la celebración del nacimiento de Jesús, la luz del
mundo.
La Navidad debe ser el tiempo de
actuar, de fortalecer las familias.
La Navidad debe ser el tiempo de
actuar, de fortalecer la amistad.
La Navidad siempre es buena y
nueva noticia.
La Navidad es tiempo de
renovación, ¡aprovechémoslo!
Que nazca Jesucristo, entre y en
nosotros.
Todo lo que no presenta este
mundo, este “sistema de dominación”, es relativo, es pasajero…
Solo hay un Absoluto: Jesucristo.
Como lo diría el hoy Papa
Emérito, Benedicto XVI: “Que la luz de este día se difunda por todas partes,
que entre en nuestros corazones, alumbre y dé calor a nuestros hogares, lleve
serenidad y esperanza a nuestras ciudades, y conceda al mundo la paz.”.
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